miércoles, 11 de junio de 2014

CAPITULO 228




Me empujo de mi silla, abandonando mi bebida actual. En la barra, Luciano me alcanza otra cerveza y vacilo un segundo antes de tomarla y llevarla a mis labios. Sé que debería parar. Cuanto más bebo más arremeto… y Vanesa ya agotó mi paciencia esta noche. Tengo tantas cosas reprimidas dentro de mí que le quiero decir, de las que quiero culpar, y no creo que Paula y Luciano apreciaran que lo dejara salir. 


No creo que haya una buena manera de llamar a alguien un desastre… 


Sonrío en mi botella de cerveza antes de tomar un largo trago. No puedo sacar mi cabeza de Vanesa. Ella es esta mujer fuera de control que no tiene metas en la vida y sólo aspira a arrastrar personas con ella. Supongo que tiene que tener otro lado que nadie ve ¿Por qué Luciano seguiría alrededor si no? Conozco como un hecho que le gustaban las cosas fáciles, chicas sumisas que pueden romperse
fácilmente y cumplir todos sus caprichos, Vanesa no parece ese tipo de persona.


Ella es muy perra y terca para ir con la mierda de Luciano. 


De nuevo, ¿quién sabe quiénes son Luciano y Vanesa en realidad?


Los dos parecen tener mucha mierda escondida que se guardan. Luciano con la perra, puta de su ex y Vanesa con su padre, o lo que sea, su historia sigue pareciendo un misterio para mí. 

—No te preocupes por Vanesa —me dice—. Sabes cómo es con Paula— Luciano rueda sus ojos y tira del cuello azul de su camisa. 

—Para alguien que dice ser tan protectora con Paula, seguro la pone en algunas situaciones de mierda.


Toma un trago de su cerveza. 

 
—Sí, pero Vanesa es su mejor amiga. Tienen permitido hacer mierda estúpida y tomar malas decisiones. Joder, nosotros lo hicimos, aún lo hacemos 

—Pero Paula es…


—Humana. Sé que la amas y que te casarás con ella y toda esa mierda loca, pero sigue siendo humana. Es curiosa, e impulsiva y a veces tomará malas decisiones, pero tiene una historia con Vanesa. Crecieron juntas y son mejoresamigas. No menosprecies a Vanesa porque la ves como una amenaza.


¿Una amenaza? No veo a Vanesa como una amenaza, ¿verdad? No.Vanesa no es una amenaza… sólo es un problema. Nunca hice nada para forzar a Vanesa y a Pau a separarse, pero Vanesa necesita darse cuenta que no voy a dar un paso al costado y dejarla forzar a Paula a situaciones estúpidas, y también necesita darse cuenta que no soy como Ramiro. Aprecio lo que tengo. Sé que Paula es una en un millón y no voy a joder eso, ni siquiera por todas las mujeres de labios rojos y de pechos grandes en el mundo. 


Cambiar alguien que amas por alguien por quien sientes lujuria es como cambiar una ensalada de pollo por una bolsa de papas fritas. 

Seguro, saben bien mientras las estás comiendo, pero cuando terminas, te sientes enfermo y todavía tienes hambre. Mientras tanto, el tipo con la ensalada de pollo está satisfecho, se siente bien y está alimentando su cuerpo con nutrientes reales. 

Ramiro tomó ese pollo y lo cambió por una bolsa de papas fritas porque es un idiota. Ahora, tengo la ensalada y no la cambiaré por nada, papas fritas, tortas, chocolate u otra cosa. Si sólo Vanesa parara de tratar de convencerse de que estoy buscando papas fritas.


Golpeo mi tercera, ¿cuarta cerveza?  —Segunda —digo en voz alta en un extraño tipo de tono líquido—. Ahora recuerdo. Esta es mi segunda cerveza.


Luciano se ríe mientras mi cabeza rueda violentamente. 

—Cinco. Tomaste cinco cervezas, compañero.


Cualquiera de las dos cosas estoy escuchando cosas, o Luciano arrastra las palabras, también. Jooooder. Necesito ir a casa. Vanesa aparece al lado de Luciano y pasa un brazo alrededor de su cintura. Él apoya todo su peso en ella y ella gruñe por el peso.


—Son siete cervezas cada uno. Hora de irse.


Vanesa se tambalea con Luciano por todo el club. Miro alrededor… el club se ha atenuado y sólo quedan un puñado de personas que ensucian el ambiente en vez de multitudes. 

Sigo desde atrás a los otros, orgulloso de cuan derecho estoy caminando. En frente de Vanesa y Luciano, Damian está siendo cargado por otro compañero de equipo, Aaron, nuestro chico de las toallas. Comparado con ellos, debo lucir sobrio y cuando pienso en ello, no estoy tan borracho, sólo un poco achispado.


Mi atención se va hacia la izquierda cuando dos brazos rodean los míos. Bajo la mirada, sólo para ver a Nicole, colgando de mi brazo. 

—¿Te vas tan pronto, cariño? 

 
Siento mi cuerpo hundirse ¿Cómo no vi esto venir? 


Esperaba que se hubiera ido hace horas. 

—¿En cuál lugar, en el mío o en el tuyo? 

