Apenas estamos en la tienda por cinco minutos antes de que mi mirada caiga sobre un impresionante vestido de color púrpura profundo. Fluye hacia el suelo y tiene dos tirantes finos cubiertos en exquisitos patrones de cuentas que bajan y rodean la cintura. Por debajo de la cintura con cuentas, hay una delgada franja de encaje morado que expondrá una tira delgada de piel antes de que el patrón de cuentas comience de nuevo.
Este.
Este es el vestido que usaré para la cena de Pedro. Es sexy. Es elegante y es perfecto.
—¡Eso es increíble! —murmura Vanesa. Extiende la mano y lo quita del estante—. Pruébatelo.
Lo empuja hacia mis manos y la suave tela de satén se desliza entre mis dedos. Sí, este es sin duda el vestido que voy a usar.
—No necesito probármelo. Lo quiero.
Vanesa me mira con la misma mirada que Pedro me dio después de que rechacé usar su tarjeta. Su mirada no me altera como la de Pedro lo hace, sin embargo.
—Tienes que probarte el vestido, para asegurarte de que te queda bien.
—Me quedará bien —le digo, abrazando el vestido más cerca de mí.
Agarra mi hombro, sus huesudos dedos se clavan en mí mientras me hace girar, empujándome en dirección a los vestuarios.
En el interior, las habitaciones son espaciosas. Tan espaciosas que incluso hay un sofá para sentarte y ver a tus amigas vestirse. Eso no es raro en absoluto. Por supuesto, Vanesa tiene que sentarse y verme mientras me cambio.
Una vez que me pongo el vestido, me siento diferente, y con el riesgo de sonar como una perdedora total y absoluta, me siento como una princesa. El vestido expone una porción apropiada de mis pechos y se aferra a mi cintura y caderas antes de fluir suavemente por mis piernas en un flujo interminable de perfección púrpura.
Una vez que me pongo el vestido, me siento diferente, y con el riesgo de sonar como una perdedora total y absoluta, me siento como una princesa. El vestido expone una porción apropiada de mis pechos y se aferra a mi cintura y caderas antes de fluir suavemente por mis piernas en un flujo interminable de perfección púrpura.
—A Pedro realmente le gustará este. —Sonrío, girando para mirar a la parte de atrás. La parte trasera del vestido elegantemente expone mi espalda.
—Le gustará. Quién sabe, a lo mejor le gustará lo suficiente para arrancarlo de tu cuerpo.
Mis ojos se mueven hacia ella y siento que mis mejillas se ponen rojas. Pedro tiene la costumbre de romper todas mis cosas bonitas.
—Sin comentarios.
Vanesa vuelve a caer en el sofá en derrota.
—Vamos. ¡No eres divertida! Y que lo digas. Dime algo sobre Pedro y sexo.Apuesto a que es bueno, ¿cierto?
La dueña de la tienda se asoma torpemente alrededor de la puerta y Vanesa le sonríe como si nada estuviera mal. La dama le regresa la sonrisa a Vanesa con una mirada, como si fuéramos indignas de estar en su tienda, antes de resoplar una vez al acechar alejándose. Vanesa pone los ojos en blanco y sigue hablando,sin vergüenza.
—¿Por lo menos dime una cosa que te hace que te gusta?
Procedo a bajar la cremallera del vestido.
—No, Vane, no te voy a decir nada. Se lo repetirás a Luciano y a cualquier otro que escuche, probablemente incluso a mi madre.
—No lo haré, lo prometo.
Niego con la cabeza y Vanesa intenta un enfoque diferente.
Un enfoque que sabe va a obtener una reacción de mi parte.
Un enfoque que sabe va a obtener una reacción de mi parte.
—¿Te gusta cuando te besa el cuello? —Doy un paso alejándome del espejo para que no pueda ver mi sonrisa emergente en el reflejo—. ¿Tal vez te gusta cuando sus fuertes manos recorren tu cuerpo, agarrándote en todos los lugares correctos?
—Vanesa —le advierto. Sus palabras me hacen quedarme sin aliento mientras me imagino vívidamente en mi cabeza todas las cosas que dice.
—O tal vez te gusta cuando gime tu nombre... —Ella gime mi nombre en su mejor voz de “Pedro” y agarro el vestido esmeralda que cuelga en el estante. Echo un vistazo por encima de mi hombro y me sonríe con malicia mientras mi cara se calienta—. ¿Cuando él te toma rudamente desde atrás?
Me doy la vuelta y le tiro el vestido y ella se ríe locamente, haciendo una bola con la tela.
—¡Eres una chica tan sucia, Pau! Por debajo de ese rostro inocente hay una bestia sexual, ¿cierto?
Quiero estar enojada con ella por ser tan sin censura, pero no puedo. Ella tiene una de esas caras, como la de Pedro, que uno simplemente no puede obligarse a odiar. Mientras se ríe como un idiota, me quito el vestido y me vuelvo a poner mis sencillos pantalones vaqueros azules y camiseta blanca.
