domingo, 1 de junio de 2014

CAPITULO 194






Pedro 
 
Me recuesto contra el auto, mis manos llenando mis vaqueros mientras espero a Paula. Portland es sorprendentemente frío a las cuatro y media de la mañana. 


Aparentemente, Damian reservó el vuelo más temprano que pudo. Él siempre quiere hacer lo máximo de cada día y no quiere pasar la mayor parte sentado en un avión. Según mis cálculos, tomaremos el avión a las cinco y estaremos en Nevada a las once de la mañana. Nada mal, pero sigue siendo mucho maldito tiempo para mí. Preferiría manejar los cuatro mil quinientos kilómetros y evitar caer desde el cielo. 


He tenido suerte hasta este momento, ¿pero que tanto puedo bailar con la muerte? Uno de estos días, ella y el karma podrían decidir que están cansados de mi mierda y me dejaran caer en picado al océano.



Salto de las imágenes de una caída y una ardiente muerte por el sonido de la puerta del frente de Paula abrirse y la mosquitera golpeando contra el muro de ladrillo. Verla inmediatamente relaja algo de mi duda y salgo del carro y camino pasando la cerca para agarrar su maleta. Ella luce adorable en su chaqueta blanca con capucha y pantalones negros. Paula sonríe de manera somnolienta y no puedo evitar sonreírle de regreso. Ella es muy linda como para no sonreírle,incluso cuando está molesta.


—Buenos días —me saluda, haciendo que mi corazón se sienta todo estúpido y tibio.


—Buenos días —contesto, tomando su maleta y poniéndola detrás de mí.


Olvidando el equipaje, agarro la chaqueta de Paula y tiro de ella hacia mí.


Su rostro adormilado despierta en el instante en que presiono mi cuerpo contra el suyo. No sé porque siempre la atraigo hacia mí… pero se siente mejor cuando la estoy tocando. Siento paz, como si todo estuviera bien. Sus ojos verdes estudian mi rostro, mirando fijamente. Quiero besarla. Voy a besarla. Bajo mi boca hacia la de ella, presionando escasamente mis labios contra los suyos. Me detengo por un momento, escuchando su rápida respiración. Adoro la forma en que la afecto y sé que si deslizo mi mano dentro de sus pantalones, estará húmeda y lista para mí,siempre lo está. Mientras presionó mis labios más duro contra los de ella, su mamá, Sandra, se detiene detrás de ella sosteniendo una maleta larga y negra.

—No olvides tu vestido, Paula. Buenas, Pedro.  


Paula se aleja de mí, como si hubiese sido un plato caliente en el que colocó  sus manos sin prestar atención. Sonrío, divertido por su reacción. Paula recibe el vestido y me mira brevemente, sus rosadas mejillas resplandeciendo antes que llevara el vestido al auto. Un incómodo silencio llena el aire entre Sandra y yo. Sé que Sandra no es exactamente mi fan número uno, pero sé que le agrado lo suficiente como para estar con su hija.


—Le pediré que se case conmigo —le digo rápidamente a Sandra, sin bobadas.


Sus delgadas, cejas marrones casi se elevan hasta el nacimiento de su cabello, pero trata de enfrentar mi anuncio como si no fuese la gran cosa.  

—¿Ahora mismo?  

—Sí, mientras estamos en las Vegas. Y me la llevaré de esta casa a la mía.  

La esquina del labio de Sandra se retuerce, sus fangosos, ojos verdes estrechándose sobre mí.   

—Tengo la sensación de que no me estás pidiendo permiso.
Sacudo mi cabeza.
—No, señora. Estoy diciendo las cosas como van a suceder.
Ella cruza los brazos. Se ve tan pequeña en su bata de flores. 

 
—Estás extremadamente confiado en que Paula dirá sí.

—Lo estoy —digo y mi estómago se revuelve por la mentira. 


No sé porque siento tanto recelo por su respuesta. Ella me ama. Me lo dice casi todos los días,pero ella también es caprichosa e impredecible. Hay una posibilidad de que diga no o aún no y mi misión en las Vegas es alejar esas posibilidades. Cuando soy optimista ella hace lo que sea por mí, se lo pediré y no será de la forma tradicional. No. Se lo pediré en la forma “Pedro” así que de ninguna maldita manera lo olvidará.


—Bueno, tienes mi aprobación… aun si no la quieres.


Sus palabras me atrapan fuera de guardia y estoy repentinamente congelado, incapaz de hablar. ¿Acaba de darme permiso? ¿Sandra Chaves, acaba de darle su bendición a Pedro Alfonso? Combato el deseo de pellizcarme para ver si es un sueño. 

—Gracias.


Ella mueve su mano hacia mí y yo se la agarro, atrayéndola a un abrazo. En lugar de golpearme lejos como esperaba, ella se ríe entre dientes y da palmaditas rápidas en mi espalda. Cuando la dejo ir, se aleja, cubre sus ojos con sus manos y me da la espalda.


—Buen viaje. Mantén a mi bebé a salvo.


Antes que pueda responder, ella entra a la casa y cierra la puerta. Yo agarro la maleta y me dirijo al auto, Paula tiene la puerta abierta y ambas, ella y Vanesa,están mirándome fijamente, sus ojos saliéndose de sus cráneos.


—¿Qué? —pregunto mientras abro la cerca y la atravieso.


—Nada —responden al unísono.

No hay comentarios:

Publicar un comentario