Me siento en el trabajo escribiendo nombres y tomando llamadas. Me esfuerzo duro para concentrarme en las tareas a mano, pero no puedo dejar de pensar en Seth, o en su cuerpo. O su cabello negro. O la forma en que sus labios se sintieron en mi mano. O sus ojos oscuros. Aprieto mi muslos más fuerte y, de repente, tengo un deseo insaciable por chocolate y miel. Sacudo la cabeza. Debajo de mi extraño y abrupto deseo por Ramiro, el desconocido del gimnasio, hay un sentimiento de culpa que gira alrededor de mi estómago como si hubiera hecho algo malo.
Rompí con Ramiro anoche entonces técnicamente soy una mujer soltera… así que, ¿por qué me siento tan sucia? Me gusta trabajar como recepcionista, pero he estado mirando alrededor de la misma sala de espera espaciosa y estéril por los últimos dos años y parece que no puedo encontrar la motivación suficiente para renunciar. Espero que algún día pueda hacer algo realmente diferente con mi vida como convertirme en escritora o dirigir películas. Siempre he querido ser capaz de contar una historia de alguna manera. La escritura parece más factible y, si tuviera opción, me gustaría ser una famosa escritora de romances. Hay algo acerca de un sano final feliz y de amor que me inspira. Por supuesto, mi madre no considera la escritura como una carrera real, ni tampoco Ramiro. “Escribir es una carrera sin salida. Te quedarás sin historias irreales eventualmente.
Conviértete en terapeuta psicóloga,entonces siempre estarás ocupada. La gente tiene interminables problemas que quieren discutir todo el tiempo”, diría mamá. Al menos tenía un punto, no es que estoy de acuerdo con él.
Ramiro decía cosas como: “La gente ya no lee”, o “Eso apesta”. ¿Desde cuándo leer apesta? ¿Quién dice eso? Si yo gobernara el mundo, las personas que no leyeran serían las primeras en irse. Boom. Los sacaría de su miseria.
Paso una hoja de papel a través de la trituradora y mi mente vuelve a caer en Pedro Alfonso. Aún siento sus manos sobre mi piel y sus labios sobre mis nudillos. Nunca he sido tan cautivada por el sexo opuesto antes. Estoy un poco enojada porque él coqueteara abiertamente conmigo cuando su novia estaba en el mismo edificio. Eso no está bien y me odio por ser débil.
Nunca quise ser la chica con la que un chico engaña porque sé lo que se siente al ser engañada y eso apesta.
Sin embargo puedo fantasear y mirarlo de forma pervertida en el gimnasio, ¿no? Quiero decir, ¿qué hay de malo en eso? La forma en que me observó con esa mirada sin complejos que me hace sentir mareada e inconscientemente aprieto mis muslos. Él es sin duda el tipo de hombre sobre el que las madres advierten a sus hijas; el tipo que rompe corazones y deja una larga lista de ellos a sus espaldas. Curiosamente, no parece el tipo de persona que puedes evitar. Imagino que sería implacable en búsqueda de lo que quiere. ¿A quién estoy engañando? No hay manera de que me quiera a mí. Tengo una imaginación demasiado activa… tal vez eso es lo que es. Golpeo mi pluma contra el escritorio a un ritmo desigual. Pero sí me atrajo hacia él…
Una mujer delante de mí se aclara la garganta, exigiendo mi atención, pero sigo mirando a través ella, imaginando todas las cosas enfermas y sexy que dejaría que Pedro me hiciera.
―¿Disculpa? ―pregunta ella. Su tono de voz es grueso y con actitud snob.
Su arrugado rostro envejecido aparece enfocado y estoy mirando sus labios color cereza que están fruncidos en una línea molesta. Su cabello blanco se sienta en la parte superior de su cabeza, como si fuera un caniche.
Sí, me recuerda a un caniche. Preparo mis dedos en el teclado desgastado.
―Nombre, ¿por favor?
―Miriam Matthews. ―Escribo mientras habla.Tildo su nombre como asistida y le digo que tome asiento. Con una exhalación frustrada, se aleja pavoneándose. Su vestido es de color rojo cereza, al igual que sus labios, y es apretado, forzando a sus gigantescas tetas falsas a estar tan altas como les es posible. Me pregunto si viene aquí a hablar de su incapacidad para soltar su juventud. Sonrío para mis adentros.
Tratar de leer a la gente sin siquiera conocerlos es una costumbre mía.
Frunzo el ceño. No pude conseguir una lectura completa de Pedro. Era difícil y eso me molesta. Con la anciana, por otra parte, creo que tengo una idea bastante buena de lo que de ella se trata.
Miro por encima de mi escritorio a la mujer y a juzgar por la forma en que se sienta con las piernas cruzadas con fuerza mientras inconscientemente golpea su hermoso dedo cuidado en su reloj igualmente hermoso de diamantes, me dice que es impaciente. Eso no es demasiado sorprendente teniendo en cuenta lo ocupado que está todo el mundo en estos días. El par de tetas falsas duras como roca y sin vida que sobresalen de su vestido me hacen volver a mi punto sobre su incapacidad dejar ir su juventud. Echo un vistazo a sus manos. Hay una línea de bronceado en su dedo anular y voy a asumir que es recientemente viuda del último de sus cinco maridos. Miro la pantalla de mi ordenador y hago clic en su archivo. Casi cerca. Ha tenido tres cambios de nombre en los últimos dos años. Hago clic en “Juan Matthews” el nombre que está vinculado a su cuenta. Una gran marca de agua color roja que dice “FALLECIDO” atraviesa su archivo. A veces, soy demasiado buena en lo que hago.
―¿No estás violando algún tipo de ley de confidencialidad médico-barra-paciente? ―Salto y apago el monitor cuando Vanesa se desliza en mi escritorio.
―Jesús ―respiro―. Me asustaste como la mierda.
Vanesa se ríe y me da un codazo, recibiendo algunos ceños fruncidos de los pacientes en la sala de espera. Presiono mi dedo contra mis labios.
―Shsh, este es mi trabajo, ¿recuerdas?
¿Qué está haciendo aquí?
Ella gira sus suaves rizos rubios para que cuelguen sobre su hombro y se inclina más hacia mí. El olor a cigarrillo en su aliento me da náuseas.
Ligeramente, la empujo hacia atrás.
―Tu aliento huele a humo. Es repugnante.
―Ups. ―Toma un trozo de goma de mascar de un bolsillo oculto en su bolso―. Lo siento. ―Mete la goma en su boca, arruga la envoltura y la lanza a la papelera, fallando terriblemente.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunto de nuevo mientras se aplica brillo labial en sus labios regordetes. ―Pensé en venir a verte. No has respondido a ninguno de mis textos.
―Se desliza fuera de su abrigo color beige y lo mete debajo de ella―. Estaba preocupada. Casi esperaba encontrarte muerta en alguna parte.
―Oh, claro. ―Después de literalmente chocar contra Pedro en el gimnasio, me olvidé por completo de responder el texto de Vanesa―.Apagué mi teléfono anoche y luego esta mañana quedé un poco atrapada en
el gimnasio de mi padre.
Ella pone los ojos en blanco.
―Aburrido. De todos modos, ¿realmente rompiste con Ramiro? Asiento.
―Síp.
―¿Y no hay forma de que vuelvas con él?
―No. No esta vez.
Wowww, qué buenos caps!!!!
ResponderEliminarBuenisimos los capitulos,segui subiendo.
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