—Compraré este vestido. Ahora, salgamos rápidamente de aquí antes de que me avergüences más.
Troto desde el vestidor y pago mi vestido, a la vez que Vanesa se ríe a mis espaldas. No puede parar. Ama atormentarme, siempre lo ha hecho, y la dueña de la tienda no aprecia que impulsivamente me ría, una vez o dos mientras registra mis compras en la caja registradora. Creo que hasta escupí en ella un par de veces. Estúpida Vanesa, es como en el instituto de nuevo. Ya sabes, ¿cuando estás tratando desesperadamente de no reírte, pero terminas cacareando como una psicópata? Sí, este es uno de esos momentos y cuando me entrega mi recibo,no puedo salir de allí lo suficientemente rápido.
Después de la tienda de ropa, Vanesa fue a ver a Luciano y yo me fui a casa.
Me imagino que tendré un tiempo más fácil tratando de evitar mostrarle mi vestido a Pedro si no lo veo de inmediato. Curiosamente, mamá no está en casa, así que voy directamente a mi habitación y cuelgo mi vestido en mi armario. Las cajas todavía se acumulan en el suelo, junto con una cantidad ridícula de ropa.
Sucia o limpia, no tengo ni idea. Mi teléfono suena y sé que es Pedro porque programé su canción de entrada como su tono de llamada personal mientras estábamos en California.
Lo saco de mi bolsillo y lo llevo a mi oído, cerrando mi
Lo saco de mi bolsillo y lo llevo a mi oído, cerrando mi
armario e inclinándome contra él.
—¿Hola?
Me bosteza su hola. ¿En serio? ¿Estuvo durmiendo todo el tiempo que estuve fuera? De alguna manera, estuve fuera por casi tres horas.
—¿Has dormido bien?
—Lo habría hecho si estuvieras aquí. —Suspira—. Dormí bien. ¿Qué estás haciendo?
Me encanta cuando su voz es toda ronca por el sueño.
—Acabo de llegar a casa y guardar mi vestido. Probablemente voy a comenzar a empacar para Las Vegas.
—Divertido —dice inexpresivamente y sonrío. Pedro odia empacar más que yo, y sé que no empacará lo suyo hasta una hora antes de que nos vayamos—. Me dirijo al gimnasio. Damian llamó y quiere hacer una pequeña sesión de entrenamiento esta tarde.
—Ten cuidado. ¿Cómo te sientes? En realidad no cuidé muy bien de ti en California...
—Estuviste perfecta en California y estoy bien. Casi no siento nada.
Le creo. El tiempo que pasamos en California fue tanto relajante como liberador, no tuvimos sexo y Pedro no se metió en ninguna pelea, por lo que su cuerpo tuvo una buena oportunidad de recuperarse. Sé que no va a sanar milagrosamente durante la noche, pero estará perfecto para el momento en que sea su pelea en un poco más de dos semanas. Todos nos vamos para Las Vegas en dos días, Vanesa, Luciano, Damian, Pedro y yo, además de cualquier personal que la MMAC haya asignado para Pedro.
Desde las 12 a.m. del día de nuestra partida a Las Vegas serán exactamente t-menos dos semanas hasta la primera pelea profesional de debut de Pedro. Él parece emocionado por ello, pero me hubiera gustado que me expresara sus sentimientos, no la mierda arrogante que usa para cubrir su preocupación. Pedro tiene confianza en sus habilidades, pero también sé que duda de sí mismo más que cualquier persona que conozco. No es que él alguna vez lo admitiría.
—¿Te veré hoy? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.
—Puedes verme en cualquier momento que quieras. Iba a empacar, pero si me necesitas en el gimnasio, estaré allí.
—No, creo que puedo manejar... solo. —Él se ríe una vez en voz baja—. Haz tus maletas y te llamaré más tarde.
—Está bien.
—Te amo. —Sus dos pequeñas palabras me hacen sonreír ampliamente y giro mi cuerpo, para así no ver mi sonrisa cursi en el espejo de mi tocador.
—Te amo, también.
Él permanece en la línea por unos segundos más antes de suspirar y colgar.
No sé lo que pasa por su cabeza a veces. Lanzo mi teléfono en mi cama y pongo mis manos en mis caderas. No tengo que sacar mi maleta desde ningún rincón oculto, ya está abierta en el suelo de mi habitación. Doy un paso hacia ella, levantando mis pies más alto de lo normal para que las ropas delicadas no se envuelvan alrededor de los dedos de mis pies y me hagan tropezar. Me arrodillo junto a la maleta y paso las palmas de mis manos por mis muslos, dejando salir una exhalación pesada. Por último, extiendo la mano y empiezo a clasificar a través de la ropa mientras empaco para la aventura más grande de mi vida.
buenísimos,seguí subiendo!!!!
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