miércoles, 21 de mayo de 2014

CAPITULO 157




Las casas son borrosas a mí alrededor, mientras hecho un vistazo por encima de mi antebrazo y por la ventana. No presto atención a cualquiera de ellas, o al menos no lo hago hasta que las casas familiares en la calle de Pedro giran en mi visión. Ha pasado un tiempo desde que estuve en la casa de Pedro y la idea de estar tan junto a él con una cama cercana es emocionante. Pedro exigió que tomásemos su coche y dejásemos el mío en el gimnasio. Independientemente de mi protesta,hice lo que él quería. Ya sabes, lo de siempre.
A medida que nos deslizamos a la calzada de Pedro, veo en el frente a un enorme camión en movimiento. 


―¿Él ya está aquí? ―Estoy haciendo un mohín. Pensé que Pedro y yo podríamos tener un tiempo a solas antes de que apareciera nadie. ¿Sabes lo frustrante que es tener a alguien como Pedro a tu alrededor todo el tiempo pero no poder tocarlo? Todo lo que quiero hacer es tocarlo, infierno, incluso lamerlo, pero no puedo, no ayer, no hoy, y probablemente no mañana, tampoco. 

 ―Eso parece. ―Pedro me mira de reojo y se ríe entre dientes―. Está bien,tenemos toda la eternidad para hacer otras cosas. 

Siento que mis ojos se amplían una fracción mientras un inquebrantable Pedro explora el camino delante de nosotros. ¿Acaso siquiera sabe lo que dijo? 

Eternidad. 

Él quiere estar conmigo para siempre... Me encanta Pedro y realmente no puedo imaginar mi vida sin él, y él me ama también, Dios sabe que él lo dice bastante, pero no sabía que en realidad estuviese pensando en un para siempre... 

¿Él es incluso capaz de un para siempre?

Pedro apaga el motor y se desliza del auto. Está a mi lado antes de que consiga abrir mi puerta y me lanza una sonrisa de confianza, pero un poco cansado. Eso es lo que más me gusta de Pedro. Él es un caballero, bueno, casi. Es el tipo de caballero que te abre las puertas y luego te da una palmada firmemente en el culo al pasar, con una sonrisa de disculpa plasmada en su rostro.

Me deslizo del coche y él cierra la puerta detrás de mí. Los dedos de Pedro se entrelazan con los míos y me tira a su lado todo el camino hasta la puerta principal. Gira el mango y entramos en la casa. Cajas bordean el pasillo y llenan la sala de estar. Me detengo cuando escucho una risa venir de atrás de una torre alta de cartón. 

―Llegué temprano, hermano ―dice en voz alta Luciano―. Moví todas las cajas por mí mismo... y, uh, podrías querer darnos unos minutos. 

Inclino mi cabeza para mirar alrededor de una caja, pero no puedo localizar su posición exacta. Cuando escucho un gemido silencioso, me enderezó de golpe. 

Oh. Necesitan unos minutos porque están haciendo eso. 

―Eso es genial. Voy a tomar una ducha, de todos modos. ―Con un encogimiento de hombros, Pedro me jala dentro de la cocina, por las escaleras, y a su habitación. Me siento mejor, una vez dentro. La última cosa que quiero ver son las partes de Vanesa o Luciano. ¿No tienen algo de vergüenza? Primero mi sofá y ahora esto... Dios mío. Nunca tendría sexo en cualquier lugar que haya una oportunidad de que me atrapen. De ninguna manera en el infierno.

―Así que tienes eso para mirar hacia adelante ahora ―le digo. 

Pedro pasea dentro del baño y lo sigo. Me apoyo en la viga de madera de la puerta cuando llego a ella. 

―No es nada nuevo. Luciano y yo hemos vivido juntos antes... la mierda que he visto. ―Pedro niega con la cabeza antes de que tire de su camiseta blanca por encima. Mi mirada se mueve rápidamente sobre su duro pecho, siguiendo el fuerte flujo de músculos hasta su forma 'V'. Espero que sus manos se enrollen en sus pantalones cortos y tiren de ellos hacia abajo, pero cuando no lo hacen, miro de nuevo a su cara.


―¿Qué has visto? ―pregunto, fingiendo que no estaba comiéndomelo con los ojos. 

―¿Vanesa no ha dicho nada? 

Estoy realmente empezando a pensar quien es su mejor amiga aquí. ¿Por qué Pedro sabe todo y yo estoy aprendiendo cosas de segunda mano a través de él?
Niego con la cabeza. 

―Luciano es una persona muy... difícil de complacer. ―Frunzo el ceño y Pedro continúa―.Sexualmente.

―Oh. 

―Sí, él está en ciertas cosas. El sexo público, tener el control, juguetes. 

―¿Juguetes?

—Él los llama los juguetes, yo los llamo las armas de tortura. 

Siento mi cara estrujarse.  

―¿Y Vanesa... a ella le gusta ese tipo de cosas? 

Observo mientras Pedro abre la puerta de la ducha y gira rápidamente el agua. Cuando él da un paso atrás, sus dedos se enroscan alrededor de sus pantalones cortos y los empuja hacia debajo de sus piernas. Mis ojos se mueven sobre él, admirando cada línea, cada forma y cada sombra. Ser tan perfecto debería ser ilegal y ¿el castigo? Cincuenta latigazos de lengua a cada perfecto montículo de músculos... 


¿Qué diablos está mal conmigo? Renuentemente, arrastro mis ojos de nuevo a su cara. 

―No lo sé, no le he preguntado personalmente, no me importa acerca de su vida sexual. Estoy, sin embargo, extremadamente interesado en la nuestra. ―Sus labios se tuercen―. ¿Estás uniéndote a mí o solo vas a seguir fingiendo que no me estás malditamente follándome con los ojos? 

 Mi boca se abre y una ráfaga de aire ofendido cae.  

―No estoy follándote con los ojos, estoy admirando tu físico. De nada.


Pone los ojos y se para más cerca. Sin querer contengo la respiración mientras su dedo índice se engancha en el cuello de mi camiseta y me tira dentro del baño, cerrando y bloqueando la puerta detrás de mí. Trago fuerte mientras sus manos ásperas se deslizan debajo de mi camiseta y suben por el contorno de mi cuerpo. Levanto mis manos para ayudarle a conseguir mi camiseta fuera mientras el cuarto se llena rápidamente con vapor. 

Sus manos ásperas rozan a través de la piel a lo largo de mi cintura y enganchan mi sostén. 

 
―La regla de ver pero no tocar ya no se aplica a nosotros. ―Él sonríe. 

―Así parece.

Siento mi sujetador aflojarse y mis senos se vuelve más pesado mientras mis pechos se soportan a sí mismos. Saco mi sujetador por mis brazos y lo dejo caer al suelo, mientras los dedos de Pedro serpentean en mi cabellera para soltar mis cabellos de su lazo. Cuando ha terminado, deslizo mis pantalones cortos a lo largo de mis piernas y salgo de ellos. Miro a Pedro y sus ojos se oscurecen. Un bochorno barre a través de mí, encendiendo un fuego debajo de mi piel. Pulsa y se intensifica, ardiendo sin descanso y se niega a asentarse. No quiero que se detenga y hay solo una sola cosa que puede detener el incendio desgarrándome y está justo en frente de mí.

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