viernes, 14 de noviembre de 2014
CAPITULO 277
PAULA
Tomo el teléfono de Dom en mis manos y continúo viendo el vídeo. No puedo dejar que Dom consiga pasar por encima de mí. No lo haré. Finjo una sonrisa que amenaza con romper mis facciones. Pedro no tuvo relaciones sexuales con alguien más... pero él besó a una chica al azar y compartió un beso, no, dos besos, con Vanesa. Mi pecho se aprieta un poco más. Pedro me mira, con el rostro vacío de
cualquier emoción, y por primera vez en mucho tiempo, quiero darle un puñetazo en su hermosa boca traicionera.
Me aclaro la garganta y miro a Dom, que me sonríe
cruelmente.
―¿Crees que no sabía nada de esto? ―miento, sintiendo mi alma ser aplastada muy dentro de mí―. Por supuesto que lo sé.
La sonrisa vacilante en el rostro de Dom es la única cosa que me mantiene ecuánime. Echo un vistazo a Vanesa y Pedro, y la vista de ellos y sus anchos y asustados ojos aprietan mi corazón. ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudo Vanesa no decirme?
―Lo sabía, ¿verdad?
Ambos inclinaron sus cabezas, sin apartar sus ojos de los míos.
―Correcto ―afirma Pedro, con los ojos tristes, finalmente, cayendo al suelo.
Dejo caer el teléfono de Dom de mis dedos y se estrella contra el hormigón, cubriendo mis bajos tacones rosados con trozos de plástico y vidrio.
―Oops. ―Sonrío, volviéndome y dirigiéndome hacia el pasillo.
Tengo que salir de aquí. Si no lo hago, creo que voy a llorar delante de toda esta gente, en frente de Dom, y verme tan estúpida como me siento. A medida que me marcho, mantengo mi lengua en el techo de mi boca para detener la sensación familiar, la sensación de la explosión inminente de las lágrimas. Me esperaba algo así de Pedro, sabía lo que iba a decirme, que sería algo como esto... pero no tenía ni idea de que se trataría de Vanesa. Creo que eso es lo que me duele más. Ella es mi mejor amiga, la chica que solía decirme todo.
La chica que le dijo accidentalmente a Ramiro que no estaba saliendo con Pedro cuando le dije que lo estaba, la chica que le dijo a mi madre que estaba embarazada sin mi permiso, y la chica que le dice a todo el mundo sobre mi vida privada, pero no puede confesar algo tan grave como lo que pasó con mi marido.
¿Nos hemos vuelto realmente tan distantes? Me siento como si no supiera nada de ella, y después de esto, ¿puedo realmente llamarla mi mejor amiga? Una mejor amiga me hubiera dicho al segundo en que ocurrió, y también lo haría un marido, pero al menos Pedro prometido decírmelo.
Empujo la puerta de la habitación de Pedro y la cierro de golpe detrás de mí.
Cuando estoy sola en el interior, todo se desploma sobre mí y no tengo ni puta idea de qué hacer. Quiero a mi papá... quiero que mi papá me abrace y me diga que todo va a estar bien, que todo es parte de la MMAC y que no es nada más que un trabajo para llegar a conseguir lo necesario. Mientras estaba vomitando totalmente sola, Pedro estaba en el casino Aria besando a Vanesa para llegar a Dom.
No es extraño que los dos hayan estado tensos la última semana, han estado ocultándome un secreto. Me agacho, cubriendo mi rostro con mis manos... pero no puedo llorar. Tengo ganas de llorar, pero las lágrimas se niegan a caer. Me siento rota y traicionada, pero mi cuerpo se niega a llorar. ¿Es familiar este sentimiento y me he estado entrenado para no hacer una gran cosa de estas situaciones? ¿Así de jodida estoy? ¿He sido traicionado tantas veces que ni siquiera puedo llorar por eso? Salto cuando la puerta se abre y Pedro entra,
cerrando rápidamente la puerta tras él y bloqueándola. Él me da una mirada mordaz, una que dice: “No voy a permitir que me dejes”. Veo sus intensos ojos marrones primero y mi corazón tartamudea. Chica tonta. Lo has perdonado ya.
