Él recita toda la mierda que Vanesa le dijo: el roofie, el estacionamiento con Jose, Pedro y que él contrató a mi papá. Me quedo mirando la consola central, escuchando cada palabra. No estoy sorprendida de que Vanesa le haya contado, eso es lo que se esperaba. Ella tiende a abrir la boca… mucho.
Estoy un poco sorprendida de que Pedro besara a la chica morena. Frunzo el ceño, sin saber si debería creer en Ramiro o no. No es conocido precisamente por su honestidad. Vanesa me dijo que la morena apareció, pero nunca mencionó nada acerca de un beso. Ella me habría dicho que si lo hubiera visto… Sé que lo hubiera hecho. Mi única opción es confrontar a Pedro, pero incluso entonces, ¿tengo derecho a hacerlo? Él dijo claramente ayer por la noche que no está listo para una relación y eso está bien porque no estoy segura si yo lo estoy, tampoco. Me dijo que no me haría daño… y le creo.
Creo. Frente a Ramiro trato de jugarlo como si no fuera gran cosa. No quiero que vea que me ha molestado.
―Me has descubierto. Así que no estoy saliendo con Pedro. Lo inventé para sacarte de mi espalda hasta que pueda aclarar mi cabeza y puesto que Pedro y yo no estamos juntos realmente, puede meter la lengua en quien quiera.
Por delante, veo la señal de mi trabajo y suelto mi cinturón de seguridad.
―No quería molestarte. Sólo quería que supieras que él es igual que yo… y mereces algo mejor.
Mi frustración alcanza el pico máximo. Su única misión esta mañana era “romper” mi corazón.
―Ve a tirar tu mierda en otro lugar, Ramiro. No soy tonta. Apuesto a que no podías esperar para traerme la noticia de que Pedro se besó con otra chica anoche. Te has levantado temprano, ¿cuándo te has levantado temprano alguna vez? ―En los últimos seis años, Ramiro nunca se levantó de la cama antes de las nueve. Me duele saber que la única motivación que tuvo para salir de la cama temprano fue para herir mis sentimientos.
Salgo del auto, mientras él dice mi nombre. Cierro la puerta de un golpe y mis tacones bajos suenan rápidamente contra el hormigón. Cuando mi mano se pone en contacto con la fría puerta metálica de la oficina, él se va. Dentro, no hay pacientes (esperado para un sábado) y la cabeza de Carlos se asoma alrededor de la puerta de su oficina. Su enorme y amplia sonrisa se desvanece cuando ve mi expresión. Supongo que no me veo feliz.
―¿Mañana dura?
No hago contacto visual con él mientras enciendo la computadora.
―Algo por el estilo ―contesto.
―¿No quieres hablar de ello?
―Nop.
―Estoy aquí si lo necesitas.
Buenisimo,segui subiendo!!!
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