Han pasado menos de cuatro horas desde que vi a Pedro y de nuevo me he quedado sin cosas que hacer. Limpié, tomé una ducha y vi una película.
Me levanto desde el sofá y entro en mi habitación. Una siesta suena bien. Me acerco a la cama y me doy un golpe en el dedo del pie en mi bolsa de viaje.
―Para el lavado. ―Exhalo, recogiendo la bolsa y vertiendo su contenido sobre mi cama.
Lo primero que cae es una de las sudaderas de Pedro. Se había olvidado de ella y la dejó en mi habitación. Recuerdo meterla en el bolso por si acaso papá lo veía. No lo hizo y no sospechó nada al día siguiente tampoco. No es que fuera a mencionar nada de haber oído a su hija tener sexo… eso sería incómodo. Agarro el teléfono de la mesita de noche y marco el número de Pedro. No hubo respuesta. Llamo a mi papá. Debería ser capaz de obtener la dirección de Pedro sin problemas, suponiendo que lo tenga. ¿Qué pensará Pedro si me presento en su casa para dejar su sudadera? ¿Me estoy imponiendo? No me puedo imaginar lo que soy ahora después de todo lo que pasamos en Concord. Sé que puedo esperar hasta que llegue aquí, pero no quiero. Quiero verlo.
―Hey, ¿Paupy? ―responde papá.
―Sí papá, soy yo. Hey, ¿tienes la dirección de Pedro?
―Sí, voy a buscar en mis archivos.
Oigo el sonido del traqueteo del archivo golpeando en el fondo de su oficina
―Es uno cero tres Promenade Way.
―¿En serio? ¿Como el Promenade Way en las colinas?
Promenade Way es una localidad a treinta minutos y a las afueras de la ciudad. He estado allí dos veces y si pensaba que la casa de Vanesa era increíble, no tenía nada que ver con los palacios de prestigio allá arriba.
―Esa es la única. Tengo que irme cariño, dos hombres están a punto de pelea por la máquina de remo.
―Ten cuidado. No hagas nada estúpido y pídele a alguien que te ayu… ―Colgó―. También te quiero ―gruño tirando mi teléfono en la cama.
Frunzo el ceño. ¿Cómo Pedro vive en Promenade Way? Sé que el torneo amateur le está pagando por cada triunfo, pero no creo que sea suficiente para cubrir ni siquiera una cuarta parte del costo de las casas de allá. Mi curiosidad es demasiado fuerte para no ir y echar un vistazo por mí misma por lo que me deslizo en mis tenis y lanzó una delgada chaqueta blanca encima de mi camiseta. No suelo llevar shorts de color rosa de algodón fuera de la casa, pero el clima es muy caliente hoy en día y me burlo de la sola
idea de llevar vaqueros.
Tomo la chaqueta de Pedro, saliendo por la puerta y la meto en mi coche.
Mientras conduzco, trato de llamarlo de nuevo.
Todavía no hay respuesta.
Cuanto más me acerco a su casa, más pienso que es una mala idea. Pedro es una persona muy cerrada… no sé si va a apreciar que me presenté así.
Pero, por mucho que quiero dar la vuelta, no puedo apartar mi pie del acelerador.
Al poco tiempo, me detengo frente a la casa uno cero tres y mi boca se abre. Ciertamente tengo la dirección equivocada. Contemplo la enorme casa de dos plantas y sus hermosos ladrillos de chocolate oscuro. En el segundo piso, hay un pequeño balcón de piedra con pequeños muebles blancos al aire libre. La casa se ve como muerta, tranquila y absolutamente pacífica.
Nunca he visto una casa tan… impresionante. Es como si permaneciera aislada y rodeada de hermosos y exuberantes laberintos. Me obligo a apartar los ojos de la casa, tomo la chaqueta, me deslizo fuera del coche y meto mis llaves en mi bolsillo. El jardín delantero es enorme y verde y doblo lo dedos de mis pies en los zapatos contra el impulso de correr descalza sobre él. No hay un bloqueo que evite que intrusos entren, no es que en este lugar haya ese tipo de gente; así que hay valla, supongo. Mis zapatos se adhieren paso a paso a las bonitas baldosas chocolate y más allá del jardín floreciente. Me detengo a mirar las flores, hay tantos colores y todos contrastan contra los ladrillos marrones.
―¿Puedo ayudarle? ―pregunta una ronca voz femenina.
Salto, apretando la chaqueta contra mi pecho. Cuando veo a una hermosa mujer madura de mediana edad sentada en una amplia, silla de mimbre me relajo un poco, pero cuando sus ojos café oscuros me miran furiosos, la sensación de tensión retorna. .
―Hola ―le digo con toda la cortesía que puedo. Doy un paso más cerca―. ¿Vive Pedro Alfonso aquí?
―¿Has venido por sexo? ―Ella da una calada a su cigarrillo y mi atención se centra en la brillante brasa roja que se enciende cuando lo hace.
¿Qué clase de pregunta es esa?
―No… Sólo estoy… ―Sostengo la sudadera por la capucha ligeramente, pero ella me interrumpe.
―¿Cómo te llamas? ¿Tamara? No, te ves como una Noelia.
Sé que no estoy imaginando el insulto unido a sus palabras. Niego y ella se levanta de su silla. Se endereza el hermoso traje color caramelo que viste y se pavonea por las escaleras desde la torre hacia mí.
―Soy Paula ―declaro.
―¿Y has venido para tener relaciones sexuales, Paula?
Mis labios se abren como mis sentidos y cada centímetro de mi piel se inunda de calor nervioso.
―¡Por supuesto que no. Si me dejara terminar lo que estoy tratando de…
Sostengo la sudadera por la capucha y ella me interrumpe de nuevo.
―¿Así que no has tenido relaciones sexuales con mi hijo?
―No, bueno, yo… que… espere. ¿Has dicho hijo?
―Lo hice. Pedro es mi hijo. ―Apaga su cigarrillo en la bonita hierba y lo aparta hacia fuera con sus talones, dejando un punto negro en el césped por lo demás perfecto.
Su madre es, sin duda intimidante y cuanto más la miro,
Su madre es, sin duda intimidante y cuanto más la miro,
más de las características de Pedro puedo ver, los ojos color chocolate, la altura, los hermosos pómulos. Ella está balanceándose ligeramente,completamente borracha hasta su mente, y estoy asustada.
―Sólo vine a devolver la chaqueta… eso es todo. ―Mi voz es tranquila.
―¿Y por qué la tienes?
―Me la dio cuando estuvimos en Concord. ―En realidad lo dejó en mi dormitorio, pero no le voy a decir eso. Su cara se cae.
―¿Tú eres la chica con la que ha estado gastando todo su tiempo?
Medio me encogí de hombros, asintiendo.
―¿Te llevó a ti a Concord con él?
Asiento de nuevo. Ella tiene lágrimas en sus ojos y me acerco a tocarla para consolarla.
―¿Paula?
No hay duda de la voz y llevo mi mano hacia atrás antes de que toque el hombro de ella. Es Pedro y siento un hormigueo escalofriante por la columna. Él sale de la elegante puerta de entrada y se eleva sobre nosotras desde lo alto de las escaleras. Su cabello está un poco aplastado de lado y sus ojos son duros. Mierda. Lo despertamos.
―Pedro, yo…
Su mamá fija su atención en él
―¿La llevaste a Concord, pero no podías devolver mis llamadas?
De repente, comienza a llorar como una borracha, el fuerte grito de Pedro me estremece. ¿Es por eso por lo que me mantiene separada de su vida hogareña? ¿Debido a su madre?
―Sabes por qué no contesto tus llamadas, maldita sea, ahora entra.
No hay remordimiento en su voz. No le importa que su madre esté disgustada. Veo que su pecho comienza a subir y bajar rápidamente.
―¡No! ―grita y luego se seca las lágrimas. Dejando todo atrás en un santiamén―. Estoy teniendo una charla con mi nueva amiga. Ven.―Extiende su mano hacia mí―. Vamos a entrar y tomar una copa.
Pedro se tensa y sé que no soy bienvenida aquí.
Amablemente declino su mano.
―No gracias, estoy bien. Sólo vine aquí para devolver su chaqueta.
―Y tú has tenido suficiente ―agrega Pedro al final.
―¿Vas a decirme qué hacer? ¿Después de todo lo que he hecho por ti y tu hermana?
Pedro lame sus labios agitadamente. No parece que le guste lo que está diciendo, pero no quiere corregirla en frente de mí. Su mamá se encorva un poco y aprieta su boca. Creo que va a vomitar. Doy un paso hacia adelante y pongo una mano en su espalda, su cuerpo se mece con arcadas debajo de mí.
―Vete a casa, Paula ―casi gruñe él hacia mí y doy un paso atrás,luchando contra el impulso de apretar mi pecho. Que tocara a su madre parece haberle ofendido. Su voz no es de buena educación o cuidado. Es duro, difícil y peligroso.
―Pero ella está…
―Dije ¡vete a tu puta casa! ―grita.
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