Para mí… ¿Qué significa eso? ¿Por qué tiene que ser tan críptico? ¿Tan caliente y luego frío? No sé qué es lo que se supone que tengo que decir a eso… así que asiento.
Damian arroja su brazo alrededor del hombro de Pedro y jalo mi mano.
Mis dedos hormiguean con la frialdad fuera de su agarre.
―¿Qué piensas, Pedro? ¿Vamos a celebrar?
―Absolu-jodida-mente ―responde―. ¿Qué dices?
Me quedo ahí por unos segundos y luego me doy cuenta que su pregunta iba dirigida a mí.
―Oh, ¿yo? Correcto. No, lo siento. Ya he tenido suficiente emoción por un día.
Pedro frunce el ceño. En él, incluso algo tan amargo es hermoso.
―Como quieras. ―Damian se encoge de hombros―. Tu padre está viniendo.
Por supuesto que lo está. Nunca deja pasar la oportunidad para ir de fiesta con un luchador. De hecho, estoy bastante segura de que está en su lista de deseos. Damian se aleja, dejándome a solas con Pedro de nuevo.
―Gracias por la pelea… ―le digo―. Te veré por ahí.
Doy un paso lejos de él y otro hacia Vanesa.
―¿Estás lista para irnos?
―¿No puedo salir con ellos? ―Ella pone un mohín.
―Bebiste antes de llegar aquí.
―Lo sé, pero estoy sobria. Ese hot dog ayudó. ―Ella sonríe de reojo al chico con el que está hablando y estoy bastante segura de que es uno de los amigos de Pedro del restaurante de carnes, el que llevaba la gorra roja. Es guapo y alto. Tiene penetrantes ojos verdes y bonita piel oliva. Tatuajes cubren la piel expuesta alrededor del cuello y bajo sus antebrazos.
―Haz lo que quieras, pero no voy a recogerte en alguna hora intempestiva.
―Me aseguraré de que llegue a casa segura ―promete Pedro detrás de mí.
Me dirijo a él.
―Gracias ―digo sobre el alboroto―. Te veré en la cena, papá.
Él me da un pulgar hacia arriba y salgo de la habitación. En el pasillo,los peleadores y sus equipos están riendo y celebrando, otros se sientan en sus habitaciones, lamiendo sus heridas. Hay tantas chicas libertinas esparcidas por todo el lugar y estoy segura que las chicas de promoción que acaban de pasarme se dirigen a la habitación de Pedro. No tengo tiempo para mirar por encima de mi hombro mientras soy sorprendida por un gran cuerpo que se desliza en frente de mí, bloqueando mi camino.
―Disculpe. ―Miro hacia arriba de su duro cuerpo y a su rostro. Lo reconozco como Dominic Russell y no puedo dejar de fruncir el ceño.
―Esa es una linda camisa, pero yo me vería mucho mejor en ti.
Nunca voy a llevar una camiseta con un nombre en ella de nuevo. Me pasa otra camisa.
―Aquí.
Sin mirarla sé que está escrito “Dom” en ella y no hay manera en que la esté tomando.
―No, gracias. Una es suficiente.
Sus labios se retuercen en una sonrisa extraña y trato de dar un paso más allá de él, pero me bloquea.
―No te ves como el tipo de chica tras las que Pedro Alfonso generalmente va.
―Y tú no te pareces a alguien que tiene algún derecho de meter la nariz en los asuntos de otras personas
Él tira de la camisa, acercándome más a él. ¿Qué diablos pasa con los combatientes y el tiramiento de las personas más cerca de ellos? ¿Es que todos asisten a alguna clase de invadir el espacio personal antes de aprender cualquier tipo de artes marciales? Después de los acontecimientos con Ramiro,la idea de un extraño tocándome me pone en alerta máxima.
―Quita tus manos de mí. ―Mi voz sale en un gruñido, aunque nunca tuve la intención de eso.
―Enérgica… Me gusta lo enérgico.
―No me importa.
Él suelta mi camiseta y tomo un paso atrás.
―¿Eres suya?
―¿Suya?
Él asiente, sus ojos son como dos grandes esferas esmeraldas,resonando por la nariz hacia mí. ¿No, no lo soy… o lo soy?
―No. ―La voz de Pedro responde la pregunta por mí―. Ella está aquí con un amigo. Deja que se vaya a casa, Dom.
―Bueno, si no es tuya… ―Dom se para más cerca de mí y me las arreglo para evadirlo al pasar.
―Bueno, si no es tuya… ―Dom se para más cerca de mí y me las arreglo para evadirlo al pasar.
Echo un vistazo hacia atrás a Pedro cuya dura mirada se centra en el rostro de Dom. Empujo a través de la multitud de gente lo más rápido que puedo. Una vez que consigo atravesar las puertas dobles y más allá de los cuatro guardias de seguridad, puedo respirar un poco mejor, pero no me puedo sacudir lo extrañamente herida que estoy por lo que dijo Pedro. Sé que no soy suya, pero él hace estas cosas que me hacen pensar que tal vez esté cambiando de opinión. Suspiro, tal vez sólo está jugando sus jueguitos
conmigo y yo sólo estoy delirante. Es plausible.
Tan rápido como puedo, dejo el centro de exposiciones y encuentro mi coche. Conseguir salir es una maldita misión.
Tan rápido como puedo, dejo el centro de exposiciones y encuentro mi coche. Conseguir salir es una maldita misión.
Hay demasiados coches y las carreteras están congestionadas. Quiero ir a casa y directamente a dormir antes de que mi cerebro pueda torturarme con más pensamientos, pero mientras conduzco sólo puedo pensar en él… y
eso apesta.
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