Me despierto con la sensación de fragmentos de vidrio siendo empujados en la parte trasera de mis ojos. Mi cabeza golpea incansablemente y mi boca esta tan seca como un desierto.
Alcohol.
Clubs.
Roinol .
Me quejo y en silencio hago un voto para no volver a beber.
Casi puedo oír a mi cerebro burlarse de mí. Lo he dicho muchas veces para que sea fiable y ahora mi propio cuerpo no confía en mí.
Ruedo de mi cama y me enderezó. Me siento como una mierda. No, me siento peor que una mierda… ¿Qué es peor que una mierda?
Me duele el cerebro y no puede importarme el responder a mi propia maldita pregunta.
Jalo mi bata de atrás de la puerta y me deslizo en ella.
Soñolienta,camino a la cocina. Cuando entro en la sala, Vanesa está dormida en mi sofá vistiendo una camiseta negra y el chándal a juego, esos son míos.
Qué sorpresa.
Abro el armario y saco una cacerola. Tomo una cuchara de sopa de metal del cajón y lentamente troto hacia Vanesa.
Golpeo sobre la base de la cacerola, llenando la habitación con glorioso ruido provocador de dolor de cabeza y ella prácticamente salta de su piel.
Me cierno sobre ella y ella centella un par de veces para orientarse.
―¡Qué. Mierda. Paula! ―grita, tapándose la cara con una almohada.
―Oh no, no lo hagas ―Mi voz suena ronca y seca. Agarro la almohada y tiro de ella―. Si yo no puedo dormir entonces tamp…
Echo un vistazo al reloj de mi microondas.
04:00 pm
Mierda.
Mierda.
―Mierda ―jadeo.
―¿Qué es? ―gime ella, reclamando su almohada de regreso y alejándose de mí.
―¡He faltado al trabajo! Carlos me va a matar. Estoy tan despedida.
Ignorando mi cabeza golpeando y mi boca seca, corro a mi habitación y me pongo algo de ropa interior limpia.
No puedo encontrar un sostén adecuado, así que opto por uno deportivo. Encima de eso, tiro de una camiseta sin mangas de color rojo y un par de mallas de yoga.
No he hecho la lavandería en algunos días, así que estoy sin nada de ropa de trabajo respetable. Tengo que ir allí y explicarle lo que pasó.
―¡Paula! ―me llama Vanesa desde la sala, pero la ignoro.
Jalo mi cabello en una cola de caballo y decido saltarme el maquillaje todo al mismo tiempo. Me pongo un par de calcetines y corro a la puerta principal con un par de zapatos para correr.
Estoy jodida. Voy a tener que pedirle salir a cenar para salir de esta.
―Relájate, Sporty Spice . ―No me detengo. Deslizo mis pies en mis zapatos y empiezo a atar los cordones―. Llamé a Carlos anoche y le conté lo sucedido. Él sabe que no estás yendo hoy.
Me detengo y miro a Vanesa. Está sonriendo perezosamente hacia mí.
―¿Y no me lo dijiste antes?
―Traté de hacerlo.
Exhalo profundamente.
―¿Él sabe que estaba drogada?
Ella asiente.
―Bueno, tenía que decirle la verdad de lo contrario, pensará que bebiste demasiado y no tienes ningún sentido de la responsabilidad, bla, bla, bla.
―Sí, supongo. ―Me dirijo a la cocina―. Gracias por eso.
―De nada. ―Ella tira de la almohada sobre su cabeza mientras bebo rápidamente una botella de agua fría del refrigerador.
―Oh, no te vas a dormir ―declaro, poniendo el agua de nuevo en la puerta lateral―. Vamos al gimnasio.
―Diviértete con eso.
Vanesa nunca va al gimnasio. No creo que tenga la motivación para hacer algo que no requiera de alcohol y chicos. Jalo la almohada y la tiro al otro lado de la habitación.
Ella no se mueve, así que recojo mi cacerola y cuchara y golpeo. Después de un minuto y un medio de molestamente ruidosos sonidos metálicos, se pone de pie y golpea la cacerola de mi mano.
―¡Bien, bien! Sólo déjame hacer pis.
Mientras hace pis, tomo dos barras de desayuno de la alacena y los echo en mi bolsa del gimnasio. Empaco una toalla extra en caso de que ella quiera ducharse después, también.
Cuando regresa, lleva un par de enormes gafas de sol y la misma ropa con la que durmió.
―Esto tendrá que servir, porque no puedo molestarme en vestirme.
―Está bien.
Le lanzo un lazo para cabello y ella tira de su cabello rubio recogido en un moño desordenado por arriba de su cabeza y mechones de su cabello claro enmarcan su cara. Salimos de la casa y subimos en el auto.
Mientras nos dirigimos hacia el gimnasio le doy las gracias por lo de anoche.
―Eso es lo que los amigos hacen, cuidar uno del otro. ―Se encoge de hombros.
―Es cierto. Siento haber arruinado esa cosa entre el niño rico y tú.
Ella chasquea su mano hacia mí.
―Nah, olvídalo. Lo busqué en Google cuando llegamos a casa y su padre es el que tiene el dinero. Un pequeño imbécil viviendo de las rentas de la reputación de su padre.
¡Ja! La gente en casas de cristal no debería arrojar piedras.
―Lo dice la pequeña señorita “Soy dueña de un bufete de abogados”―le disparo a su vez.
Su sonrisa se ensancha y se ríe a carcajadas.
―¡Cállate!
Buenísimos los 3 caps!!!!
ResponderEliminarMuy buenos capítulos!!
ResponderEliminarbuenísimos,seguí subiendo!!!
ResponderEliminar