Luciano y Vanesa van a alguna parte y el resto de los chicos se dirigen a las escaleras para enganchar chicas, dejándonos a Pedro y a mí solos. A pesar de la cena que tuve, los tequilas ya están haciendo que mi cabeza se sienta ligera.
Cuando golpeo mi cuarto tequila algún momento más tarde, decido parar y me inclino hacia Pedro mientras sus labios se envuelven alrededor de la botella. Me quedo mirándolos mientras traga un bocado y quiero desesperadamente probarlos yo misma.
―Así que, ¿por qué no eres un gran bebedor? ¿No te gusta el sabor o la sensación? ―le pregunto, arrastrando mi mirada de sus labios a sus ojos.
Atornilla la tapa de la botella y la coloca sobre la mesa.
―Sintiéndote curiosa, ¿verdad?
Asiento y él envuelve un brazo alrededor de mí.
―Hay tantas cosas que necesito entender acerca de ti. Constantemente me sorprendes.
―La mitad de la razón es porque no me gusta no estar en control y la otra mitad… bueno… ―Sus cejas entrelazan juntas―. Es una historia larga y complicada.
Siempre lo es con él. Respeto su decisión de no decirme aunque cada fibra de mi ser está gritándome por investigar en profundidad. Vítores ruidosos suenan en toda la sala VIP, distrayéndome. Nuestro pequeño grupo de amigos está liderando un montón de desconocidos por las escaleras y pronto la sala se vuelve tan llena como abajo. Vanesa cae en el sofá junto a mí mientras Luciano engancha a Pedro en una conversación.
―Todavía tienes dos tequilas por delante ―grita Vanesa en mi oído antes de mirarme como si me hubiera atrapado tirando un regalo.
―Me estoy sintiendo bien. No quiero exagerar.
Haciendo caso omiso de lo que dije, me entrega un tequila de todos modos.
―Haremos uno juntas entonces.
El líquido negro quema mi nariz cuando lo traigo a mis labios. Vanesa me guiña un ojo e inclino la cabeza hacia atrás, vertiendo el líquido dentro.
El tequila con sabor a regaliz baja sorprendentemente bien y apenas pongo el vaso sobre la mesa cuando Vanesa me tira a mis pies.
―Vamos a bailar.
Me quejo en protesta, pero no hago mucho para detenerla de arrastrarme a la pista de baile. Mi cabeza es extremadamente ligera y ahora me estoy divirtiendo. Vanesa y yo bailamos juntas, olvidando por completo que estamos aquí con gente.
No tengo idea de cuánto tiempo hemos estado bailando, pero estoy sudando y la cantidad de personas en la habitación ha disminuido. Vanesa se inclina en mi oído y su cabello rubio se pega a mi mejilla húmeda.
―¿Un trago más?
Me encojo de hombros y asiento. Uno más no hace daño, supongo. Su codo se engancha alrededor del mío y caminamos hasta el bar. Descanso los codos en la superficie barnizada, apoyando algo de mi peso. Si no fuera tan fuerte aquí oiría mis piernas suspirar de alivio. Miro hacia atrás a Pedro y frunzo el ceño cuando veo a una chica a su lado con su linda mano con manicura en su rodilla. Al igual que casi todas las chicas aquí, tiene grandes tetas falsas y largo cabello rubio platino que se enrosca alrededor de sus pechos. Los ojos de él se mueven de ella a mí y fuerzo a mi mejor sonrisa de “no estoy celosa” antes de volverme hacia el bar. Tengo que confiar en él.
Vanesa se inclina para ordenar y un idiota borracho se para groseramente entre nosotras, golpeando a Vanesa con la chica a su lado. La chica está enojada, aunque no tengo ni idea de por qué, ni una gota aterriza sobre su vestido de tubo de color azul celeste. El rostro de la chica se contorsiona en una mueca maliciosa.
―¡Qué demonios! ―gruñe ella hacia Vanesa, mostrando sus dientes monstruosamente blancos y balanceándose ligeramente.
Vanesa me mira por encima del hombro, riendo como una idiota y reprimo una sonrisa.
―Lo siento. ―Vanesa medio sonríe, medio se disculpa―. Este hombre…
―Al diablo con eso. Me debes una bebida.
Los dos amigos detrás de ella se quejan incoherentemente en acuerdo.
―No te debo una mierda ―responde Vanesa.
Vanesa no es alguien que evita una pelea de bar (o eso dice ella) así que tiro con fuerza su mano. No hay manera de que me esté metiendo en una pelea con estos tacones. Tachen eso, de ninguna manera voy a entrar en una pelea, y punto. No he tenido una en mis veintitrés años de vida y no quiero empezar ahora.
―No es gran cosa, Vane. Basta con remplazar la bebida.
―No.
La rubia da unos pasos hacia delante en un intento de intimidar a Vanesa. Ella no es tan intimidante… Quiero decir, no es mucho más alta que yo y su maquillaje está hecho horriblemente, como un payaso en un carnaval.
―Reemplaza. Mi. Jodida. Bebida.
Vanesa da un paso hacia la chica y corro a su alrededor, valientemente poniéndome entre ellas.
―Relájate ―le digo a la chica―. Voy a reemplazar tu bebida. ¿Qué estabas bebiendo?
―Gin and tonic.
Le digo al camarero y él chasquea uno. Cuando me lo entrega, me deslizo contra la madera barnizada hacia la muchacha. Sus ojos oscuros me inspeccionan y luego a la bebida. Después de unos segundos, me sonríe y coge el vaso. Me hundo en alivio. Gracias a Dios que ha terminado.
Antes de voltearme a Vanesa, la payasa rubia desliza la bebida de la barra y se estrella a mis pies, mojando mis dedos de los pies. Pedro está a mi lado al instante, su mano clavada firmemente alrededor de mi cintura. Unas cuantas personas están mirando ahora y la ira quema dentro de mí. Mi mirada se eleva desde mis pies hasta la molesta cara de suficiencia de la chica. Vanesa da unos
Antes de voltearme a Vanesa, la payasa rubia desliza la bebida de la barra y se estrella a mis pies, mojando mis dedos de los pies. Pedro está a mi lado al instante, su mano clavada firmemente alrededor de mi cintura. Unas cuantas personas están mirando ahora y la ira quema dentro de mí. Mi mirada se eleva desde mis pies hasta la molesta cara de suficiencia de la chica. Vanesa da unos
pasos a mi alrededor y empuja fuerte a la chica.
―¿Cuál demonios es tu problema? ―grita ella.
La rubia desconocida tropieza hacia atrás antes de lanzarse hacia Vanesa. No sé lo que pasó… lo siguiente que sé, mi puño vuela de mi lado y golpeo a la chica en la mandíbula. Cae duro y estoy de pie sobre ella,dominándola. Ella me mira, apretando la mandíbula. Sus ojos son brillantes por las lágrimas, haciéndome sentir como una mierda. Oh, mierda. ¿Qué he hecho? Abro la boca para disculparme y ayudarla a levantarse, pero unos fuertes brazos me contienen.
―Es hora de irnos. ―Pedro se ríe entre dientes, tirándome encima de su hombro.
Estiro mi cuello para mirar hacia arriba y detrás de mí Luciano está llevando a Vanesa, quien está gritando y dándole alaridos a la chica que le di un puñetazo.
Golpeé a una chica.
En la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario