viernes, 18 de abril de 2014

CAPITULO 50



―¿Tú y Vanesa…?
Él me mira por debajo de sus pestañas largas y oscuras.
―¿Qué, si tuvimos sexo?
Él sabe qué es lo que quiero decir, pero quiere que lo diga. No importa si lo hicieron, ¿verdad? Porque Pedro y yo no somos nada… Ni siquiera estoy segura de sí somos amigos. ―No, no lo hicimos.
El alivio llena mi pecho y no puedo evitar la sonrisa que tira de las comisuras de mis labios.
―Ella es tu amiga y es un poco… demasiado, para mí. Además, estuvo con Luciano durante toda la noche.
Supongo que Luciano es el amigo con el que estaba hablando cuando me fui esta noche.
―Pero sí cuidé de ella por ti. ―Las yemas de sus dedos acarician mi rótula y luego hacia arriba por mi muslo. Debajo de su toque, mis músculos tiemblan de deseo―. Luciano quería llevarla a casa, pero no lo dejé. Ella estaba demasiado borracha, así que la traje aquí.
Su cabeza descansa sobre mi estómago y paso los dedos por su cabello.
―Todo el mundo se fue a casa con sus putas y todo en lo que podía pensar eras tú.
―Vaya, gracias.
―No quise decirlo así, y lo sabes.
Las almohadillas ásperas de sus dedos rozan mis piernas desnudas e inclino la cabeza hacia atrás para disfrutar de ello. Es difícil de creer que estas manos dominaron brutalmente otro hombre más temprano esta noche.
Las mismas manos que golpean duro y rápido contra la carne ahora están acariciando suavemente mi piel. Jadeo cuando me sube arriba de él de un tirón por lo que mis piernas caen a cada lado de sus muslos. Su longitud presiona con fuerza contra sus vaqueros y en mi centro. Mi aliento se acelera, pero intento mi mejor esfuerzo para ocultarlo. Sus ojos llenos de lujuria se clavan en los míos y estoy completamente deshecha. Si me toca,me hallará empapada y lista, pero no quiero que me toque ahí… porque tiene razón. No puedo separar mis emociones del sexo y he desarrollado sentimientos por él. Sentimientos extraños y confusos. Un bulto seco se forma en mi garganta y trago fuerte mientras su frente descansa contra la mía.Sus labios están ligeramente abiertos y su cálido aliento acaricia mi rostro mientras sus manos rozan mis muslos. Un escalofrío recorre mi espalda y Pedro sonríe con esa sonrisa confiada que me gusta tanto.
―¿Qué estamos haciendo, Pedro ? ―digo.  
―Puedo pensar en un montón de respuestas a esa pregunta.
Me deslizo fuera de él y me siento en la cama.
―Sabes lo que quiero decir.
No sé lo que quiero que diga. No espero ningún gran gesto romántico o que declare sus sentimientos hacia mí. Sólo quiero honestidad. Quiero respeto.
―No sé, Paula ―afirma, cayendo de espaldas contra el colchón. Sigo su ejemplo y me acuesto junto a él. Sus grandes manos restriegan su rostro y exhala. Tal vez, es demasiado tarde en la noche para tener esta conversación
ahora, o tal vez era demasiado pronto en nuestra “relación”. Tengo que trabajar por la mañana y no puedo permitirme perder mucho más sueño.
Tiro de su brazo y me levanto de la cama para apagar la lámpara. Nos arrastramos a la parte superior de la cama y yo me meto bajo las sábanas.
Pedro se desabrocha la camisa y se la saca. Odio que la habitación esté a oscuras y no lo pueda admirar. Oigo sus jeans arrugándose en el suelo y mis entrañas chillan como una adolescente cachonda. En mi cabeza, me recuerdo  una y otra vez que no voy a tener sexo con Pedro esta noche. Ya le he dejado entrar debajo mi piel… No le puedo dar el resto de mí porque tengo miedo de lo que va a hacer cuando lo tenga. Sus brazos gruesos y cálidos se envuelven a mi alrededor, tirando de mí más cerca de él. Mi espalda
presiona firmemente contra la parte delantera de su cuerpo, y estoy teniendo problemas para mantener mi cabeza clara. Se siente tan bien. Lo imagino acariciando suavemente mis partes sensibles por detrás, mientras respira en mi oído.
―¿Paula? ―Su voz me sobresalta devolviéndome a la realidad.
―¿Hm?
―Gracias por ayudarme esta noche con todo el asunto de la ansiedad… ―Puedo escuchar la vulnerabilidad en su voz y quiero darme la vuelta y abrazarlo… pero no lo hago.
―No hay de qué. ¿Se pone peor?
La almohada se mueve cuando él asiente.
―Mucho peor. Lo que experimento antes de las peleas es nada. ―Su pulgar acaricia mi muñeca, enviando un hormigueo a través de mi mano como si hubiera golpeado mi nervio sobre una superficie dura―. A veces se pone muy mal y no puedo respirar, en absoluto. 
 ―¿Y no tomas medicamentos para ello? Niega. ―¿Has probado otras cosas, aparte de la medicación, como hablar con alguien? Ya se trate de un amigo o un profesional. ―No, gracias. 
 ―Pedro… 
 ―Deberías ser feliz de que estoy aquí hablándolo contigo. Por lo general, golpeo y follo la ansiedad fuera de mi sistema. Eres la única persona a la que me he abierto, aunque sea sólo un poquito. Nosotros no nos debemos nada el uno al otro, así que por qué mejor no apreciarlo en lugar de empujar por más. ¿Qué esperas de mí?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario