Paula
Cuatro días para Las Vegas
Me estiro, extendiendo mis piernas y arqueando mi espalda antes abrir mis ojos. Cuando parpadean para abrirse, tomo mis alrededores y al gigante durmiendo junto a mí. Él tiene un brazo colgado sobre su cara y puedo ver el corte de su labio inferior. Temor rueda a través de mi mientras recuerdo la noche anterior. No fue un sueño.
Asombroso.
Observo a Pedro por un rato más, tratando de encontrar la manera correcta de disculparme. Sé que soy la que se equivocó. Sé que debería haberle dicho mis planes y definitivamente no debí ignorarlo hasta quedarme dormida anoche, pero lo que dijo me lastimo. No soy egoísta… no puedo serlo, no con él. He renunciado a tanto por él. Lo escogí sobre mi trabajo. Escogí trabajar en el gimnasio sobre mi escritura. No he abierto un documento de Word desde que nos juntamos. No tengo tiempo. Entre mamá, Pedro, y el gimnasio, no puedo hacer cosas que quiero hacer, pero soy feliz con eso. ¿Es eso egoísta? ¿Es estar ahí para él egoísta? Rechino mis dientes.
No.
Pedro se mueve, moviendo su brazo y rodando sobre su lado. Su rostro se contrae en dolor antes de arreglarse. Mis músculos se relajan de un calambre que no sabía tenia. La idea de Pedro despertándose y que esté tan enojado como estaba anoche me aterra. La oscura, mirada asesina en sus ojos cuando salió de la ducha anoche es algo que nunca quiero ver de nuevo. El sexo fue bueno sin embargo, no puedo quejarme sobre eso. No anticipé que sucediera, pero estaba tan enojado e intenso y quería que lo sacara conmigo, que me castigara por dejarlo. Alcanzo y corro la punta de mi dedo sobre el dorso de su mano, la misma mano que me sujetó tan fuerte anoche mientras me follaba duro y rápido, enviando cantidades sin fin de corrientes eléctricas pulsando a través de mí. Tiro de mi mano y aprieto mis muslos juntos y me estremezco por la sensibilidad.
Estoy un poco dolorida,anoche fue… apasionado, por decir lo menos.
Suspiro. Pedro está acostumbrado a tener lo que quiere y sé que espera que yo ceda y me disculpe primero… pero necesito que sepa que no aceptaré que me hable de esa manera. Soy su igual, no una niña, incluso si mis acciones dicen otra cosa.
Dejo la cama y me estremezco ante el dolor en los músculos entre mis piernas. Hoy no va a ser cómodo, eso es seguro. Camino de puntas desde la habitación abajo por las escaleras. Sorprendentemente, Vanesa está aquí comiendo desayuno en la encimera. Cuando llegamos a casa anoche, Vanesa y Luciano se fueron para quedarse en casa de ella… ¿habían regresado? ¿Nos habían escuchado a Pedro y a mí anoche?
—Buenos días. —Vanesa sonríe tensamente, lamiendo su cuchara—. ¿Cómo fue?
Paso mis manos sobre mi cara y me apoyo en la barra de desayuno
—Discutimos. —Y tuvimos sexo épico—. No hemos hablado realmente desde entonces…
—Sí,Luciano demandó que volviéramos esta mañana para que pudiera hablar con Pedro—Mueve su cabeza hacia el patio trasero—. Ha estado sentado ahí por más de una hora ahora.
Miro afuera de la puerta de vidrio y veo a Luciano sentado ahí en la silla, su rostro cansado y preocupado.
—Él no durmió anoche —agrega ella.
—Pobre chico… es mi culpa.
Escucho pesados pasos viniendo abajo por las escaleras y mi cuerpo entero se pone rígido. Pedro va a ignorarnos, lo cual puedo manejar, o va a perder la cabeza y patear a Luciano.
No me giro para verlo cuando entra en la cocina y Vanesa deja caer su mirada en el tazón.
—Buenos días, Vanesa —dice él fríamente y puedo escuchar la puerta del refrigerador abrirse.
—Uh —murmura ella, confundida—. Buenos días.
Frunzo el ceño, mirando sobre mi hombro y observo mientras él saca una pequeña botella de leche del refrigerador. La abre y toma un largo sorbo. Cuando lo pone de vuelta, sus ojos se mueven a los míos.
—Veo que despertarme sin ti se está volviendo una rutina.
Mis ojos se entrecierran en él y Vanesa se mueve incómodamente en su asiento. Él espera por una respuesta, observándome sin arrepentimiento. No está en lo más mínimo incómodo sobre discutir frente a otras personas. Dándome cuenta que no tengo respuesta para él, camina pasándome, pasando una mano sobre su pecho y a través de su ya desarreglado cabello cuando camina fuera y cierra la puerta detrás de él.
—Bueno, eso fue incómodo —murmura Vanesa y muerde su labio inferior cuando la fulmino con la mirada.
Observamos mientras Luciano se levanta de su silla. Sus labios se mueven rápido mientras le explica lo de anoche a Pedro. Con cada palabra, los rasgos de Pedro se oscurecen más y sus manos se lanzan, sujetando a Luciano por el collar y tirando hacia él. Vanesa y yo jadeamos, temiendo que una pelea esté por comenzar. ¿Cómo demonios vamos a detener eso? Luciano permanece calmado y neutral, no asustado, ni preocupado, nada. Es como si hubiera pasado por esto un millón de veces. Pedro deja a Luciano y regresa dentro de la casa.
Vanesa aleja la mirada otra vez, pretendiendo que no estaba mirando la interacción entre los dos chicos.
Yo no alejo la mirada. Cuando la mirada oscura de Pedro se posa sobre mí, miro de vuelta, tristemente, poniéndome un poco acalorada por la intensidad en su cara.
Marcha pasándome, manteniendo contacto visual hasta que me pasa y se dirige escaleras arriba. Cuando se ha ido pongo una cara amarga.
—Vaya, realmente hay una brecha entre ustedes ahora.
Suspiro.
—No tienes idea.
—¿Por qué no hablas con él?
—Porque terminara en una discusión. Quiere que me disculpe…
Ella arquea una ceja.
—Pues hazlo. Es tu culpa.
Ofendida exhalo una ráfaga de aire de mis mejillas
—Por Dios, ¿en serio? No me voy a disculpar primero. Me llamó egoísta. Concedido, cuando lo digo en voz alta suena infantil y estúpido y la mirada en la cara de Vanesa me dice que no estoy lejos de la verdad.
—No me puedo disculpar primero. No con Pedro.
Ella no entiende como es. Él crece con poder, ama conseguir exactamente lo que quiere. Es por eso que me sonrió anoche antes de que apagara las luces. Lo espera de mí, pero no lo obtendrá hasta que estemos en terreno igual, hasta que me comprometa en una conversación amorosa.
Me da otra de esas miradas de “eres una tonta” y me giro lejos de ella.
—¿Tienes ropa aquí? Necesito tomar algo prestado —digo sobre mi hombro.
—Si, en una bolsa en el piso de Luciano —responde cuando estoy a medio camino por las escaleras—. Discúlpate, Pau, es tu culpa.
Ruedo mis ojos y termino de subir las escaleras. Me escabullo en la habitación de Luciano y encuentro la maleta morado brillante de Vanesa abierta en el piso. Afortunadamente, Vanesa ha estado usando pantalones y shorts más seguido con Luciano, entonces cuando termino de pasar a través de su ropa,fácilmente encuentro un par de pantalones y una blusa ligera de algodón para usar en el trabajo. Llevo la ropa a habitación de Pedro y afortunadamente para mí, él está en la ducha. Me cambio, logrando solo tirar la blusa sobre mi cabeza antes de que entre en la habitación. Peleo duro contra la urgencia de dejar a mis ojos vagar por su cuerpo. Quiero. Quiero empujarlo en el sofá y lamerlo por todas partes, probando la piel limpia en mi lengua mientras enlaza sus dedos en mi cabello, tirando de mi cuero cabelludo hasta que arda.
—¿Paula? —su ruda voz me trae de vuelta la atención y me doy cuenta que estoy mirando.
¡Maldita sea!
—¿Qué? —mi voz sale mucho más frustrada de lo que esperaba y me siento como una idiota.
—¿Estas lista? —asimilo su cuerpo completamente vestido, avergonzada porque me distraje por completo pensando sobre las cosas que le haría.
—Sip, vamos. —Giro sobre mis talones y salgo de la habitación.
En el auto, ninguno habla. Es estúpido, de verdad. No estamos enojados ya, pero empezamos una guerra que queremos que termine el otro.Pedro sabe que soy competitiva, como sé que él es competitivo, y solo puedo ver este juego terminando mal, pero no me puedo tragar mi orgullo.
Aún no.
wow muy bueno,seguí subiendo!!!
ResponderEliminar