miércoles, 11 de junio de 2014

CAPITULO 229



La madera suena con mi cabeza un par de veces más mientras la golpeo silenciosamente contra la madera. 


Minutos después, cuando miro alrededor del pasillo por un lugar cómodo para dormir, la puerta de nuestra habitación se abre. 


Mis ojos se arrastran hasta sus piernas desnudas, sobre un camisón rosa casi transparente y se asientan en sus dos pezones apenas cubiertos por la tela también transparente. 


La visión penetra en mis ojos y atraviesa mi interior, directo a entre mis piernas. Y quiero sacarle el camisón con los dientes. 


—¿Pedro? ¿Dónde está tu tarjeta? —Bosteza, ronca por el sueño. 


Fuerzo a mis ojos a ir a su cara y ella saca un mechón de su cabello color chocolate de su mejilla.


—No quería despertarte.


Tartamudeo. Casi jodidamente tartamudeo a mi futura esposa porque está usando un babydoll transparente ¿Qué tengo, dieciséis?


—¿No quisiste despertarme? Estabas golpeando bastante fuerte. 


¿Lo estaba? Quizás estaba más ebrio de lo que pensaba. 


Olvidándome de todas las palabras que caían de sus labios y golpeaban duro, me lanzo hacia ella y la meto devuelta a la habitación. Pateo la puerta cerrándola mientras mis brazos se envuelvan alrededor de su cintura y la arrastro hacia mí. Tengo su cara en mis manos y empujo su boca a la mía.  El sabor de su boca lleva a mi pene a un doloroso punto de confinamiento en mis jeans.


Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, aferrándose a su querida vida mientras que mi boca se amolda a la suya. 


Su toque envía un camino de fuego a través de mí mientras que separa sus labios y nuestras lenguas se apresuran a encontrarse. Tan abruptamente como lo empecé, rompo el beso, sosteniendo el aturdido rostro de Paula a centímetros del mío, perforándola con la mirada.


—Móntame. —Respiro, desesperado por sentir su calor engulléndome—Hazme tuyo.


—Ya eres mío. —Señala y sacudo mi cabeza.


Quiero que me reclame tan duro que las otras mujeres puedan olerla en mí. 

—Tienes que probarlo una y otra vez por el resto de nuestras vidas. Quiero que me lo recuerdes. Cada vez que lo olvide, reclámame otra vez, justo como hare contigo.

Traga profundamente, respira lentamente y los segundos comienzan a sentirse como pequeñas eternidades. Sin una respuesta, lentamente, se alza en las puntas de sus pies y captura mis labios. Un fuerte gemido vine desde lo profundo de mi garganta, y mis manos la tocan en todos lados a la vez, rompiendo los botones de su delicado babydoll, liberando sus pechos de la tela, levantando el vestido por sus caderas y desgarrando la frágil ropa interior de su cuerpo. 

¿Cuánta ropa interior tengo que atravesar antes de que entienda? Quizás debería poner un cartel, “Esta casa es un lugar libre de ropa interior”. 

Paula abre mi camisa de un tirón, desgarrando los botones de la mía a cambio. Los pesados botones caen al piso con pequeños “plops” mientras que sus dedos rozan ligeramente la piel caliente de mi estómago, mis caderas, y luego hábilmente desabrocha mi cinturón, y baja mi cremallera.

Mi boca se une a mis manos en la tarea de tocar cada centímetro de su piel y violentos estremecimientos sacuden su cuerpo. Mi boca está en su cuello, sus labios, en sus párpados en un latido de corazón, agarro sus codos y la arrastro conmigo, hasta que mis piernas golpean el sillón y caigo en el asiento, arrastrándola abajo hacia mi regazo.


Paula se sienta a horcajadas, sus cálidos y fuertes muslos encima de los míos mientras nuestros besos se vuelven salvajes y contundentes. Mis manos se sumergen en sus pechos, la sensación de su piel suave y lechosa causa una ligera capa de piel de gallina sobre mí. Arrastro besos bajando por su garganta para alcanzar sus pechos. Sobre mí, puedo sentir la suavidad sedosa y caliente de su centro rozar mi eje. La punta de mi pene esta húmeda con líquido pre-seminal y Paula se levanta ligeramente, maniobrando su centro sobre mi dura erección.


Mientras el calor de sus pliegues alcanza mi ansiosa punta, nuestros movimientos frenéticos se detienen y nos congelemos, ambos atrapados en la mirada del otro.

Me mira diferente de cómo me mira siempre… no hay ninguna mirada suave de ella, sólo la excitación feroz de su lujuria llena de tapas revelada y yo seguramente la estoy imitando.

Mis manos alcanzan sus caderas y empujo duramente hacia arriba, forzando a Paula a bajar. Ella deja salir un gemido estrangulado y cubro la cima de su cabeza, cerrando mi boca sobre la suya para tragar los sonidos de placer que está haciendo.


Ella se siente increíble, tan apretada y lista para mí, que tengo que tener cuidado de no venirme en este momento. 

—Móntame —demando, quedándome quieto y dejándola tomar el control. 

Jadea y su respiración es caliente mientras que rosa mi mandíbula. Sus paredes palpitan y se aprietan alrededor de mí.


—Joder —gimo, dejando mi cabeza rodar hacia atrás contra el sillón—Apriétame otra vez


Sus piernas cierran a mí alrededor mientras aprieta su vagina, se eleva y cae sobre mí.


Aprieta, relaja, aprieta, relaja. Calor se enrolla en mi estómago y rueda por mi estómago en olas sincronizadas. 


Aprieto más fuerte sus caderas, ella sabe cómo llevarme al borde, cómo usar su cuerpo para hacerme venir por ella, y se hace mejor cada vez que tenemos sexo. Paula comienza a perder su ritmo, mientras que sus paredes se aprietan y se acerca al orgasmo. Lo amo. Amo tener el poder de hacerla perder el control.

—¿Te vas a venir? —pregunto y ella muerde su labio inferior, asintiendo profusamente.


—Tan jodidamente duro —dice con voz apretada. 

La empujo fuera de mí, recostándola en el sillón. Sus piernas rodean mi cintura y se empuja en sus codos para estar más cerca de mi boca. Su humedad moja mi pene, la deslizo adentro y afuera con facilidad. Paula emite un alto gemido desde la base de su garganta y contra mis labios antes de caer contra el sillón, arqueando su espalda.  

—Pedro—Su respiración se corta en alerta—.PedroPedro. —Mi nombre sale pesado y ni un segundo después, su vagina sujeta mi grueso pene. Bombeo más duro y rápido mientras todo dentro de mí se tensa. La presión en mi ingle se construye a niveles absurdos, mi cabeza se llena con ruido blanco y navego por el borde, gimiendo y llenándola con líquido pegajoso y caliente. Mis brazos tiemblan bajo mi peso mientras me sostengo sobre ella y me rindo, bajando sobre su pecho.

Paula envuelve sus cansados brazos a mí alrededor y besa mi frente húmeda. Giro mi cabeza hacia ella y lentamente eleva su boca para encontrar la mía. Explora mi boca perezosamente con sus labios y boca, y amenazo con quedarme dormido mientras lo hace. 

—Te amo —murmuro, alejándome.


Deja sus dedos pasar por un lado de mi cuello. 

—También te amo.


Estoy orgulloso de mi mismo por no ser tan duro con ella como mi cuerpo y mi mente querían. Cierro mis ojos completamente en paz. Esta es la mayor paz que sentiré hasta que derrote a Dom. 

Las próximas dos semanas van a ser un borrón. No me traerán nada nuevo, pero después de la pelea, mi mundo cambiara, para bien o para mal…


Y le estoy rezando a Dios, a quien quiera que esté jodidamente escuchando, que Dom sea finalmente sacado de mi vida.

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