Pedro
A menos de una semana para las Vegas
Ella salta delante de mí, sus pechos elevándose un poco más alto cada vez que se empuja fuera del suelo. Resulta que, Paula es muy competitiva.Luciano había apostado cien dólares a que no podía darme un golpe. Decidida a demostrarle que se equivocaba, se coloca un par de guantes y sube al ring de boxeo conmigo. Sus maravillosos ojos verdes se encienden hacia mí desde debajo de sus espesas pestañas oscuras y sonríe alegremente antes de saltar hacia mí.
Rápidamente, doy un paso fuera del camino y toco su hombro. Ella se arroja hacia mí y su cabello oscuro sigue su ejemplo, dando vueltas a su alrededor de manera sexy antes de deslizarse a través de la parte superior de sus pechos. Arrastro mi mirada de sus pechos a su cara. La expresión traviesa de Paula, ahora, se convirtió en frustración. Realmente pensó que esto iba a ser fácil... Luciano y Damian ríen en el banquillo, molestándola aún más.
—Me subestimaste. —Me río de ella, haciéndola sonreír de nuevo.
Dios, amo hacerla sonreír.
Se lanza hacia mí de nuevo, y la eludo, como la última vez y mantengo mis puños en alto a pesar de que no tengo la intención de utilizarlos en ella.
—¿Estás huyendo de mí, Pedro? —bromea, tratando de conseguir una reacción de mí—. ¿Tienes miedo de que te lastime?
No puedo detener la risa que retumba en mi pecho.
—Estoy aterrorizado.
Arquea una ceja.
—Estoy aterrorizado de que te lastimes intentando lastimarme.
Paula niega, entrecerrando los ojos. Se lanza hacia delante, enviando un puño hacia mi sección media, pero muevo mis caderas hacia atrás y el puño no conecta. Ahora me tiene en el pie de atrás y sonríe mientras salta hacia adelante.
Oigo a Luciano jurar por lo bajo, pero no estoy sudando. Él no va a perder un centavo contra Paula y si no tiene cuidado, va a hacerme venir con toda su fuerza en el segundo en que estemos fuera de este ring. Envuelvo mis brazos alrededor de ella, sujetándola de lado y sonrío hacia ella mientras su pequeño cuerpo lucha contra mí.
Siento a mi polla sacudirse y trato de calmarme, manteniendo mis ojos en su cara y no en los montículos voluptuosos que presionan firmemente contra mi pecho. No sé cómo lo hace, pero cuando estoy con ella es como si fuera un adolescente fuera de control que nunca antes ha tenido sexo con una chica.
—Esto no es justo —gruñe, dejando caer su cabeza contra mi pecho y relajando su cuerpo.
Luciano tira de las gruesas cuerdas del ring, gritando y animando mientras entierro mi nariz en su cabello y beso su cabeza.
—Tal vez, la próxima vez —le digo, dejándola ir.
—Tal vez. —Da un paso atrás y sostiene sus guantes hacia mí—. ¿Puedes ayudarme a salir de esto?
Esas siete palabras incitan algo salvaje dentro de mí, y no tengo ni idea de por qué. Todo se reduce al hecho de que ha pasado un tiempo desde que tuvimos sexo, gracias a Damian y sus reglas. No creo que pueda aguantar un minuto más sin poner mis manos sobre ella... o en ella.
Deslizo mi lengua por mi labio inferior para humedecerlo y Paula observa de cerca. La repentina tonalidad rosada en sus mejillas no se me pasa de largo y sé que ella me desea tanto como yo la deseo. Estiro la cinta en mis manos y las desenvuelvo con facilidad mientras Luciano y Damian dejan la sección de boxeo y entran en la sala de entrenamiento, listos para iniciar el resto de mi sesión de entrenamiento. Por el momento, no voy a entrar ahí. Estoy llevando a mi chica a la ducha y voy a cuidar de ella. Miro a Pau y engancha su mirada con la mía mientras saco sus guantes, liberando sus manos. Muerde su labio inferior con sus dientes y se acerca unas pulgadas, mirándome a través de sus pestañas oscuras.
Está prácticamente rogándome que la tome.
Agarro su mano y la llevo hacia el borde del ring. Estiro las cuerdas, abriéndolas, lo que le permite deslizarse a través de ellas con facilidad y la sigo de cerca.
—Pedro, ¿a dónde vas? —me llama Damian después que le sonría por encima de mi hombro.
—Estaré fuera un minuto.
Él jura por lo bajo.
—Puse reglas para ayudarte a ti, no a mí.
Paula mira por encima del hombro a mí y yo asiento para que siga caminando.
A pesar de la protesta de Damian, la sigo a las duchas femeninas. En el interior, entramos en una cabina y lo bloqueamos detrás de nosotros. Cuando estamos solos en el gimnasio, nos bañamos en el abierto, pero cuando hay otras personas alrededor nos duchamos en una de las cabinas, incluso si es solo Luciano y Damian quienes están afuera. Eso es lo que más me gusta de Paula. Se respeta a sí misma y a mí. Las chicas que tenía normalmente alrededor eran generalmente rápidas en mostrar sus tetas a cualquiera que pasaba, pero no mi Paula.
Ella es la primera en arrojar su ropa y observo de cerca cómo se saca su sujetador deportivo sobre su cabeza,dejando al descubierto sus duros pezones rosados. Necesito de toda mi fuerza para permanecer apoyado contra la pared y no descender con avidez sobre ella, tomándola con fuerza, atrayendo sus picos en mi boca. Mi mirada va desde sus pechos a sus caderas mientras sus dedos se enroscan alrededor de sus diminutos shorts negros. Observo como los arrastra por sus largas piernas. Mi mirada revolotea sobre su cuerpo, sin saber en qué concentrarse primero. Disfruto de todo, cada uno de sus poros, cada uno de los folículos de su cabello y pecas. Es mío.
Alcanza el grifo de agua fría y enciende la ducha. Todo su cuerpo se tensa mientras se encuentra justo debajo de la corriente fría.
—¿Vas a tomar una ducha fría? —le pregunto, incapaz de contener una risita.
Se estremece, dejando a las corrientes frías correr por su cuerpo y haciendo arder mi sangre.
—Bueno, sí, ¿de qué otra manera voy a aguantar el resto del día?
Piel de gallina erupciona sobre la superficie de su piel, convirtiendo a sus pezones en guijarros. Listo para unirme a ella, bajo de un jalón mis pantalones e inmediatamente veo sus ojos descendiendo por mi longitud. Estoy tan duro que todo me duele, pero no trato de ocultárselo. Sus ojos atrapan a los míos cuando alcanza el soporte de la ducha y le da un codazo, volviéndola al grado extra frío.
No tiene sentido para mí tener una ducha ahora, cuando salga voy a tener que empezar la otra mitad del entrenamiento, pero quiero complacerla,satisfacerla, antes de que se vaya de aquí hoy. A paso lento me acerco a ella e incluso por encima del ruido de la ducha oigo el aliento en su garganta. Tiembla ligeramente cuando llego a su alrededor, colocando poco a poco la ducha en caliente y más caliente, hasta que el vapor comienza a llenar la cabina a nuestro alrededor. La deseo caliente y nerviosa. Quiero que me suplique que la folle y hacerla venir. Me apoyo muy cerca, presionando cada centímetro de mi cuerpo contra el suyo hasta que presiona su espalda firmemente contra el cemento frío.
Bajo mi boca a su cuello, lamiéndola lentamente.
—Por favor,Pedro —gime en mi oído.
Jodido infierno.
De nuevo la miro a los ojos y descanso mi frente contra la suya. Corrientes de agua sobre nuestras cabezas se deslizan por la piel y fluyen fuera de los ángulos de nuestras caras. Sus iris verdes me queman desde debajo de sus pestañas oscuras y me están pidiendo que la devore mientras sus manos se deslizan por las crestas de mis brazos y sobre mis hombros antes de parar alrededor de mi cuello. Lentamente, mueve su boca hacia la mía y cuando me presiona contra sus labios flexibles y rosados, lo pierdo. Necesito tenerla y no hay reglas que vayan a detenerme. Fuerzo mi lengua entre sus labios y voluntariamente abre su boca. Arrastra sus dedos por mi cabello, apretándome con más fuerza contra ella y deslizo mis manos por la curva de sus caderas, agarrando su culo desnudo. Gime en mi boca mientras engancha un delicioso muslo alrededor de mi cadera. Mi pene presiona ansiosamente contra su coño caliente y resbaladizo y ahora no hay manera de que me detenga.
—Hazlo —jadea contra mis labios, flexionando sus caderas hacia mí—. Por favor, hazlo.
―¿Lo quieres? —le pregunto, sonriendo—. ¿Me quieres sentir dentro de ti?
—Sí —respira, capturando mi labio entre sus dientes—. Ahora.
Me agacho y me posiciono justo donde quiero estar y entro despacio, sabiendo que si voy demasiado rápido todo esto habrá terminado antes de que comience. Se siente tan bien, más allá del bien y un bajo gutural gemido se libera de mi garganta. Siento que las paredes de su coño suave aprietan la punta de mi polla y esta late en respuesta. Ha pasado demasiado tiempo desde que la he tomado.
—¿Pedro? —Una voz profunda familiar hace eco por toda la habitación y Paula libera mi labio mientras su cuerpo se pone rígido.
Cierro los ojos por un momento, rogándole a Dios, o quien coño este escuchando, que haga desaparecer a Damian.
—Hay un promotor de la MMAC aquí. Quiere hablar con el dueño y el gerente del gimnasio sobre la publicidad —llama Damian por encima del rugido de la ducha y Paula se muerde el labio inferior conteniendo una risita mientras una tonalidad rosa destella a través de sus mejillas—. Así que ustedes dos animales tienen que ponerse algo de ropa y salir aquí Con una exhalación fuerte alcanzo el grifo, girando el de agua caliente fuera y sumergiéndonos a ambos en agua fría. El agua se conecta con mi cuerpo, y Paula y yo saltamos, presionándonos a nosotros mismos con más fuerza contra lo demás mientras el agua lleva nuestra caliente sesión por el desagüe, llevando mi erección con ella. Bueno, fue divertido mientras duró. Una amplia sonrisa se extiende sobre los labios de Paula y sus manos se disparan para cubrirla mientras risitas brotan de ella. Supongo que vamos a tener que esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario