jueves, 17 de abril de 2014

CAPITULO 49



Es la una de la mañana y todavía estoy despierta, todavía conectada a la pelea. Si tengo que decir la verdad, esa no es la única razón por la que estoy despierta. Pedro Alfonso y su desgarradora actitud coqueta y de exceso de confianza es también un factor.
Aparto las mantas y me inclino sobre el borde de mi cama. En la oscuridad, mis manos frotan la alfombra mientras busco mi laptop. Siempre escribo en la cama, así que mi laptop vive debajo de ella. Cuando la localizo,tiro de ella y la enciendo. No puedo dejar de sonreír cuando veo mi fondo de pantalla. Es una foto de Ramiro y yo en el zoológico. Estamos de pie uno al lado del otro y somos felices. Quiero decir, no lucimos felices porque la enorme serpiente que estamos sosteniendo está tratando de envolverse alrededor de nuestros cuellos, pero lo éramos. Mi pecho se contrae. No hemos roto por mucho tiempo, pero el tiempo que pasamos juntos se siente como toda una vida atrás. Mis ojos se humedecen ante la comprensión de que todo ha terminado. No sé por qué no reaccioné antes. Me sentía como si no fuera real y que estaríamos juntos de nuevo a estas alturas… pero ni siquiera yo soy tan estúpida. Abro un documento de Word titulado: “Complicado”. Es una historia breve de romance que empecé a principios de año. Tengo intensiones de terminarla, pero no puedo encontrar las palabras para describir el final feliz del personaje principal. ¿Cómo escribes sobre algo que no conoces muy bien? He leído un montón de libros de romance y vi un montón de películas románticas, pero nunca podría producir nada por el estilo. Siento que sea lo que escriba, la gente verá más allá; suponiendo que alguna vez se lo muestre a alguien.
Mi corazón salta en mi garganta cuando un golpe firme suena en mi puerta. Espero con cautela a la luz proporcionada únicamente por mi portátil. Hay otro golpe y esta vez me arrastra fuera de mi cama. Voy de  puntillas a la sala de estar y miro a través de las cortinas transparentes para obtener una mejor visión del exterior. El sensor de luz se enciende y veo a Vanesa encorvada en la parte inferior de la escalera. Apenas puedo distinguir el sonido de su zumbido. Voy corriendo a la puerta y la abro, sólo para ver un par de ojos marrones. Inmediatamente, mi corazón se acelera a un nivel superior. Él se ve tan bien en una camisa abotonada blanca con las mangas enrolladas hasta los codos y jeans sueltos. No parece estar bajo la influencia,
su piel está limpia y no pegajosa y sus ojos están redondos y alerta.
―Traje a Vanesa a casa ―dice―. Ha bebido mucho.
Miro a su alrededor y Vanesa se abre paso ebria por las escaleras. Sus tacones altos están en su mano y el bolso cuelga de su codo. Sus rizos están por todas partes y su maquillaje está manchado sobre sus labios y alrededor de los ojos.
―Siempre bebe mucho ―contesté, esperando que Vanesa llegara a la cima. Cuando lo hace, la tomo de la mano y tiro de ella dentro de la casa. Su voz es áspera y ronca. Está murmurando algo, pero no puedo entenderlo.
El penetrante olor a cigarrillo y alcohol llena mi nariz y me hace arrugar la nariz. Tomo sus zapatos y su bolso de mano y la ayudo a que se acueste en el sofá. Pedro se saca sus zapatillas blancas camina a través de mi salón. Luego, se va por el corto pasillo hacia mi habitación.
―¡Oye! ―Lo llamo en voz baja―. ¿A dónde vas? ¡Pedro!
Rápidamente, tiro la mullida manta azul de la parte posterior del sofá y cubro a la ya dormida Vanesa. Me marcho a mi habitación y Pedro está tumbado en mi cama mirando el fondo de pantalla en mi ordenador.
―Siéntete como en tu casa ―digo, cerrando la tapa y deslizándola debajo de mi cama. En la oscuridad busco el interruptor de mi lámpara.
Cuando lo encuentro, la enciendo y me vuelvo hacia él.
Él rueda sobre su espalda y pone sus manos detrás de su cabeza, dejando al descubierto la parte inferior de su forma “V”. Estoy delante de él,con las manos en las caderas y la mirada que tiene en sus ojos me excita y me aterroriza a la vez.
―Ese es un lindo camisón.
Miro hacia mi babydoll verde claro y rosa. Afortunadamente, me puse uno que no es transparente y cubre el trasero.
―Gracias. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
―Tomamos un taxi.
―¿Estás borracho?
―No he tocado una gota. Dejé que tu padre se llevara mi auto a su casa. Tampoco bebió, pero le hicimos dejar su coche en el centro de exposiciones.
Pedro se sienta y se arrastra hacia mí hasta que está sentado al pie de mi cama, justo frente a mí y sólo a unos centímetros de distancia.

1 comentario: