viernes, 14 de noviembre de 2014

CAPITULO 276



Estoy levantado muy temprano. Dios sabe por qué, apenas dormí anoche gracias a mi horrible pesadilla. ¿Por qué no puedo soñar con ser apuñalado o disparado? Diablos, incluso prefiero el caer de un edificio de setenta pisos antes que a Paula estando con Dom. Esa mierda está dejando cicatrices mentalmente y me estremezco al recordarlo.


―¿Estás listo, Pedro? ―pregunta Damian sobre su hombro desde el asiento del conductor.


Paula me aprieta la mano y apoya su cabeza en mi hombro. Cada movimiento que hace alivia la ansiedad que constriñe mi pecho. Alivia los efectos de la noche anterior.


―Estoy más que listo ―le contesto, forzando más confianza de la necesaria en mi voz.


―Es una pena que tengamos que ver la cara de Dom tan temprano ―dice Luciano, levantando una pierna sobre el salpicadero y haciendo a Vanesa reír―Hubiera sido un día perfecto, de lo contrario.


Sonrío y Damian da un golpe a la pierna de Luciano hacia abajo.


―¿Qué es lo que te pasa, muchacho? ¿Tus padres no te enseñan modales?


Luciano nos mira, sonriendo. Le encanta meterse con Damian y lo hace cada vez que puede. Como la foto que tomó de Damian desmayado en la cabina después de nuestra, no tan impresionante, visita al Spearmint Rhino hace un tiempo. Él lo envió en un texto a todos los contactos de su teléfono y del teléfono de Damian.


Ahora, Damian vigila cuántas bebidas toma alrededor de Luciano, y no lo culpo.


Una vez en una fiesta en la playa en Newport, me desmayé y Luciano me arrastró hasta el borde del océano. A medida que la marea subía y las olas rodaban, me empapé, perdiendo mi teléfono celular y mi cartera. Jodidamente olvídate de dormir cuando Luciano está alrededor.


Avanzamos lentamente a través del estacionamiento del edificio oficial de la MMAC. Se ve todo gris y frío. En la parte frontal, debajo del enorme logo rojo y negro de la “MMAC” está su lema: “Sé fuerte. Sé inteligente. Sé magnifico.” Me da escalofríos. No me gusta que algo tan significativo esté siendo utilizado por personas que no entienden el significado del mismo, y odio que una empresa que solía tener en tan alta estima, no es la empresa que pensé que era. Ya no importa, supongo. Una vez que haya terminado con Dom, he terminado con la empresa y voy a tomar su pequeña y bonita mentira de lema y utilizarla para mí mismo. “Sé más fuerte. Sé más inteligente. Sé más grande”. Síp. Eso se verá realmente bien en un cartel en la parte superior de mi gimnasio. No voy a tomar el camino fácil,
tampoco. Elijo tomar su lema como recordatorio de que soy más fuerte, más inteligente y más grande que ellos. Soy mejor que ellos, mejor que la totalidad de su empresa, y no puedo creer que di todo lo que tenía para entrenar y aprender a lograrlo en su mundo. Desde que estoy con la MMAC, ni una sola vez he sido feliz. Han aplastados mi alma... me quitaron la pasión para luchar por ellos. No nos damos cuenta que el pensamiento de algo es a menudo mejor que la realidad.


En la televisión y en las entrevistas, Matt Somers parece un buen tipo que deja caer la bomba con “m” con demasiada frecuencia, pero a puerta cerrada, es un maldito tiburón a la cabeza de una franquicia multimillonaria. Nuestra pasión como luchadores alimenta su carrera. Sin nosotros, él no tiene un trabajo, pero sin él, nosotros tampoco. Lo he pensado a conciencia. En lugar de confiar entre nosotros y tratarnos como socios comerciales mutuos, Matt Somers nos trata como malditos putos ponis de exhibición, como jodidos perros. Él amasa el dinero en nuestras caras y suelta nuestra correa para encontrar más y traerlo de vuelta a él, sometiéndonos a sus pies. No importa lo que creo, positiva o negativamente, siempre llego a la misma conclusión.


A la mierda la MMAC.




* * *




La sala está en silencio. Nadie hace ni un sonido. En su lugar, miran el pesaje de Dom en un televisor que está en silencio. No miro. No creo que tenga estómago para ver su rostro tan temprano en la mañana, sobre todo después del sueño que tuve. Por ridículo que parezca, quiero que pague por mi pesadilla. Quiero echarle la culpa a él, golpearlo hasta que se disculpe... ¿Qué diablos está mal conmigo?


Levanto los ojos del suelo y miro alrededor de la sencilla habitación. Está vacío, solo cuenta con un lavabo, un banco, un par de sillas y un pequeño altavoz en la esquina de la habitación. Matt Somers ha puesto un programa completo para todo el mundo el día de hoy. La sala de conferencias en la parte posterior del edificio está llena a rebosar, llena de periodistas y aficionados ansiosos. Uno tras otro quiere que salgamos y quiere que montemos un espectáculo.