Ignoro las palabras razonables que flotan alrededor de mi cráneo y me pongo de pie con la espalda recta. Pedro mira mis ojos curiosamente, visiblemente preguntándose por qué no estoy llorando.
Me río una vez, nerviosamente, y él se encoge.
―¿Entonces… Vanesa, huh? No puedo decir que vi eso venir.
―Sé lo que parece, pero tenía que hacer algo a gran escala para lograr que Matt me deje solo. Lo hice por nosotros así podríamos estar juntos y en paz.
―¿Juntos y en paz? ―me burlo―. No puedo decir que haya escuchado esa excusa antes.
Él toma un enérgico paso hacia adelante, haciéndome retroceder hasta que estoy presionada con fuerza contra la pared. Sus fuertes brazos apoyados contra el concreto a ambos lados de mi cabeza y su rodilla impulsándose entre mis piernas.
―Esta no es una excusa. No tengo ninguna excusa para lo que hice.
―¿Pero quieres perdón?
―Pedir perdón por algo que decidí hacer a tu espalda sería egoísta de mi parte. Si quisiera que estuvieras de acuerdo con ello, habría pedido tu permiso antes de que esto empeorara. No quiero que me perdones alguna vez por lo que hice.
Pero ya lo hice…
―Perdonarte es fácil, Pedro. Te perdoné al segundo en que vi el video.
Él frunce el ceño y yo continúo:
―¿Quieres saber cuál es la peor parte de esto para mí?
Pedro asiente.
―Dímelo, así puedo arreglarlo.
―Quiero llorar, pero no puedo. Puedo sentirlo construyéndose y apretando mi garganta, pero no pasa nada. Mi cuerpo está registrando esto como un incidente normal. Casi sin inmutarse por toda esta situación.
―Tal vez tu cuerpo sabe que lo que hice fue por negocio… tal vez tu corazón sabe que todavía me tienes.
―Tal vez mi corazón es un maldito idiota ―exhalo, cerrando mis ojos por un largo un segundo―. ¿Qué se supone que voy a hacer? ¿Qué quieres?
―Lo que siempre quise… solamente a ti. ―Él besa la esquina de mi boca―. Te quise al segundo que te vi, te quise la noche que te lanzaste a mí, te quise cuando te pedí que te casaras conmigo y te he querido cada segundo desde entonces.
Estoy enganchada a sus palabras, una niña fascinada, colgada de cada dulce y azucarada palabra que cae de sus labios rosados.
―Incluso cuando tú…
―Especialmente entonces ―me corta, escuchando mis palabras antes de que las hable―. Te quise más que nunca ese día. Quise decírtelo, e iba a hacerlo cuando llegara a casa, pero me dijiste que estabas embarazada y todo pareció intensificarse tan rápidamente. Me acobardé. No debería haberlo hecho, pero lo hice. ―Sus manos se deslizan del concreto y agarra mi rostro. Él no deja ningún
espacio para mover mi cabeza―. Se sintió mecánico, Paula. No sentí nada cuando besé a aquellas chicas. ―Pedro arrastra sus manos por mi rostro y mi cabello. Tira de él y mi respiración se detiene en mi garganta―. Tú sabes que prefiero las morenas y tus tetas son mucho mejores que las de ambas combinadas.
A pesar de su grosería, me río y presiono mis manos contra su estómago apretado. Cortando la breve risa, trago profundamente. Esto no es sobre si él está más atraído por mí que por alguien más. Esto no es incluso sobre lo que tengo y ellas no tienen. Esto es sobre el respeto y el amor…
Esto es sobre el hecho de confiar el uno en el otro y siempre decir la verdad cueste lo que cueste. Necesito la tranquilidad de que Pedro sostenga lo que tenemos por encima de todo lo demás.
―Voy a dejar todo esto. Por ti. Por nosotros. ―Él baja sus manos y las presiona con cautela mi vientre―. Nunca querría intencionalmente poner en peligro esto. Tú y el bebé son mi vida ahora. No me importa nada más.
―Digamos que logramos seguir adelante de esto… ¿a dónde vamos desde aquí?
Sus labios se mueven, calentando mi corazón.
―Donde quieras. He escuchado que París es hermoso en esta época del año.
Me río y él presiona su frente en la mía. Se me ocurre entonces que así sin más, él gana la pelea. Y como mi mamá siempre dice: “Si alguien puede traer la luz en una situación oscura, nunca lo dejes ir”.
―¿Tahití? ―pregunto―. Prefiero piñas a caracoles.
Pedro ríe en voz baja y asiente mientras presiona su boca en mi mejilla.
―Hecho.
Finalmente, levanto mis brazos y los envuelvo alrededor de él. Él no se siente diferente. Mi cuerpo completo se relaja en él con la comprensión. Estaba preocupada de que si lo tocaba, no se sentiría como mío más. Lo atraigo más fuerte contra mí. Él siente el mismo. Todavía se siente como mío.
Él deja caer su cabeza, metiendo su cara en mi cabello. Su respiración calienta mi oreja y viaja a cada hebra de cabello sobre mi cabeza, haciéndome sentir mareada.
―Te amo, nena. Solo tú, siempre ―susurra, besando el lóbulo de mi oreja―. Por siempre, solo tú.
Me sigue abrazando y no hablamos. No me aprieta más fuerte o afloja su agarre. Solamente existimos, apreciando el hecho de que, muy rápidamente, hemos salido al otro extremo de algo que destruye relaciones. No hay ninguna lucha interna entre “sí” y “no”. Lo perdono y perdonar a alguien no es ser estúpido o débil. Aprendí esto con Ramiro.
Olvidar el pasado y perdonar a alguien por hacerte daño es la fuerza en su forma más cruda. Perdonar a alguien es algo
que no todos pueden hacer y lo sé a ciencia cierta. No todos tienen la fuerza para dejar de ser felices, darle a algo una segunda oportunidad. Mucha gente dice que no se comete los mismos errores dos veces, pero si caes de tu bici regresas a ella, ¿verdad? Será mejor que tú mismo uses la bicicleta hasta que encuentres tu rutina, aun cuando sabes que vas a caer otra vez. Podría no ser hoy o la próxima semana pero, tarde o temprano, al final lo harás y sabrás en tu corazón que todavía vas a montarla. Una cosa que tomé de mi relación con Ramiro fue la experiencia. Sin esa particular experiencia, no sería capaz de ver que lo que Pedro hizo no era tan malo.
Hacer trampa es conseguir una recompensa de algo por medios deshonestos o encontrar una salida fácil para salir de una situación desagradable. Pedro no escogió una salida fácil de su situación con Matt. Pedro tomó el camino difícil, sabiendo muy bien que eso podría lastimarme. Con el fin de hacer Las Vegas mejor para mí, tuvo que hacerlo peor para él, ¿y qué es un beso si no pones tu corazón en ello, de todos modos?
Después de una pequeña eternidad, él me libera y toma mi mano en la suyas.
Él me impulsa hacia la puerta.
―Déjame llevarte a un lugar, solo nosotros.
Empujo mis pies.
―Bien, pero contéstame una pregunta primero.
―Lo que sea.
―¿Iba Vanesa a contármelo alguna vez?
La respuesta que Pedro proporcione me dirá todo lo que tengo que saber de nuestra amistad y si esta ha disminuido.
Pedro deja caer mi mano, pasando la suya sobre su rostro y contengo mi respiración cuando sus ojos oscuros golpean sobre mí.
―Ella me pidió que no te lo dijera, pero estaba asustada, Paula.
Sus palabras quiebran directamente mi bloqueo mientras mi visión se nubla.
―¿Ella te pidió… ―inhalo y muerdo mi labio inferior para impedirle temblar―… que no me lo dijeras?
Esta vez lo sé… puedo sentirlo obstruyendo mi garganta y fuerzo a mi mandíbula a apretarse irregularmente. Voy a llorar.
―Joder, Pau ―Pedro suspira, su voz llena de dolor y compasión―. No llores.
Él me rodea con sus brazos fuertes cuando la presa se rompe y sollozo. Él me aplasta contra su torso y acaricia mi cabello mientras empapo el pecho de su camisa.
Mi mejor amiga…
No consigo entenderlo, no la entiendo más. Antes de que conociera a Pedro no podía conseguir que se callara y ahora hablar con ella es como intentar atascar una palanca en un cofre soldado. Como amigas, ¿a dónde vamos desde aquí?
¿Cuál es el valor de una mejor amiga con la que no puedes hablar libremente?
¿Cuál es el valor de esa mejor amiga que escucha y comparte todos tus secretos, pero rechaza hablar de los suyos? Tantas preguntas rodean sobre mi cabeza, cada una empujándome más cerca a lo que estoy segura es el fin del mundo. ¿Estoy exagerando demasiado? ¿Están mis hormonas fuera de control ya? Solo tengo once semanas.
Arrastro una débil respiración, la sostengo, y luego la expulso. Me alejo de Pedro y deslizo la parte posterior de mis manos debajo de mis ojos, recogiendo las lágrimas que repentinamente estoy avergonzada por derramar.
―¿Podemos irnos? ―lloriqueo, rastrillando mis dedos por mi cabello. Sé que tengo que hablar con Vanesa en algún momento, pero no hoy.
―Claro, le avisaré a Damian…
―No. No quiero ver a ninguno de ellos en este momento. Solamente quiero salir e ir a algún lugar… a cualquier lugar.
Él asiente imperceptiblemente.
―Muy bien. Conozco un lugar.
Toma mi mano entre las suyas otra vez y me lleva hacia la puerta. No quiero que él la abra porque sé exactamente lo que está del otro lado y en este momento, no quiero ver a Luciano, Vanesa, o Damian. La puerta abre con un crujido y efectivamente… todos están allí de pie, luciendo sombríos y desolados. Es difícil comprender el concepto de que todos se ven así porque ellos mantenían oculto algo de mí.
Vanesa libera sus manos de los bolsillos de su falda y da un paso hacia mí.
Ella abre su boca, pero Luciano engancha su muñeca, tirando de ella hacia atrás.
Ella lo mira y él sacude su cabeza, silenciosamente diciéndole que me deje ir. Su triste mirada verde regresa a mí y rápidamente cambio la mía a la puerta al final del pasillo. Ignoro el silencio y me centro en el pulgar de Pedro que con dulzura acaricia mi muñeca. Esa es la única cosa que me impide derrumbarme y exigir una explicación de ella, de todos ellos, realmente. Entiendo que Luciano y Damian
son leales a Pedro, ¿pero qué hay de mí? ¿Qué pasó con hacer lo que es correcto?
―Sabes que tienes que hablar con ellos algún día ―murmura Pedro mientras caminamos por el estrecho pasillo hacia la salida de emergencia.
Supongo que estamos tomando la salida de emergencia así los admiradores y los reporteros no nos ven. Dudo que mis ojos hinchados y nariz moqueando lucieran bien. Me estremezco por todas las historias que podrían girar de ello y cuán feliz harían a Dom.
―Y lo haré… ―murmuro―, solamente que no aquí. No hoy.
Fuera, Pedro hace señas a un taxi y cuando se estaciona, subo.
―Al Bellagio ―le dice al conductor mientras él envuelve sus brazos alrededor mío y me mantiene cerca. El Bellagio será cualquier lugar siempre que no sea aquí o en mi habitación del hotel. El olor de Pedro me envuelve y me siento mejor, entonces cierro mis ojos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Divinos los 2 caps Carme. Se me cayeron algunas lágrimas.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! aunq si fuera yo no lo perdonaría tan fácilmente...
ResponderEliminar