lunes, 27 de octubre de 2014
CAPITULO 234
Él sostiene mi cuerpo con fuerza contra el suyo. Sus dedos están extendidos en la parte baja de mi espalda y juro que puedo sentir su piel arder a través de mi vestido mientras me esfuerzo por no derretirme en sus manos. Bailamos, lentamente. Hemos estado bailando de esta manera por lo que parecen horas.
Suspiro y apoyo más de mi peso contra él. Cuando era niña tenía sueños de cómo sería mi boda, pero esto lo supera.
Pedro supera todos mis sueños y fantasías. Es dulce y protector, feroz y leal envuelto en un delicioso cuerpo apretado y la cara más sexy que cualquier otra. Debajo de mi oído, su corazón late en un ritmo fascinante a través de su traje impecable y el sudor en la palma de su mano se
mezcla con la mía.
Él es mi Pedro.
Mi marido.
Cuando conocí a Pedro, nunca me imaginé nuestras vidas enroscándose juntas de tal manera. Yo lo quería. Quería saborearlo, tocarlo. Era atracción sexual pura... entonces algo cambió. Nos conectamos, y una vez que nuestras almas se tocaron, se negaron a separarse. Ahora que estamos aquí, como marido y mujer, debajo del más hermoso candelabro de cristal en forma de araña de Elise que he visto en mi vida, bailando canciones lentas que nunca he escuchado antes.
Nuestras madres jugaron la mayor parte en la organización de nuestra boda. Pedro y yo queríamos una boda pequeña, infierno, fugarnos a Las Vegas fue una opción en un momento dado, pero nuestras madres se negaron, alegando que necesitábamos algo memorable. Yo no necesitaba la extravagancia para hacerlo memorable; Pedro era suficiente, sin embargo, aquí estamos después de haber cedido a los deseos de nuestras madres. Consiguieron lo que querían, la extravagancia, la elegancia, y cada miembro de la familia que teníamos, todo agrupado en una única habitación con sus mejores galas para ver a sus “bebés” casarse. No me importa porque tengo lo que quiero, también. Él. Lo tengo y es todo lo que quiero. Él es todo lo que siempre quiero.
Siento su cuerpo moverse mientras baja su cabeza cerca de la mía.
―¿Estás lista para salir de aquí? ―pregunta en esa voz profunda que me pone la piel de gallina.
Asiento mientras mariposas explotan en mi estómago. He querido salir de aquí durante horas. Pedro se ve positivamente delicioso en el traje negro de tres piezas, pero en lo personal, creo que el traje se verá mejor en un piso en algún lugar, tal vez echado sobre los asientos en el coche.
Me separo de Pedro y encuentro sus hipnotizantes ojos chocolate oscuro. Siempre me han gustado sus ojos, más
aún ahora que están oficialmente conectados a mi marido.
Veo su felicidad en sus ojos y debajo de su felicidad, veo su intención traviesa y de repente mi corazón no puede permanecer quieto. Pedro y yo hemos tenido sexo un montón de veces, más veces de las que puedo contar, pero esta vez es diferente. Esta vez será el principio del resto de nuestras vidas.
Esposo.
ES-PO-SO.
No creo que alguna vez me canse de tener presente mentalmente esa palabra, no es que pueda llegar a admitirlo en voz alta en algún momento. Pedro tiene la costumbre de atormentarme hasta que mi cara está roja y ardiendo. Le encanta. Le encanta meterse bajo mi piel, y por mucho que me encanta ver sus ojos brillar, contento con mis reacciones o su sonrisa con un exceso de confianza que me da ganas de chupar sus labios justo directamente de su cara, es molesto. Él es molesto, muy posiblemente el hombre más molesto que he conocido, y malditamente lo amo. Lo amo con todo lo que tengo, y esta noche he prometido que lo haré por el resto de mi vida.
―He estado muriendo para deshacerme de nuestras familias, desde que nos besamos en la iglesia ―murmuro por debajo del aliento para que los abuelos de Pedro no oigan.
Ellos sonríen y nos saludan a Pedro y a mí, mientras pasan bailando el vals por ahí y devolvemos el saludo con risitas incómodas.
―¿Desde que nos besamos? ―pregunta, dándome esa maldita sonrisa―. ¿En serio?
Siento mis mejillas sonrojarse.
―Sí.
Sus hermosos ojos marrones brillan. Él quiere burlarse de mí, puedo verlo.
Sus labios se curvan tan ligeramente.
―Eso es horriblemente vago de tu parte.
Frunzo el ceño y se inclina hacia delante, llevando sus labios justo a mi oreja.
Su cálido aliento sopla sobre el lóbulo de mi oreja, lo que debilita mis rodillas. Si Pedro no me estuviera sosteniendo, estoy segura que me disolvería en un charco de estremecimientos y gemidos.
―Me moría por huir contigo desde el momento en que vi que entraste por la puerta.
Me río una vez.
―Eso fue solo seis o siete minutos antes de nuestro beso.
Él se encoge de hombros, balanceándome de lado a lado y presionándome con fuerza contra su cuerpo.
―Está bien, así que estoy seis o siete minutos más atraído por ti de lo que tú lo estás por mí.
―Eso no tiene sentido.
―Oh, yo creo que sí.
―¿Cómo puedes estar más atraído por mí de lo que yo lo estoy por ti? ¿Te has visto?
Pedro inclina su cabeza, sus ojos sonriendo junto con sus labios. Con su mano, sin soltar mi espalda baja, desciende más allá y roza su dedo meñique sobre la curva de mi trasero.
―¿Tú te has visto a ti?
