sábado, 24 de mayo de 2014

CAPITULO 170



Pedro 
 
Con un gemido, ruedo por mi estómago, costillas doloridas y sobre mi espalda. Dormir sin duda va a ser horrible los próximos días. Paso mis manos sobre el colchón en busca del calor de Paula. 


Nada. 


Poco a poco, abro los ojos y me estiro aún más, sintiendo solo la cama fría. 


—¿Paula? —me quejo, mi voz ronca por el sueño. 


Nada. 


¿Qué demonios? Me empujo hacia arriba en una posición sentada ignorando el dolor en mi pecho y el dolor de cabeza palpitante detrás de mis ojos. Me deslizo fuera de la cama y vacilo incómodamente de pie antes de que poco a poco haga mi camino para salir de la habitación. En la parte de abajo, las luces están encendidas y puedo oír voces hablando en voz baja y cautelosa. Camino por la cocina y en la sala de estar, frunzo el ceño mientras mi mirada se posa sobre Vanesa y Damian. Los ojos de Vanesa se ensanchan y aparta rápidamente su mirada antes de ajustar su vestido y moverse incómodamente al sofá. Miro a Damian y él
analiza los moretones al principio, antes de que sus ojos revoloteen hacia los míos.


—¿Dónde está Paula? —exijo y juro que veo a Vanesa inmutarse por el rabillo de mi ojo.

—Está fuera —responde Damian. 

Vanesa se levanta sobre sus pies, apartando mi mirada mientras ella camina alrededor del sofá antes de trotar al patio trasero. Las campanas de alarma empiezan a sonar mientras cierra la puerta detrás de ella. 

Me apoyo en la pared. 

—¿A dónde se fue?


—Ella y Luciano... —Se aclara la garganta y se frota la parte posterior de su cuello—... fueron a ver a Dom.


Golpeo la pared tan poderosamente mientras la ira ruge a través de mí, por lo que mi garganta se enrosca con fuerza alrededor de mis palabras. Seguramente me escuché mal.  

—¿Qué has dicho? 

—Fue a ver a Dom... 

Mi mandíbula toma medidas drásticas y aprieto los dientes juntos. Dejo escapar una exhalación lenta, tratando de no dar la vuelta por completo a la mierda. 

—¿Y la dejaste ir?


—No tenía otra opción. Estaba en contra de Paula y Luciano.

—¿Y dejaste que se la llevara? —Estoy gritando ahora, incapaz de mantener la calma—. ¿Me estás jodiendo? ¿Cuánto tiempo han estado fuera?


Giro sobre mis talones y me dirijo a la cocina, en busca de mis llaves. Tengo que ir a por ella. Damian se acerca detrás de mí.


—No pierdas tu tiempo buscando las llaves. Luciano las tomó para que no pudieras seguirles. 

—¡Qué carajos! —Necesitando tomar mi enojo en algo, agarro el frutero de la banca y lo tiro a través de la cocina. 


Una opresión familiar vence mi pecho y mi respiración se profundiza. Puedo sentir pánico creciente dentro de mí, pero no puedo calmarme. No hasta que vea Paula. Paula... ¿por qué diablos iba a ir a buscar a Dom? ¿Está loca? 

—Pedro, cálmate.

Me río una vez. 

—¿Calmarme? ¿Quieres que me calme? Mírame. Estoy jodidamente magullado y golpeado por ese imbécil y me despierto para descubrir que mi novia se ha ido a hacerle una visita. Claro, voy a calmarme cuando ella esté aquí sana y a salvo conmigo. Es mejor que esperes por tu bien que no haya un maldito rasguño en ella.

—¿Sabes qué? No necesito esta mierda. Estoy adolorido también y tengo una familia con la que tengo que pasar tiempo antes de tener que levantarme temprano para entrenar a tu maldito culo ingrato de nuevo. 

 Damian se da la vuelta y sale disparado de la habitación.

 Unos segundos más tarde, escucho la puerta del frente cerrarse de golpe. Un gruñido de lágrimas viene de mi pecho y agarro el borde del banco, apretándolo tan fuerte como puedo. No puedo simplemente sentarme y esperar, tengo que hacer algo,cualquier cosa. Libero el banco de mi agarre, me dirijo a la cocina y me marcho por las escaleras.


 Enciendo la luz de mi dormitorio y me dirijo directamente a la bolsa de boxeo colgando en medio de mi habitación. Un dolor nauseabundo de calambres proviene de mi estómago y quiero vomitar... lanzando los guantes colgantes al suelo, columpio mis puños en la bolsa, apretando la mandíbula contra el dolor cada vez que conecto. Si no golpeo o follo hasta que esté agotado,no hay forma de que me deshaga de la ansiedad. Permanezco golpeando hasta que me pierdo por completo en mi mente y me preocupa que si no me calmo lo suficiente antes de que Paula logre venir (si es que logra venir) voy a decir y hacer algo realmente estúpido. 

Cuando mis brazos se niegan a conectar con toda la fuerza que me propongo, paro de golpear. Cuarenta minutos me quedé aquí golpeando este saco y aún no llega Paula. 


Aprieto mis ojos con fuerza y ruedo la cabeza de lado a
lado. Voy a darme una ducha y si ella no ha vuelto para entonces, voy a caminar,joder, voy a correr hacia ella. 

Después de lavar mi cuerpo, inclino mi cabeza contra las baldosas, con la esperanza de que en un momento a otro vaya a venir a través de esa puerta.
Cuando oigo el clic de la puerta del baño cerrarse, alivio corre sobre todo mi cuerpo. El alivio se desvanece tan rápido cuando me acuerdo por qué me siento tan mierda en primer lugar. Paula me dejó mientras estaba durmiendo para ir a ver a mi enemigo...

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