Asiento confirmando, abriendo mis muslos para que se posicione entre ellos. Su mano se interpone entre nosotros y la usa para dirigirse directamente a su objetivo. Empuja despacio y una corriente eléctrica se dispara a través de mí.
Empuja un poco más fuerte ante mi jadeo causando que mis dedos se claven en sus omóplatos. Se retira y entra dolorosamente lento otra vez. Presiono mi frente contra su hombro y amortiguo mis gemidos contra su piel. Una explosión ardiente de necesidad explota dentro de mi estómago y muerdo de vuelta un grito, cerrando mis tobillos alrededor de su cintura. El gemido profundo que arranca de Pedro es la cosa más erótica que alguna vez he escuchado y sus movimientos se intensifican mientras se mueve más profundo dentro de mí. Él gime su placer en mi cuello mientras desliza su mano entre nosotros otra vez, esta vez su pulgar rueda sobre mi suave clítoris. Cierro mis ojos y oprimo mis caderas contra él.
―¿Te gusta eso? ―Medio jadea, medio gime en mi oído.
―Sí ―contesto, casi jadeando. Su respiración se traba ante mi confesión y reclama mi boca con la suya. Sus embestidas lentas se vuelven frenéticas y necesitadas. Después de unos momentos, saca sus labios de los míos para dejarme respirar y rápidamente impulsa su cabeza abajo para provocar mis pezones con su lengua. Me trago una sonrisa. Es definitivamente un hombre de bubis. Su dedo rueda sobre mí más rápido mientras empuja más profundo. Siento mi liberación acercándose cada vez más, y apenas puedo impedir a mis caderas retorcerse.
―¡Pedro! ―jadeo, pasando mis dedos a través de su cabello―. Joder… oh, Dios.
―Sí… ―exclama en tono áspero.
Mis resoplidos y jadeos amenazan con convertirse en gritos ruidosos y gemidos, pero cuando mi punto culminante se desborda, Pedro cierra de golpe su boca en la mí,besándome profundamente y absorbiendo todos mis ruidos. Muerdo su labio inferior y libera un poderoso gruñido de su pecho y yo sabía que él, también, había sido enviado al borde. Cada célula en mi cuerpo está viva con mi efímero placer, y me mezo una vez más contra él mientras deja caer su cabeza en mi hombro.
Después de unos segundos, él se pone rígido y rápidamente se desliza fuera de mí. Estoy asustada y agarro su brazo, pero este se desliza inmediatamente.
―¿Qué pasa?
Sus dedos pasan a través de su cabello.
―Estaba tan inmerso… que olvidé completamente la protección. ―Sus ojos marrones son amplios y después, el brillo del sexo no está en ningún lado―. Esto nunca me ha pasado antes… nunca lo olvido. Lo siento tanto.
―Está bien ―digo, sentándome―. Estoy tomando la píldora y sé que te revisas para las enfermedades de transmisión sexual todo el tiempo debido a tu trabajo.
Él frunce el ceño.
―Esas cosas siempre fallan, la píldora, quiero decir.
Me encojo.
―Han funcionado por los últimos seis años de mi vida. No voy a comenzar a preocuparme ahora y tú tampoco deberías
No hay comentarios:
Publicar un comentario