Mi respiración se profundiza a medida que su mano se desliza aún más bajo en la curva de mi trasero. Él tira de mí con más fuerza contra su cuerpo y siento cada firme centímetro de él. Dejo caer mi cabeza en su pecho con un gemido silencioso y se ríe oscuramente bajo su aliento. Sus dedos se crispan en mi trasero antes de liberar una exhalación fuerte y de mala gana regresa sus garras deseosas a una posición más segura en mi espalda.
―Será mejor que detengas eso ―advierte―. O toda esta sala va a ver lo caliente que me pones.
―Me dices que pare como si fuera posible contigo alrededor. ―Me río acurrucándome en él.
Mis pies están doloridos, mis músculos faciales duelen de sonreír demasiado, pero no podría estar más feliz. Estoy tan feliz que apenas puedo contenerlo. De vez en cuando mis dedos se contraen involuntariamente en la mano de Pedro y río sin motivo.
―Vamos a salir de aquí. Es hora de poner a prueba tus habilidades de actuación ―murmura, antes de envolver un brazo alrededor de mis hombros.
¿Eh? Trato de inclinar mi cabeza para mirarlo, pero él me aprieta contra él, metiendo mi cabeza en su pecho. Mi Dios, huele bien, como a jabón, colonia y a él. Eso prende fuego a mi sangre, amenazando con quemar el vestido de mi cuerpo.
―Está cansada, ¿cariño? ―Oigo a mamá preguntar, sintiendo su mano rozar mi cabello ni un segundo más tarde.
―Está muy cansada ―responde Pedro con un suspiro. Su voz retumba en su pecho, haciéndome vibrar de pies a cabeza―. Puede ser que nos retiremos.
Él aligera su agarre y me da un empujón fuera de mi lugar cómodo. Supongo que es mi turno de actuar. Por suerte para él, pasé teatro en la escuela con gran éxito.
Fingí un bostezo mientras me giro a mamá, haciendo caso omiso de Pedro, que jura por lo bajo. ¿Qué? No estoy haciendo tan mal trabajo. Mamá se ve muy bien en su vestido color ciruela y maquillaje sutil. No la he visto usar maquillaje en años, pero sus ojos ahumados y labios pintados de ciruela profundo le quedan. Ella retira un corto mechón de cabello de sus ojos y realmente se ve preocupada por lo cansada que estoy. Le doy a Pedro una sutil mirada engreída y él rueda los ojos.
―Necesito una cama ―le digo―. Me duelen los pies y los ojos pican.
Mamá me da palmaditas en el hombro y aprieta la carne ligeramente de esa manera reconfortante que solo una madre puede hacer.
―Ve, cariño. Has tenido un día tan grande. ―Ella vuelve sus repentinamente acusadores ojos en Pedro y apenas sin parpadear pregunta―: ¿Cuánto has bebido?
―Ni una gota.
Sus cejas afiladas se juntan.
―Te vi en el bar un par de veces esta noche.
―Solo agua fría, lo juro.
Lo estudia durante un rato y Pedro no se inmutó en lo más mínimo. Cuando era niña, su mirada podía hacerme admitir cualquier cosa. De verdad. Puede ser bastante aterradora cuando quiere serlo, simplemente pregúntale a Vanesa.
Está aterrorizada de mi mamá.
―Está bien, te creo. ―Sus labios tiemblan―. Diviértanse. Los veré a ambos después de su luna de miel.
Nos jala para un abrazo y se prolonga por unos segundos.
―Nos hicieron muy orgullosos hoy. ―Sorbe―. La imagen perfecta.
―Mamá, no llores ―le dije, riendo.
Nos deja ir y seca las lágrimas que ruedan por su rostro.
Agarra mi brazo y me acerca, plantando un beso suave en mi mejilla.
―Te amo ―le digo, apretando su brazo.
―Yo también te amo.
Pedro me toma por el codo y rápidamente me saca del salón. Lo admito, sí me siento un poco mal por dejar de lado a nuestras familias, pero no puedo estar con Pedro un segundo más sin rasgar su ropa. Él tira de mí a su lado mientras rompe en un trote rápido.
―Alguien está ansioso ―bromeo, centrándome muy duro en no torcerme el tobillo. Apenas puedo seguir su ritmo y su afán de salir de aquí―. Estoy usando tacones, lo sabes.
Suspiro mientras tira de mi brazo, me envía hacia adelante, y pierdo mi aliento mientras me levanta en sus fuertes brazos.
―Te llevaré, entonces.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y me aferro mientras me carga por unas escaleras.
―Podrías haberte detenido el tiempo suficiente para que me quite los zapatos.
Niega, su sonrisa diciendo un millón de palabras traviesas.
―Los zapatos tienen que quedarse puestos.
Cuando llegamos al coche, abre la puerta y me sienta en el interior, con cuidado de no atrapar mi vestido cuando lo cierra. Lo veo caminar alrededor de la parte delantera del coche, buscando las llaves en su bolsillo. Se detiene bajo una farola para buscar más profundamente en el tejido y lo admiro desde mi asiento.
Bajo la luz brillante, se ve tan angelical y puro, tan puro que medio esperaba que le crecieran alas y volara. Pero, cuando mira hacia arriba, hacia mí desde debajo de su frente y las sombras oscurecen la mayor parte de su cara, veo su oscuridad.
Veo el demonio que realmente es, y aunque admiro el lado dulce y angelical de Pedro, voy a estar para siempre consumida por su lado oscuro, el lado que hace lo que quiere y toma lo que cree que le deben.
Esta noche nos casamos, y lo que viene después no es asunto de nadie más que de Pedro y mío. Tengo muchas cosas planeadas para él, cosas que sé que lo volverán salvaje. Nunca he sido de las que besan y cuentan... Pedro, sin embargo, sin duda, le dirá a todo el mundo.
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