Pedro
Llevo mi cuarto vaso de Whiskey con Coca-Cola a mis labios. Juro que cada trago no descansa en mi estómago, pero si en mis párpados haciéndolos más pesados. Estoy en el sobrecargado bar, lejos de la pelea de Luciano y Vanesa.
Ahora sé cómo se sienten cuando ataco a Paula en frente de ellos. Todavía, no voy a detenerme. Beso a Paula cuando sea jodidamente que quiera besarla y supongo que para Luciano es lo mismo.
Una ruidosa risa explota de mi mesa y miro por encima de mi hombro.
Damian se mueve en su silla, y tira del botón de su remera, como si estuviera tratando de aflojarlo. Se está divirtiendo y es tanto su noche como la de Luciano y mía.
Me doy vuelta en la barra y mi cabeza gira un poco. Sonrió.
No me había sentido así de bien en un tiempo y los tres shots que tomé antes de mi whiskey están empezando a asentarse. Este whiskey tenía que ser definitivamente el último.
Camino hacia la mesa, sosteniendo mi bebida baja. A unos tres metros de distancia, me detengo en mi camino por una mujer bajita y mis ojos van automáticamente a sus enormes tetas falsas que sobresalen de su vestido tubo rojo apretado.
—Oye, tú —ronronea—, ¿me recuerdas?
Joder, sabe quién soy, pero nunca la había visto antes.
Levanto la mirada a sus labios color cereza brillantes, y finalmente a un par de ojos azules brillantes enmascarados por el exceso de maquillaje. Sus pequeñas manos recorren mi pecho y abajo por mis bíceps, sintiéndome todo lo que puede.
Normalmente, (y con normalmente me refiero a antes de Paula) habría llevado a esta chica a casa, no soy un idiota, ella es adorable en la manera falsa.
Desafortunadamente para ella, sólo hay un par de muslos en los que me gustaría meterme esta noche y todas las noches por el resto de mi vida.
—Me estaba preguntando cuándo iba a encontrarme contigo otra vez —dice,apretándome como medida adicional.
—Uh... ―Río nerviosamente—. Mira Samantha...
Sus cejas se arrugan hacia abajo.
—Nicole.
Mierda.
—Nicole... —Todavía no suena ninguna campana—Correcto. Escucha. Sólo estoy aquí por un trago con mis amigos.
Sus manos se deslizan por la parte de atrás de mis brazos y bajan por mi pecho antes de enroscarse en el borde de mis jeans. La miro por un momento, tratando de vincular su cara con su nombre... No puedo. En su lugar, me distraigo con la forma en la que luce. Hubo un tiempo en el que estuve dentro de todo ese asunto de lucir como una "estrella porno". No puedo decir que fue hace mucho.
Su dedo índice va demasiado bajo, agarro su muñeca con mi mano libre y la muevo fuera de mi cuerpo. Incluso con la débil luz del club, veo sus ojos llamear.
Le gusta el desafío.
Nicole se encoge fuera de mi alcance y se acerca unos centímetros haciéndome sentir más frustrado que excitado.
Estoy tratando de ser una mejor persona por Paula, en términos de mi promiscuidad, y justo ahora siento como que estoy haciendo algo equivocado. Es un sentimiento que hace girar mi estómago, lo odio y esta mujer está poniendo a prueba mi paciencia.
—Estoy segura de que tu equipo puede esperar... ven conmigo. No tomará mucho de tu tiempo.Déjame cuidar de ti.
Nicole arrastra sus dientes sobre su labio inferior y suspiro.
No en rendición, pero sí de aburrimiento. He tenido chicas de todo tipo y formas, más de las que estoy dispuesta a admitir, y esta chica es atractiva, pero no voy a arriesgar mi relación con Paula por ella. Seamos sinceros por un segundo, ¿cuán buena es esta chica en la cama si ni siquiera puedo recordar su nombre o su cara?
—Gracias, pero tengo una chica en casa que se ocupa de todas mis necesidades. —Con una sonrisa apretada, intento dar un paso para alejarme, pero va a un lado y me bloquea.
Aprieto más fuerte mi vaso y expulso una rafa de aire por mi nariz.
—Créeme, puedo hacerte olvidar todo sobre ella.
Las palabras de Nicole hacen eco en mi interior y entrecierro mis ojos hacia ella. No hay duda que su sobre-usada boca puede darme un buen rato.
Probablemente pueda chupar bien mi pene y tenerme viniéndome en minutos,pero no lo quiero. No la quiero a ella, Nicole me toca otra vez. Sus largas uñas acarician lentamente un botón en mi camisa gris acero.
—¿Qué dices?
En realidad no quiere saber lo que tengo que decir. Aprieto mis dientes contra una copiosa cantidad de nombres malos y palabras hirientes.
—Digo que pruebes suerte en otro lado, cariño.
Se para más cerca, su cuerpo casi presionándose con el mío. El distintivo olor del cigarrillo siendo enmascarado por un costoso perfume de fresas y mi nariz se arruga.
—Lo siento, cariño. Estoy en busca de un diez esta noche, nada menos.
Y aquí estaba yo pensando que sólo los hombres puntuaban a las mujeres en la escala del uno al diez. Bajo mi cabeza a su oído mientras mi aliento soplaba sobre su piel, le oigo contener el aliento.
—No, gracias.
Sus manos caen de mí y finalmente soy capaz de pasarla.
No me atrevo a mirar por encima de mi hombro por miedo a invitarla a mi espacio personal otra vez. Me voy hacia la mesa y me dejo car en mi asiento vacío. Damian y el resto del equipo se han ido, dejándome solo con Vanesa y Luciano.
—¿Quién era esa? —pregunta Vanesa.
La miro y ella está tratando muy duro de mantenerse calmada, pero podía ver el enojo en su postura. Sus brazos están cruzados apretadamente sobre su pecho, cubriendo el corte que dejaba a la vista la mayor parte de sus pechos.
Estoy seguro que si esto fuera una caricatura, ella tendría uno de esos pequeños garabatos de exasperación en su frente. Sonrió con ese pensamiento.
—Nadie. —No estoy compartiendo mierda con Vanesa. Ella habla demasiado y Paula no necesita escuchar sobre esto.
No porque haya hecho nada malo, sino porque lo que pasó en el pasado (si pasó en el pasado) necesita quedarse en el pasado. No puedo afirmar o negar si tuve sexo con esa chica. No recuerdo su cara y sé que me hace parecer un idiota total, créanme, me siento como uno, pero es lo que es. No tomaré toda la culpa por ser el idiota que las usa.
Ellas me dejaron usarlas y en la mayoría de las ocasiones ellas se acercaron a mí por sexo. Yo meramente tomo lo que me es ofrecido. Demándame.
—No lucía como nadie para mí. Ustedes dos parecían muy cómodos.
Luciano gime.
—Vanesa, déjalo ir. No hizo nada malo.
Por supuesto, ignora la advertencia de Luciano.
—Y ella sigue mirándote desde la barra.
Llevo el vaso a mis labios y tomo un largo trago. Vanesa se agita más con cada segundo en el que no respondo.
Cuando está totalmente tensa, bajo mi vaso y hablo.
Cuando está totalmente tensa, bajo mi vaso y hablo.
—Es un país libre. Puede mirarme todo lo que quiera, siempre y cuando no toque. Estoy seguro de que a Paula no le importaría. —Ubico mi vaso en la mesa—. Como dijo Luciano, no hice nada malo. Rechacé una invitación para tener sexo, todavía me estás mirando como si hubiese tenido un rapidito en el baño.
—No te estoy mirando como nada. Solo estoy preocupada por…
—No lo estés —interrumpo, dejando que mi frustración saque lo mejor de mí—. Déjame preocuparme por Paula. La cuido mejor de lo que tú nunca has hecho.
Sus ojos se agrandan y toma la ofensa bufando. Pone su cuerpo hacia Luciano, esperando que la defienda, es su lugar, el mira hacia ella y se encoge de hombros.
Con otro resoplido, Vanesa tira su cabello rubio rizado sobre su hombro y se sienta de nuevo en su asiento, cruzando sus piernas tan apretadas como sus brazos. Luciano se inclina hacia delante en su asiento, apoyando su codo en sus rodillas cubiertas con un jeans y su miserable mirada borracha rueda hacia mí.
—¿A la barra?
Asiento, esperando una excusa para alejarme de la mirada enojada de Vanesa. Toma un largo, duro trago de su cerveza antes de sacar su teléfono. La contemplo demandarle saber que está haciendo, pero lo dejo ir. No he hecho nada malo esta noche y sobreactuar solo me hará parecer culpable. De la única cosa que soy culpable es de nunca querer ver a Paula lastimada o dudando de mi fidelidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario