―Vemos el lugar de descanso final de Ricardo Chaves.
Mamá se apoya en el hombro de mi hermano, llorando, mientras bajan a mi padre al suelo. Mis ojos están hinchados y pican de todo el maquillaje que llevo puesto.
Me siento tan estúpida por llevar maquillaje. Por supuesto
que iba a llorar. ¿En qué demonios estaba pensando?
Pedro sostiene mi mano en la suya y su pulgar acaricia la parte superior con dulzura. Levanto la vista hacia él. Las antorchas de fuego que lo rodean envían lucesparpadeantes a su rostro. Tiene una expresión triste y sé que la muerte de mi padre le afecta más de lo que le gusta aceptar. Al lado de Pedro y de mí, Luciano consuela a Vanesa que eligió para aparecer hoy en un par de pantalones negros,camiseta negra y una hermosa chaqueta de punto hasta la rodilla. Se ve elegante, pero informal y deseé que mamá me hubiera comprado algo más cómodo.
Este vestido es tan delgado que puedo sentir la brisa fría golpear mi cuerpo. Bien podría estar desnuda. Cuando miro hacia atrás al ataúd y me doy cuenta por millonésima vez que mi padre, a quien vi hace unos días,está tumbado ahí con ausencia de latido, las lágrimas comienzan a fluir.
Me apoyo al lado de Pedro mientras silenciosas lágrimas corren por mi cara y él pasa un brazo por encima de mi hombro.
Una vez que mi padre está en el suelo, el ministro nos pide que tiremos un puñado de tierra y que le digamos adiós.
Uno a uno tiramos puñados de tierra y lloramos y hablamos con él.
Veo este tipo de cosas en la TV y siempre me parece extraño cuando la gente habla con un ataúd o una lápida.
Nunca entendí realmente el objetivo de eso, hasta ahora.
―Te quiero ―lloro, salpicando el suelo de la caja negra―. Vendré a visitarte todo el tiempo, te lo prometo.
Me levanto para que la próxima persona diga adiós. Busco a mamá,que está rodeada de sus seres queridos y de miembros de la familia, por suerte ya me expresaron sus condolencias a mí y no tengo más para escuchar. El final de la muerte de papá apesta. Es todo un proceso enorme y agotador que no ofrece ninguna privacidad… pero sí ofrece un cierre y es mejor así, supongo.
Camino fuera un poco para recuperar el aliento y decidir a dónde ir desde aquí. No puedo volver a mi apartamento y dejar sola a mamá. Dentro de unas semanas no podré pagar mi apartamento y, ¿qué pasará con el gimnasio de papá? Todavía hay luz, agua y todo lo demás que se tiene que pagar cada pocos meses. No puedo permitirlo. Mamá se verá obligada a buscar un empleo, pero nadie va a contratarla. No ha trabajado en más de treinta años, no es precisamente una ventaja. Exhalo y me siento en el pasto,
mirando la hermosa ceremonia de noche, en nombre de mi padre.
―¿Puedo sentarme? ―La voz de Ramiro me sobresalta. Ni siquiera vi que se acercara.
Ramiro apareció en el comienzo de la ceremonia. Es lo justo, supongo.
Conoció a mi padre por mucho tiempo.
―Por supuesto.
Se sienta a mi lado y el claro olor a vodka se filtra a través de mi nariz.
Me entrega el frasco que está sosteniendo en su mano y lo tomo, dándole un gran bocado. Aprieto los dientes y hago un ruido extraño con la base de mi garganta. Ramiro se ríe.
―Nunca pudiste manejar tu consumo de alcohol.
Me río una vez.
―Está bien, tú bebiste lo suficiente por nosotros dos.
Sus hoyuelos se desvanecen junto con su sonrisa y aparta la mirada.
―Realmente lo jodí, ¿no?
Sí, lo hiciste. Todo esto con Pedro empezó porque quería vengarse de Ramiro. Ahora mira, estamos enamorados, más enamorada de lo que he estado nunca.
―Dímelo tú.
―Así es. ―Toma un gran trago de su vodka―. Me diste tantas oportunidades… ―Ramiro niega―. Te sostuviste durante todo el tiempo que pudiste, no te culpo por darte por vencida.
No respondo. Las conversaciones profundas y significativas con ex me parece ser un “no está bien en una nueva relación”. Sin embargo, aún aprecio su intento. Tal vez trate mejor a la próxima chica.
―¿Lo amas? ―Hay amargura en su tono, pero no puedo no responder a la pregunta, cuando sé la respuesta.
―Sí, por supuesto.
―¿Y él? ¿Te ama también?
Contuve una sonrisa. No puedo evitarlo. Sonrío cada vez que hablo de Pedro o del hecho que me ama.
―Lo hace.
Él suspira y se obliga a ponerse de pie.
―Entonces definitivamente perdí. Cuídate. ―Se pasea lejos de mí.
Pedro pasa junto a Ramiro en su camino hacia mí y no perdona una mirada en su dirección. Está sonriendo y me siento aliviada de que no esté confundido acerca de Ramiro y de mí sentados aquí solos.
―Hay algo que tengo que decirte. ―Extiende su mano a mí y la tomo mientras me pone de pie.
Antes de que diga alguna otra cosa se encoge de su chaqueta y la coloca sobre mis hombros. Siempre pensando en mí.
―Me estás poniendo ansiosa, ¿qué sucede?
―Hablé con tu madre acerca de ello y me dio el visto bueno, pero quiero hablar contigo acerca de eso antes de hacer alguna cosa.
―Está bien…
―¿Cómo te sientes acerca de que compre el gimnasio de tu padre? Lo mantendré exactamente igual durante todo el tiempo.
Estoy sorprendida.
―¿Quieres comprar el gimnasio de papá?
―Así es. Me encanta el gimnasio. Me enamoré de él en el momento que lo vi.
Tantos pensamientos pasan por mi mente, pero sigo cayendo de nuevo a un pensamiento en específico. No puedo darme el lujo de mantenerlo
―Puedes comprarlo. Es tuyo. ―Aunque estoy triste de que no estará en nuestra familia nunca más. Estoy feliz de que alguien como Pedro lo quiera. Él no haría nada para estropearlo.
Su sonrisa se ensancha.
―Hay una cosa más. Quiero que lo manejes.
Me ahogo.
―¿Yo?
Se estira y agarra mis hombros.
―Será tuyo. Podrás controlar todo lo que sucede en él. Sé que te encanta ese lugar…
Lágrimas en mis ojos. Maldita sea. ¿Cuántas veces me sorprenderá este hombre?
―¿Harías eso por mí?
Pedro se adelanta, plantando un beso en mi frente.
―Haría cualquier cosa por ti.
Pongo mis brazos alrededor de su cuello tirando de su boca a la mía. Si mi familia no estuviera aquí y no estuviéramos en un cementerio, lo tomaría aquí, ahora mismo. Pero, lamentablemente, hay ocasiones y lugares para todo. Él se aleja, dejándome sin aliento.
―Tengo que estar en el aeropuerto a las tres para tomar mi vuelo, pero regresaré en ocho días y me podrás agradecer entonces. ―Incluso en la tenue luz puedo ver sus ojos con una llamarada de placer.
Suspiro.
―Estaré contando los días
―Wow, vaya manera de hacerme sentir loco ―dice, inclinándose y besando mi cuello.
―¿Cómo?
―Porque estaré contando los segundos. ―Su lengua se dispara fuera de su boca y se desliza contra mi piel. Inclino mi cabeza hacia un lado,dándole más carne para lamer. Cuando llega a mi lóbulo de la oreja lo toma en su boca, provocando un gemido de mí. Se ríe profundamente mientras endereza su postura―. Vamos. Vamos a ayudar a tu mamá en la casa.
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