Mis ojos revolotean hasta abrirse y toma un tiempo adaptarse a la luz del sol que se filtra a través de la brecha en mi cortina. Cierro los ojos y me doy la vuelta. Extiendo mi brazo al otro lado de la cama, pero mi piel sólo encuentra el colchón frío. Me siento y me restriego el sueño de mis ojos pesados. En la almohada hay una carta con mi nombre escrito en rotulador color rosa. La letra de Pedro es horrible y escribió mal mi nombre la primera vez y lo garabateó. Lo consiguió en su segundo intento, sin embargo. En la mesita de noche hay un bloc de notas vacío abierto con una página arrancada.
La abro y no puedo evitar la sonrisa tonta que se extiende sobre mi cara. Toda la carta está escrita en rotulador color rosa. Pobre chico, supongo que no pudo encontrar una pluma.
Pau
Me fui a entrenar.
Te envío un mensaje más tarde.
Pedro :)
Mi corazón palpita ante el apodo “Pau”. Estoy tan contenta de que eligiera ese en lugar de “Paupy”. Me deslizo fuera de la cama y pongo la nota en el cajón de mi mesita de noche. Miro el reloj. Son sólo las 7 a.m. Todavía tengo un hora y media antes de tener que estar en el trabajo. Odio trabajar los sábados. Gracias a Dios, hoy es mi última jornada de trabajo hasta el martes. Saco mi bata de seda del gancho de detrás de la puerta y me deslizo en ella. En la sala de estar, Vanesa sigue durmiendo en el sofá. Su rostro está arrugado en una mueca agria y me río mientras me dirijo a la cocina. Uno de sus ojos se abre y está enrojecido e hinchado.
―¿Dónde estoy? ―gime, tratando de incorporarse. A mitad de camino,se da por vencida y se vuelve a recostar.
―Estás en mi casa. Pedro te trajo anoche.
Vanesa arroja un brazo sobre sus ojos, protegiéndose de la luz de la mañana. Hombre, no la envidio justo ahora.
―No recuerdo nada después de que llegamos a Heaven’s y Luciano pidió una ronda de tragos para todo el mundo.
―Festejas muy duro ―le digo, encendiendo el hervidor. Saco un frasco de café instantáneo de mi alacena. Siempre tengo algo aquí. Siempre que Vanesa tiene una borrachera de una noche exige café a la mañana siguiente.
Si no lo tiene, no funciona y cuando no funciona, es el fin del mundo. Todo es una molestia para ella.
―¿Café? ―ofrezco cuando el hervidor comienza a burbujear hasta hervir.
―Buen Dios, sí.
Se levanta del sofá y arrastra a su lamentable ser a la cocina. Saca la leche de la nevera y me la entrega. Sus manos tiemblan cuando camina al cuenco sobre el banco de la cocina. Es el lugar donde guardo todas mis cosas médicas como tiritas, Betadine y Advil. Vanesa saca dos calmantes de su envoltorio y los arroja en su boca. Se inclina sobre el lavabo y ávidamente traga agua directamente del grifo. Cuando se endereza y se vuelve hacia mí,no puedo evitar el estallido de risa que viene de mi boca mientras agito la leche en su café. Se ve como la mierda. Su maquillaje está manchado y corrido y sus ojos están muy pesados. Sus habituales mansos rizos rubios están envueltos en un gran lío complicado y hay un gran chupetón en su cuello.
―Así que… Luciano, ¿eh? ―insinúo, entregándole su café. Me doy la vuelta y saco una barra del armario y la desenvuelvo. Ella bebe con avidez el café.
―No lo hiciste lo suficientemente caliente ―se queja.
―De acuerdo. ―Me encojo de hombros. No hago cafés a menudo―. Y no cambies el tema.
―Luciano es un amor ―dice, evitando el contacto visual.
Entrecierro mi mirada abiertamente hacia el mordisco de amor púrpura en su cuello y me quedo mirando hasta que ella comenta.
―No he dicho que fuera un santo. ―Se ríe―. Es diferente a los chicos por los que usualmente voy. Vamos a ir a cenar en algún momento pronto para llegar a conocernos mejor antes de que nosotros… ya sabes.
Casi me ahogo con mi barra de granola.
―Jesús, Vanesa se está tomando el tiempo para llegar a conocer a un chico antes de dormir con él. Nunca pensé que vería ese día.
―Cállate. No todos vivimos en un camino estrecho, ¿sabes? A algunos de nosotros nos gusta explorar el entorno.
Le sonrío. Tirar de sus cuerdas mientras tiene una resaca es uno de mis pasatiempos favoritos.
―Tengo que ir trabajar pronto, así que me voy duchar y prepararme. ¿Necesitas que te deje en tu casa? ―pregunto. ―No, probablemente voy a relajarme aquí hasta que regreses.
―Está bien, pero no vayas a revisar mi armario de nuevo. No necesito ropa nueva. Me gusta la que tengo.
Buenisimos los capitulos,me encantaron!!!
ResponderEliminarMuy buenos los 2 capítulos! Me encanta q Pedro esté tratando de cambiar!
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