sábado, 15 de noviembre de 2014

CAPITULO 279



Le doy mi helado y me levantó de la piedra lisa en la que estaba sentada.


Vanesa desplaza con inquietud su peso sobre la pierna izquierda, atrapando su labio entre sus dientes mientras me dirijo hacia ella. Me detengo a un metro y cruzo mis brazos. No voy a hablar primero. Es su momento de hablar.


―Puse a Damian a seguir tu taxi ―murmura ella, cerrando un ojo y usando su mano para protegerse del sol.


―Acosando y mintiendo. ¿Quién sabía que lo tenías en ti?


Ella se estremece y odio sonar tan amargada. Esta es tu mejor amiga... no tu enemiga.


―Paula, por favor. ―Se cerca más―. Pedro dijo que iba a decírtelo así que lo dejé manejarlo.


Niego.


―Sé que no querías que él me lo dijera. ―Mi garganta se contrae y trago para aclararla―. Es como si ya no te conociera.


Las lágrimas brotan de sus ojos mientras su cara se contrae. Ella aparta sus ojos hacia la fuente.


―Yo ni siquiera sé quién soy ya,Pau. Apenas me reconozco y me estoy ahogando aquí. No sé cómo detenerlo. ―Repentinamente limpia lágrimas de rabia de sus mejillas―. Lo que hice fue una mierda, lo sé, pero por favor, Pau. Yo…


―¿Por qué no me lo dijiste? ―Es todo lo que quiero saber. Si ella me puede dar una explicación decente, la perdonaré al igual que lo hice con Pedro.


Ella arrastra su mirada acuosa hacia la mía.


―... A causa de tu relación con Ramiro y tu relación con Pedro. Pensé que por una vez en mi vida no decir nada era lo correcto por hacer. Pensé que te estaba protegiendo.


―Cualquier otro día, estaría de acuerdo con esa respuesta.
―Nerviosamente, froto mis dedos sobre mi palma―. Pero tú no has hablado conmigo desde hace meses.


Sus cejas se presionan juntas haciendo un surco y abre la boca para protestar.


―Es cierto ―la corto antes de que tuviera una oportunidad―. No me hablas, no como solías hacerlo. Claro que hablamos, hablamos como las amigas lejanas lo hacen. 
Nos ponemos al día y preguntamos cómo lo estamos pasando la una a la otra, pero eso es todo. Ya no hay más intimidad en nuestras conversaciones. Le dices a todo el mundo mis secretos y nunca realmente me ha importado, porque sé que esa es quien eres. Conozco el riesgo cuando te digo las cosas, pero al segundo que tú tienes un secreto dejas caer las persianas y pretendes fingir que nadie está en casa. ¿Cómo crees que me hace sentir saber que no confías en mí tanto como yo confío en ti?


Vanesa saca sus manos de los bolsillos y las cruza en frente de su pecho, rogándome.


―Eres mi mejor amiga, Pau. Déjame demostrarlo, déjame arreglarlo para ti.


―¿Arreglarlo para mí? Esto no se trata de arreglarlo para mí.


Su cara cae, derrotada por mis palabras.


―Se trata de honestidad, y ahora que te he dicho lo que pienso, vamos a arreglarlo juntas.


El rostro oscuro de Vanesa se ilumina, sus ojos abriéndose un poquito más.


―Hay cosas que Luciano te ha dicho que él no quiere que nadie más sepa.
Lo entiendo y lo comprendo. Francamente, realmente no quiero saber nada de él, pero si quiero saber de ti. Quiero que me digas primero cuando Luciano y tú pelean, no Maca o Damian. Quiero que me llames cuando quieras, incluso si es para hablar sobre el maldito clima, y no quiero que nunca, jamás guardes un secreto si me involucra directamente. ―Doy un paso más cerca―. Pedro me dijo lo
que tuviste que hacer para quitar a Matt Somers de nuestras espaldas y cuando me enteré, el beso no me dolió, pero las mentiras lo hicieron. Si hay una cosa que odio más en este mundo que a Dom Russell, es la mentira. He tenido mi parte
justa... No me des más de ello.


Ella se lanza hacia delante, inesperadamente aplastándome en un abrazo.


Coloco mi brazo alrededor de su cintura mientras llora en mi hombro, sin duda, mojando mi cabello.


―Voy a tener un bebé ―digo, sintiendo mis labios contraerse con los inicios de una sonrisa―. No quiero discutir sobre las mentiras y verdades. Ahora somos
adultos... y te quiero en la vida del bebé.


Ella asiente, llorando con más fuerza contra mi hombro. Hay una sensación en la boca de mi estómago, que me dice que hay más en este pequeño quiebre de Vanesa de lo que parece, pero no la presiono. Si ella quiere decírmelo, lo hará.


Vanesa abruptamente se aleja y se abanica la cara con la mano.


―Lo siento, estoy extraordinariamente emocional hoy. ―Usando su dedo pulgar, lo arrastra con cuidado por debajo de sus ojos, eliminando algo de su maquillaje corrido―. Luciano y yo oficialmente hemos terminado.


Mi estómago se encoge.


―Oh, Vane... lo siento. ¿Quieres hablar de ello?


Ella asiente, luego sacude la cabeza.


―Creo que he llorado bastante por hoy. ¿Tal vez cuando no duela puedo hablarte al respecto?


―Por supuesto. ―Empujo su hombro―. Consigue un helado y únete a nosotros. Hay otro espectáculo de la fuente dentro de quince minutos. Hace maravillas por tu alma.


Con una sonrisa ella se da la vuelta.


―Ah, y ¿puedes pedirle disculpas al chico por mí? ―le digo―. Pedro puede ser un verdadero imbécil a veces.


Ella me da la seña de “pulgares arriba”, me doy la vuelta y regreso hacia Pedro con un rebote adicional en mi paso. Todo está bien en el mundo... bueno, en mi mundo, de todos modos. Mientras me siento, Pedro desliza su teléfono de regreso en su bolsillo y ruego que no sea Matt Somers. Nada bueno sale de sus llamadas telefónicas.


―¿Cómo te fue?


Peino mis dedos a través de mi cabello y lo tiro sobre un hombro.


―Me fue bien. Estamos bien. ¿Quién estaba al teléfono?


Exhala.


―Mamá llamó a Maca y le dijo que iba a ser tía.


Levanto mis cejas y agarro mi helado derretido de nuevo.


―¿Qué dijo?


―Bueno, al principio, me dijo que era una broma cruel para hacerle a mamá y que debería detenerla inmediatamente, y cuando se dio cuenta que no era una broma, me regañó por hacerle algo tan malo a la “pobre Paula”, pero una vez que la convencí de que es lo que tú quieres, estaba feliz por nosotros. Creo que está muy emocionada por ser tía.


―Esa es una buena noticia ―le digo―. Espero que mi hermano lo tome igual de bien.


―Yo también. ―Lame su helado de una manera que me da celos. ¿Qué idiota cachonda se pone celosa por un helado?―. Nunca me han disparado, y espero que siga así.


―Él nunca te dispararía.


Pedro levanta una ceja. Lo sé, no estoy engañando a nadie. Agustin puede ser muy protector conmigo.


―Bien, déjame decir eso de otra manera. Él nunca te dispararía para matarte.


Sus labios se extienden a través de su rostro y rastrilla sus dientes sobre su labio inferior para ocultar su sonrisa.


―Supongo que debería comprar un chaleco a prueba de balas, por si acaso te equivocas.


―No sería una mala inversión. Más vale prevenir que lamentar, ¿no?


Nos reímos y el sonido de nuestras risas mezclado tan dulcemente, me trajo más alegría que los altavoces de la fuente jamás podrían.


―Cuando hayamos terminado aquí, voy a llevarte a casa y te mostraré cuánto te aprecio.


Y así lo hizo.


Él me llevó a casa y me mostró exactamente lo mucho que me aprecia. Pedro fue lento, prestando atención a cada centímetro de mi cuerpo. Lo tomó de la vieja escuela, enamorándome sin decir palabra. Sus manos acariciaban en lugar de agarrar, su lengua probaba en lugar de follar y sus caderas rodaban contra mí en vez de chocarme. Una y otra vez él me dijo cuánto me amaba...


...Y creí cada palabra que dijo.

2 comentarios: