viernes, 6 de junio de 2014

CAPITULO 211



En la planta baja, Maca todavía pega un atracón a las uvas y me ignora mientras los pela de su piel. Los viejos hábitos nunca mueren. Separo la pluma de mi chequera y echo el librito contra la superficie de la mesa. Le daré treinta mil dólares. Eso debería mantenerla fuera de los clubes durante un par de semanas y cuando se acabe, le daré más y más y más hasta que ella se dé cuenta de que Brian y su estúpido sueño no van a ninguna parte y abandone su perdedor culo.

—¿Qué estás haciendo? —me pregunta Maca con curiosidad cuando escribo las decenas de miles de dólares.

—¿Qué te parece que estoy haciendo? Te voy a dar dinero.

—No es por eso que vine aquí. 


Ignoro el tono ofendido en su voz.  


—Tal vez no, pero ya que lo hiciste, no te irás de aquí hasta que retires el dinero y me prometas que dejarás de desnudarte. 


—¿Y si no tomo el dinero?


Maca. Sacudo la cabeza, ella siempre malentiende mis demandas por preguntas como Paula.



—Toma el dinero, deja de desnudarte y no voy a decirle a Brian sobre tu lapso temporal de juicio.


Rasgo el papel del libro y lo doblo una vez, luego dos veces, antes de que lo extienda hacia ella. No lo toma de mi mano, solo me mira.


—¿Me estás chantajeando seriamente para que tome tu dinero?


—Si lo tomas, no voy a tener que hacerlo.


Sus ojos marrones se quedan trabados en los míos durante unos largos segundos antes de que ella expulse una exhalación y tome el dinero. Tan pronto como el dinero sale de mis dedos, se quita un peso de mis hombros.


—Sabía que vendrías por mí... con el tiempo. Siempre lo haces. 

Asiento.  


—No más silencio entre nosotros. Quiero que sepas que puedes ponerte en contacto conmigo cuando quieras y no quedarte relegada a un lado.


Siento su movimiento de cabeza contra mí mientras me da unas palmaditas en la espalda. Me doy cuenta de que sus ojos marrones están nadando en lágrimas cuando se aleja y tercamente las limpia. Es bonito. Me gusta ayudar a mi hermana pequeña cuando no estoy siendo un idiota total y haciendo caso omiso de ella, es decir. 

—¿Quieres ir a buscar algo de comer? Hay un buen lugar de pizza a unas cuantas calles de distancia de aquí.


Paso los dedos por mi cabello y miro al reloj. Tres minutos es todo lo que tengo hasta regresar con Paula y tener que explicárselo todo. No quiero que espere un segundo más de lo que tenga que hacerlo.  

—Tengo que ir al piso de arriba...


La cara bonita de Maca se contorsiona hasta encogerse, como si le hubiera dado demasiada información.


—Lo siento, debería haber sabido que tendrías compañía.


—No es esa clase de compañía.


Ella sonríe, tirando de una uva del montón y pelándola entre sus largas uñas.  


—Siempre es ese tipo de compañía cuando se trata de ti.


—No esta vez —le respondo y hasta sonrío un poco—. Ella es diferente.


Inclina la cabeza hacia un lado, como un perrito adorable.  


—¿Mi hermano mayor finalmente va a establecerse? ¡Quiero conocerla! —Deja caer los restos de su uva, rebota delante de mí y va hacia las escaleras, pero engancho su pequeño brazo y la tiro de vuelta antes de que haga algún progreso real. Paula no sabe de Maca. Solo sabe que es una estríper y tener esa misma chica corriendo por las escaleras para decir “hola” no va a ayudar a nadie.


—Puedes conocerla cuando ya no esté en la caseta del perro por tratar de sacar a una estríper de un escenario.


Maca frunce el ceño.

  
—¿Ella no sabe que yo soy tu hermana?


—Todavía no, pero voy a decirle en… —Echo un vistazo al reloj—. Cuarenta segundos. —Muestra sus palmas hacia mí, dando un paso hacia atrás. 

 
—Entonces déjame abrazarte de nuevo. —Sus labios se rizan en una sonrisa de adoración—. Me alegra que te encontraras conmigo esta noche. Es bueno limpiar el aire.


Le sonrío y ella camina por delante de mí.


—¿A dónde vas? —pregunto—. Es tarde, quédate en el sofá esta noche.


Ella niega con la cabeza, sin ralentizar su ritmo hacia la puerta. 

—No puedo —dice Maca sobre su hombro mientras abre la puerta—Tengo que encontrarme con Brian a las tres a.m. Te quiero, hermano.


Ella sale y cierra tras de sí y me deja con siete segundos de margen. Sin pensarlo dos veces, me arranco mi camisa sobre mi cabeza y trepo por las escaleras. Las subo en un, dos no, tres pasos a la vez y me detengo de golpe antes de llegar a la puerta. Me tomo un segundo para mí, trago saliva y dejo caer mi camisa al suelo. En el bolsillo de atrás, siento que mi teléfono vibra. Ha vibrando toda la noche. 


Damian sabe que no debe aparecer aquí esta noche. Él sabe que Paula es la única persona con la que quiero estar en este momento y cuando duermo, mi teléfono queda sin contestar, él sabrá que estoy bien porque estoy con ella.

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