―Tiene el peso correcto ―me dice Damian y yo asiento, aun evitando la pantalla―. ¿Sabes cuánto pesas esta mañana?


―Voy a estar bien ―le digo. Damian se preocupa por mis pesajes, siempre lo hace, a pesar de que suelo seguir su régimen como una “T”, con exclusión de su régimen de sexo, obviamente.


Pedro, arriba. ―Una voz ronca y femenina anuncia a través del altavoz.


Damian salta a sus pies más rápido que cualquiera de nosotros y abre la puerta. Me pongo de pie, enderezando mi camisa, y agarro la mano de Paula cuando trata de apartarse más allá de mí. La aprieto con fuerza, manteniéndola atada a mi lado.


Sus dedos se aprietan alrededor de la mía y descansa la otra mano en mi antebrazo. Cuando me asomo hacia ella y me sonríe, estoy listo para salir de la habitación.


El pasillo es largo y vacío, no hay colores, solo matices, deprimentes tonos apagados sin brillo. Oigo zapatos conectar rápidamente contra el duro hormigón y hacen eco en mi cabeza. A lo lejos, solo puedo distinguir la radiante voz de Matt a través de un micrófono mientras le dice a la multitud sobre la historia detrás de Dom y de mí. Una y otra vez repite cuánto nos odiamos, y casi puedo sentir el
crujido de la emoción penetrar las paredes y desplomarse sobre mí. A medida que me acerco a las puertas, la adrenalina aumenta, haciendo que mis venas se llenen de espesor y mi cabeza dé vueltas. Es una sensación que voy a extrañar una vez que lo deje.


Me detengo mientras Damian y Luciano dan un paso delante y empujan las puertas. El sonido de los grandes aplausos del público causa que se me ponga la piel de gallina en la parte trasera de mi cuello y se extienda por encima de mi cráneo. Mi mirada se asienta sobre el cartel que cuelga detrás del escenario. Es de Dom y yo. Mi foto es antigua, de la primera vez que firmé con la MMAC, y el
recuerdo me hace hacer una mueca. Me muevo con rapidez, haciendo mi camino al escenario delante de mí.


Paula se mantiene conmigo, tomando pasos más largos para que coincida con el mío. A medida que rodeo la parte delantera del escenario, ella me da un último apretón de tranquilidad y suelta mi mano. La dejo deslizar sus dedos de los míos mientras ella se detiene y yo sigo adelante, inclinando mi cabeza hacia abajo para evitar los flashes de las cámaras que se disparan desde todas las direcciones.


Luciano y Damian están cerca detrás de mí, y una vez que estoy por las escaleras y en el escenario, no pierden el tiempo. Saco mi camisa por encima de mi cabeza y la tiro hacia Luciano. Uno por uno me quito los zapatos y tiro de mis calcetines. El aire acondicionado ondulante de la rejilla de ventilación por encima de mí es frío en mi piel y me paso rápidamente por debajo de él con en el pop del botón para bajar mis jeans.


Ignoro los silbidos mientras arrastro mis jeans por mis piernas y les doy unas patadas en un montón en el suelo. 


Miro hacia abajo a mis apretados, pantalones cortos azules. 


Me hacen sentir más femenino de lo que me gusta, pero es esto o ir desnudo, y hoy, no estoy de humor para mostrar a todo el mundo mi basura.


Me dirijo al escenario hacia Matt y Dom. Miro a Matt en primer lugar, que se encuentra con orgullo en su caro traje negro, sonriéndome como si fuera su persona favorita en el planeta. Le doy un sutil movimiento de cabeza antes de mirar a Dom que, para mi sorpresa, no tiene la arrogancia en su rostro de siempre.


Sus cejas están fruncidas, sus ojos oscuros y castigadores. 


¿Él se está tomando esto en serio? ¿Por una vez en su vida va en serio? Le sonrío. Finalmente.


Doy un paso en la báscula y mantengo mis ojos hacia abajo, ya que se balancea entre el peso correcto y el sobrepeso. 


Una diferencia de un kilo es todo lo que tengo. Cuando los comisionados detienen el pulsado de la barra, que se
encuentra en el cuadrado sobre los ochenta y siete kilogramos. Ese es un número bueno para un peleador de peso semipesado y ni siquiera tuve que desnudarme.


La multitud estalla de nuevo y más fotos se sobrevienen.


Después, estoy ahí para mis destinados cincuenta segundos de más, doy un paso fuera y camino hacia Damian y Luciano, para que me entreguen mi ropa. Me las arreglo para deslizarme solo en mis pantalones vaqueros antes de que Matt me agarre del brazo, haciendo caer mi camisa al suelo. 


Él me lleva de nuevo hacia el lado del Dom.


―¿Fotos, en serio? ―me quejo en voz baja, pero Matt me ignora.


La sesión de fotos... la única cosa que quería evitar más que al mismo Dom.


Me detengo justo en frente de Dom y elevo mis puños. Él sigue mi ejemplo, elevando sus propias manos gigantescas. 


Nuestras caras están a solo seis pulgadas de distancia y sonrío hacia su cara grande y brutal que se contorsiona
en una mueca de desprecio.


―Ella no lo sabe, ¿verdad? ―murmura y el tiempo abandona mi cuerpo, mi sonrisa cayendo de mi cara.


―¿Quién no sabe? ―interviene Matt.


Muevo mi mirada hacia él, sonriendo cortésmente ante las cámaras. La comprensión ilumina su cara y él me sonríe.


―¿Paula no sabe lo que hiciste? Joder, es mejor rezar para que no se entere.


―Si ella lo sabe o no, no es tu puto asunto ―gruño, cada vez más cerca de él. Mis dedos se crispan con las ganas de conducir mis puños al estómago de los dos. Pero no lo hago. Si actúo, solo va a atraer más atención y más preguntas. No puedo arriesgarme a que Paula lo averigüe antes de que se lo diga. Tengo que ser yo el que se lo diga. 


Tengo una mejor oportunidad de redención de esa manera.


―Sería una pena si alguien fuera a decirle ―dice Dom, y sin pensar... yo reacciono.


Lo golpeo en el pecho con tanta fuerza que escucho el aire forzado salir de sus pulmones. Se tambalea hacia atrás dos pasos gruñendo y lanzando hacia delante. Planto mis pies y me preparo para el impacto, pero Matt Somers se planta de inmediato en el camino de Dom, presionando sus manos planas contra el estómago de Dom. Dom se detiene inmediatamente, al no tener las bolas para empujar a través de su jefe. Si fuera yo, habría aplastado a Matt Somers donde él se encontraba. Esa es la diferencia entre el Dom y yo. Hago lo que quiero y él hace lo que se le dice. Un golpe firme en mi espalda me dice que Luciano está cerca en caso de que algo se vaya abajo. No es que necesite de su ayuda para destruir a cualquiera de los hombres que están ante mí.


―La tensión es buena, la pelea es mala ―me ladra Matt. Él mira a Dom―. Agarra el resto de tu ropa y lárgate.


Observo mientras el entrenador de Dom le entrega su camisa y él la desliza por su cabeza. Saluda a la multitud que lo vitoreaba antes de bajar del escenario.


Mantengo mis ojos en él mientras da un paseo a lo largo de la parte delantera, charlando con la gente a su paso. Matt está en mi oído, castigándome por algo, pero opto por no oírle. Toda mi atención está en Dom, que camina más y más hacia Paula. Me relajo un poco mientras él pasa por delante de ella sin mirar en su dirección hasta que un reportero lo llama en voz alta y lo tira hacia atrás por lo que está de pie junto a ella. Ella se cruza de brazos y a centímetros de él, también lo hace Vanesa. Él no se da cuenta de Vanesa en un principio, hasta que Vanesa lleva Paula por el brazo y trata de hacer que se mueva. Es entonces que veo la enorme sonrisa dibujarse en los labios de Dom. Me doy la vuelta y empujo a través de Luciano y Damian haciendo mi camino hacia ellos.


―¿Pedro? ―Oigo la llamada Damian, pero sigo en movimiento.


Observo y camino mientras Dom saca casualmente su teléfono del bolsillo mientras él habla con el reportero. La reportera con el cabello negro largo y ojos grandes saca de un bolso de documentos un periódico para Dom.


―¡Dom! ―grito, tronando por las escaleras. Sus labios se contraen, pero él no me mira. Le entrega el periódico a Paula y yo ya sé lo que está en la primera página. Ella lo alcanza, pero Vanesa lo arrebata fuera del camino, apretándolo contra su pecho. Paula le frunce el ceño a ella y luego a mí antes de poner los ojos en Dom. A medida que se aleja, Dom la agarra del brazo y la jala de nuevo, empujando su teléfono en su rostro. Al ver su cuerpo sobre el de ella me siento mal del estómago. Ella observa lo que está en la pantalla y todos sus rasgos se contorsionan juntos. Me detengo a unos pocos metros de ellos y Vanesa lentamente se aleja, nerviosamente torciendo el periódico en sus manos.


Todo el minuto que ella mira el vídeo en la pantalla se siente como una eternidad. Cada vez que ella se estremece o se encoge, mi corazón se contrae en mi pecho... y finalmente, sus ojos verdes se mueven hacia mí y veo su corazón roto.

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