Paula
A menos de un día para las Vegas
Estaba sola en el camino de regreso a Portland, o al menos podría muy bien haberlo estado.Pedro durmió todo el camino después de tomar una pastilla para dormir o dos porque se sentía especialmente preocupado por el viaje en avión con todas las nubes oscuras juntándose.
Tuve que conducir hasta el aeropuerto y tratar de mantenerlo despierto hasta que subimos en el avión. No es fácil soportar el peso de su gran cuerpo, te diré eso. Al final, lo tenía apoyado contra un poste mientras leía estúpidos, chistes no graciosos y artículos de una revista de Humor Masculino que encontré en una mesa cercana. La cantidad de miradas extrañas que recibimos era ridícula y Pedro,
me río una vez en voz baja mientras la sonrisa adormilada de Pedro llena mi mente,es un bobo a veces. Fue divertido tratar de verle elaborar oraciones completas. No se dio cuenta de lo que pasaba a su alrededor muchas veces e ignoró a tanta gente que estaba preocupada de que no fueran a dejarnos subir en el avión. Finalmente,lo hicieron y Pedro estaba fuera de combate antes de que el piloto se hubiera dirigido a los pasajeros. Tuve que abrocharle el cinturón de seguridad e inventar una historia a la preocupada azafata acerca de que estaba indispuesto, quien creo que quería despertar a Pedro sólo para poder hablar con él. Todo era... divertido,por decir lo menos. En el lado positivo, un Pedro dormido significaba que podía tener mi persiana abierta y ver cómo nos elevamos a través de las nubes.
Afortunadamente, el auto de Pedro todavía estaba allí cuando volvimos a Portland, y yo era la afortunada conductora designada de nuevo.
—¿Cuál es el plan para el resto del día? —Pedro bosteza, todavía cansado.
Le miro de reojo mientras tira de su sudadera negra sobre su cabeza y se apoya contra la ventana. No sé por qué está usando una sudadera con capucha. El tiempo en Portland es cálido y pegajoso, es un clima contra sudaderas con capucha, la verdad.
—No tenemos ningún plan.
—Bien. Creo que podría dormir mientras se pasan los efectos del medicamento.
Le echo un vistazo de nuevo.
—Son sólo las nueve de la mañana y ¿quieres pasar todo el día en la cama?¿Estoy asumiendo que tampoco es la clase divertida de “todo el día en la cama”?
—Puedo hacer que sea divertido. —Juro que lo oigo sonreír—. Después de unas horas de descanso.
Hago pucheros. Tal vez pueda leer mientras Pedro duerme, eso podría ser divertido. No he leído en mucho tiempo y me he estado muriendo por terminar mi última novela romántica histórica, Maldición de Amor.
Estaciono en el camino de entrada de Pedro y me deslizo fuera del asiento del conductor. Me encanta conducir el auto de Pedro, en las raras ocasiones que se me permite conducirlo, es decir. Es grande en comparación con mi Mazda azul ubicado fuera de la casa de Pedro, pero me encanta mucho más.
Bloqueo el auto y le entrego las llaves cuando camina alrededor del auto para encontrarme al otro lado. Echo un vistazo por la calle tranquila, por suerte,Luciano no está aquí, Pedro y yo podemos tener algo de paz y tranquilidad absoluta para relajarnos después de nuestro viaje. Antes de que caminemos hacia su casa, Pedro comprueba su buzón de correo y saca dos cartas blancas. Una, la mete de nuevo, pero la otra, la abre.
—Al parecer, tenemos una cena para ir en Las Vegas. De vestimenta formal.—Me mira, quitándose la capucha de la cabeza y dejando al descubierto su oscuro cabello desordenado—. No me gusta la vestimenta formal.
—¿Vestimenta formal? —le pregunto, haciendo caso omiso de su queja. Me devano los sesos, tratando desesperadamente de recordar si tengo un vestido
remotamente lo suficientemente bueno para un evento así.
Mierda.
Mierda.
—Nos vamos a Las Vegas mañana —le digo—. Voy a tener que ir de compras para conseguir un vestido hoy.
—¿Hoy? ¿No puedes ir mañana?
Niego con la cabeza.
—Necesito la mayor cantidad de tiempo que pueda conseguir. Tiene que ser perfecto.
Ya estoy alejándome de Pedro hacia mi auto y marcando el número de Vanesa en mi cabeza.
—Espera, al menos toma mi tarjeta. —Él estira su mano hacia su bolsillo trasero y siento mis ojos volverse como platos.
Me horroriza que haya buscado en su billetera por mí. Ha gastado suficiente dinero este fin de semana, paseos en avión, hoteles, comidas, autos, no puedo entender que gaste un centavo más en mí. Me meto las manos en los bolsillos de mis pantalones vaqueros mientras saca la tarjeta negro y dorada de su billetera, extendiéndola hacia mí.
—No voy a tomar eso.
Niega con la cabeza, como diciendo que estoy siendo estúpida. —¿Por qué? No quiero que gastes tu dinero en un vestido que sólo vas a usar una vez.
—No voy a tomar tu tarjeta. Soy una chica grande, puedo cuidar de mí misma.
Da un paso hacia adelante. Yo doy un paso atrás y él exhala.
—No de nuevo, Paula. Toma la tarjeta.
Giro sobre mis talones y desbloqueo mi auto con mi llave de repuesto.
Gracias a Dios la puse en mi bolsillo trasero antes de salir de California.
—Te veré más tarde.
Me agacho mientras abro la puerta. Tan pronto como me agaché, me vuelvo a levantar, encontrándome de frente con la desaprobación de Pedro.
—Gracias por California. Te amo.
Me sumerjo en mi coche, lo pongo en marcha por primera vez en unos pocos días, y conduzco a Annie’s Formal Wear.
Es la única tienda de ropa que sé que sin duda tendrá algo impresionante para mí. Veo los vestidos en la ventana cada vez que paso conduciendo en mi camino al trabajo por la mañana. Marco el número de Vanesa y me llevo el teléfono al oído.
Es la única tienda de ropa que sé que sin duda tendrá algo impresionante para mí. Veo los vestidos en la ventana cada vez que paso conduciendo en mi camino al trabajo por la mañana. Marco el número de Vanesa y me llevo el teléfono al oído.
—¡Hola, tú! ¿Has vuelto? —responde.
—Sí, nos vemos en Annie´s Formal Wear en quince minutos. Necesitamos vestidos para una cena formal en Las Vegas.
—Luciano y yo ya organizamos algo para eso, pero te veré allí, de todos modos. No quiero que elijas un vestido que habría aprobado en los años noventa.
Pongo los ojos en blanco.
—Quince minutos o voy de compras sin ti.
Dejo caer mi teléfono en un soporte de vaso y acelero hacia la tienda de ropa.
No puedo contener mi emoción. Genera burbujas en mi pecho y aprieto más mis manos alrededor del volante.
Olvídate de los clubes y los pequeños vestidos ajustados.
Vestidos elegantes y cenas formales son lo que me gusta.
En esos eventos vale la pena perder una noche y necesito encontrar el vestido perfecto, el tipo de vestido que sorprenderá completamente a Pedro y que tendrá a todos en la cena comiendo de la palma de su mano.
Olvídate de los clubes y los pequeños vestidos ajustados.
Vestidos elegantes y cenas formales son lo que me gusta.
En esos eventos vale la pena perder una noche y necesito encontrar el vestido perfecto, el tipo de vestido que sorprenderá completamente a Pedro y que tendrá a todos en la cena comiendo de la palma de su mano.
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