Pedro se encoge fuera de su sudadera negra quitándose su propia camisa, luciendo su cuerpo hermoso. Me lo como con los ojos descaradamente mientras dejo a mi visión trazar las líneas de su cincelado torso. Su mano acaricia mis tobillos luego a lo largo del borde recto de mi espinilla, a través de las subidas y caídas de mi rodilla, la parte delantera de mis muslos, haciéndome temblar, hasta que finalmente se asientan en mi cadera. Se recuesta a mi lado, tirando de mí y forzando a mi frente contra el suyo. Trago fuerte mientras sus dedos dibujan círculos pequeños en mi cadera desnuda.
―Me preocupo por ti ―susurra, rozando su nariz contra la mía―. No quiero que pienses por un segundo que no lo hago.
Lo beso de nuevo dulcemente, saboreando cada sentimiento que él estimula dentro de mí.
―Sé que hablo mucha mierda… pero lo digo en serio. ―Su pulgar caliente se desliza sobre mi mejilla y luego por mi labio inferior―. Y ya que no podemos ser ruidosos por el bien de tu papá, déjame ser amable. Déjeme demostrarte cuánto me importas.
―Pero esta noche estabas tan determinado… tan rudo.
Él sacude su cabeza.
―Lo sé. Te vi en ese vestido de mierda y no pude evitarlo. No quiero que me veas así todo el tiempo… No quiero que pienses que te estoy usando.
Me río y aclaro mi garganta nerviosamente.
―Sé que no me utilizas. Hemos hecho cosas algunas veces ahora… y todavía estás aquí.
―Esto es un record, por cierto.
Le doy un codazo juguetonamente y él sonríe con satisfacción.
―Intento cambiar,Pau. Quiero estar allí para ti como tú estás para mí aun cuando me cierre y te deje fuera.
Sus ojos atrapan los míos y el destello de confianza no está allí. En cambio, hay una especie de incertidumbre en su mirada, como si estuviera incómodo… o nervioso.
―Tócame. ―Las palabras salen de mi boca en un susurro apresurado, excitándome en cada sentido del término.
Los ojos de Pedro llamean con placer mientras sus manos abandonan mi rostro y se arrastran abajo al lado de mi cuerpo, haciéndome temblar cuando sus dedos pasan sobre mi cadera. Sus ojos marrones brillan y cuando los miro, es como si viera dentro de su alma.
―¿Dónde quieres que te toque? ―murmura, deslizándose un dedo en el medio de mi estómago y entre mis pechos.
―Por todas partes.
Pedro engancha su pierna vestida de jean sobre mí, sentándose a horcajadas sobre mis caderas. Sus manos acarician mis lados y luego viajan al norte para masajear mis pechos. Sus ojos permanecen sobre mi rostro mientras se inclina hacia abajo y toma un pezón ya duro entre sus labios.
Gimo, arqueando mi espalda ligeramente y presionándome más en su boca.
Mi cuerpo tiembla con placer cuando la lengua de Pedro dibuja círculos calientes y húmedos alrededor de mis brotes hinchados.
Su camino de besos suaves se mueve sobre mi clavícula y en la base de mi cuello mientras sus manos corren por los lados de mi cuerpo,haciéndome retorcer un poco debajo de él. Está siendo tan sensual, tan lento y esto es una tortura, dulce y sexy tortura. Mi piel hormiguea cuando se aleja y se pone de pie. Mira hacia abajo a mí y desabotona sus vaqueros. Se caen al piso y da un paso fuera de ellos antes de patearlos al lado. Pedro se queda allí un rato más, permitiéndome apreciar todo sobre él y la mera visión de él
y toda su fuerte gloria causa que el espacio entre mis piernas se ponga caliente con la humedad. Hay una pequeña sonrisa en sus labios mientras se baja sobre mí otra vez, presionando su grueso músculo del muslo entre mis piernas. Me retuerzo contra él, esforzándome por mantener mi calma. Él se sostiene a sí mismo por encima de mí, manteniendo sus ojos bloqueando los míos y puedo escuchar mi corazón palpitando en mis oídos mientras mi
respiración se vuelve superficial y rápida. Pedro, sin embargo, es la imagen perfecta de la tranquilidad. La única señal reveladora es su dura longitud que descansa sobre mi pierna.
Jadeo por la sensación cuando chupa mi pezón entre sus labios otra vez, corriendo su lengua caliente sobre este. Cuando lo libera, se mueve hacia arriba a mi boca y me besa hasta que me falta el aire. Muevo mis caderas debajo él, y sonríe hacia mí. No puedo esperar más y una risa tranquila cae de sus labios.
―Estas impaciente.
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