miércoles, 16 de abril de 2014

CAPITULO 43




Mientras salen, mis ojos permanecen en Pedro y donde han estado desde que entré en la habitación. Su enorme cuerpo se desliza fuera de la mesa y él sacude sus brazos y tira la cabeza hacia cada lado. Trato de no mirar, o babear, por los músculos entre sus hombros y su cuello.
―Damian dijo que me necesitas… ―Mi voz es tranquila y segura. Toda esta situación definitivamente me ha puesto fuera de mi zona de confort. La multitud y la pelea… simplemente no es mi tipo de lugar.
―Lo hago. ―La forma en que su lengua se envuelve alrededor de las palabras hacen que el vello en la parte de atrás de mi cuello se levante.
Es íntimo… es tan íntimo y me hace querer cerrar los ojos. A medida que se para más cerca, mi corazón se abre camino en mi garganta y mis pulmones han disminuido en tamaño, haciendo la respiración más difícil. Él se ve intenso e intimidante con la cabeza inclinada hacia abajo hacia mí. No hay líneas profundas o frustración notable en sus rasgos, pero su respiración es irregular.
―No estaba seguro de si ibas a venir.  
Mis húmedos dedos se encuentran y los tuerzo juntos en un jugueteo nervioso.  
―Dije que vendría así que aquí estoy.  
―¿Damian te hablo de mí?  
Él se está refiriendo a la ansiedad "leve". La rigidez supera la parte de atrás de mi cuello mientras me doy cuenta de que podría estar entrometiéndome. Me las arreglé para asentir. Pedro cierra los ojos y toma mis manos entre las suyas. Mis manos se sienten pequeñas en comparación con las suyas grandes y callosas. Las envuelve alrededor de su cuello y eleva su cabeza hacia el techo. Su piel está caliente, haciendo que mi sangre hierva.
Sus manos encuentran mis caderas y su respiración se ralentiza. ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué es esto exactamente? Baja la cabeza y abre los ojos. Ellos buscan los míos y sé que está haciéndose las mismas preguntas. Sé que debería alejarme ahora, pero estoy absolutamente impotente frente a él. Es como si tan pronto como me mira, o me toca fuera envuelta en un hechizo…y extrañamente, quiero estarlo. “Si te lastimas, está en ti. No en mí". Sus palabras fluyen a través de mi mente y alejo mis manos. Sus cejas se entretejen juntas y doy un paso atrás justo cuando se abre la puerta.
De mala gana, Pedro arrastra su mirada lejos de mí.
―Tiempo de calentarte, amigo ―le informa Damian. Cierra la puerta y nos quedamos solos otra vez.
―Debería irme… ―Me aparto de él, sintiendo sus ojos en la parte posterior de mi cabeza.
―¿Estás lista? ―Él me llama y puedo oír su habitual tono seguro de regreso.
Lo enfrento.  
―¿Para qué?  
Los labios de Pedro se sacuden en las esquinas antes de curvarse en una sonrisa por completo. Todos los rastros de la relación extrañamente íntima que acabamos de compartir, se fueron, sustituidos por su actitud arrogante.  
―Para el viaje de tu vida.  
Me burlo de él y abro la puerta.
―Buena suerte ―digo por encima de mi hombro.

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