Libero mis brazos de los suyos y dejo de caminar. Estoy muy cansado para esta mierda ahora. Mis ojos están pesados, apenas puedo mantenerlos abiertos y mi cabeza esta peligrosamente cerca de caerse de mi cuello.


—Estoy yendo a casa con mi prometida, solo.


Ella sonríe. No voy a salir de esto ¿verdad? 

Pedro Alfonso, casándose. Cuando nos conocimos, ni siquiera me preguntaste mi nombre y ahora te estás casando. —Sacude su cabeza y suspira—. Qué irónico. De cualquier modo, casi es la mañana vivo en la próxima calle. Ve a casa con la otra mujer en la mañana. No tiene que saberlo. 

En frente de nosotros, Vanesa se da vuelta, dejando a Luciano para que mantenga el equilibrio él solo.


—¿No lo escuchaste? Dijo que tiene una prometida —el gruñido en la voz de Vanesa despierta a Luciano y lo pone alerta. Sobrio agarra apretadamente su muñeca. Vanesa, aparentemente, no es el tipo de chica “hablemos” y estoy muy cansado para romper una pelea de gatas.


Nicole sonríe.  


—Lo dices como si significara algo en Las Vegas. —Vuelve su mirada hacia mí—. Ultima oportunidad, bebé, ven a casa conmigo.


Vanesa da un paso a delante con un gruñido, pero Luciano la tira para atrás.


Vanesa, para —ordena y ella para sus movimientos, pero sus ojos nunca dejan la cara de Nicole.


Tengo que lidiar con esto, no Vanesa. Le di a esta mujer chances para que no se fuera herida, pero ahora tengo que tomar el asunto en mis propias manos. Si ella quiere una respuesta directa, cortante y brutal tendrá una.


—No quiero ir a casa contigo —le digo—. Te estoy mirando y no recuerdo una maldita cosa de ti. Seguro, podría ir a casa contigo ahora, tener sexo e irme, pero te garantizo que me olvidaré de ti otra vez para el almuerzo mañana. —Sus labios se separan y entorna los ojos hacia mí con una fea mueca—. Prefiero ir a casa con la chica que amo. Una chica que podría estar parada en una habitación negra y todavía sería capaz de besar cada peca de su cuerpo en su posición exacta de memoria. —Cambia su postura y escucho a Vanesa reírse entre dientes—. Eres olvidable porque eres como todas las demás y la chica con la que voy a casa, no lo es.

No esperé por una respuesta o una reacción, me alejo, pasando a Vanesa y Luciano y terminando afuera en el frío aire desierto. El guardia golpea mi espalda en mi camino hacia afuera y murmura palabras de felicitaciones que no escucho.


Sólo quiero ir a casa. He hablado con suficientes personas y hecho suficientes entrevistas por un día. Sin mencionar todas las entrevistas y charlas en programas que tengo que hacer en dos semanas siguientes en los días previos a mí pelea con Dom. Vanesa sale por la puerta detrás de mí, chillando como un cerdo bebe. Me encojo, la veo mientras corre hacia mí y lanza sus brazos alrededor de mi cuello.


—Te creo. —Se ríe, apretándome.

Le acaricio la espalda y frunzo el ceño hacia Luciano, quien está sonriendo ampliamente caminando fuera del club. 

Me suelta y retrocede. 

—Creo que realmente amas a Paula y todas las dudas que tenía se fueron. 

—Bien, ahora puedo respirar un poco más fácil porque todo este asunto del casamiento dependía puramente de lo que pensaras. —Trato de mantener mi cara seria, pero fallo y sonrío. Vanesa rueda sus ojos. 

—Gracias —le digo—. Ahora vamos a casa.


Justo a tiempo, un taxi se detienes y Aaron arrastra el pesado cuerpo lleno de alcohol de Damian hacia él. Abro la puerta luego Aaron lo pone dentro y sube detrás de él. No sé cómo, pero los cuatro nos las arreglamos para entrar en el taxi y creo que me quedo contra el hombro de Vanesa… la siguiente cosa que recuerdo  es ella golpeando torpemente mi cabeza con la mano torcida y mirándome como si se debería estar haciendo algo.


—Abre la puerta —dice—. La otra está rota


Miro a Aaron, quien sostiene a Damian tan lejos de él como puede. Damian está acurrucado contra la puerta del fondo con su boca abierta mientras babea sobre su propio hombro. Clásico. Me rio mientras que Luciano busca en los bolsillos de sus jeans su teléfono. Pone la cámara y saca una foto de Damian. 

—Estoy guardando esto para después —se burla Luciano, haciendo un acercamiento con la cámara a la cara de Damian.


Abro la puerta y prácticamente me caigo del auto. Me levanto y no espero a los otros mientras tropiezo por la sala de la MGM y me meto en un ascensor. No presto atención a lo que me rodea. Mi cerebro aplastado para absorber algún detalle y luego de veinte minutos, finalmente llego a mi puerta. Alcanzo mi bolsillo trasero y la única cosa que tocan mis dedos es el tejido del bolsillo. Está vacío. Mierda. Dejé mi tarjeta llave dentro en la mesa de café. Golpeo mi cabeza suavemente contra la puerta… ¿Qué demonios voy a hacer? No planeé despertar a Paula cuando regrese a casa e incluso iba a dormir en el sillón.

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