Mamá mira por encima de su hombro hacia nosotros, escuchando.
Realmente no quiero tener esta conversación a su alrededor. Sé cómo se siente Pedro en relación a Carlos. Hemos tenido esta discusión un millón de veces antes y de acuerdo con él, no le preocupa que yo vaya a dormir con Carlos, le preocupa que Carlos vaya a dormir conmigo… como si eso tuviera algún sentido. Deslizo mi silla hacia atrás.
—Voy a vestirme, mamá y luego volveré a comer algo más.
Me deslizo pasando a Pedro y cuando camino por el pasillo, oigo su silla raspar contra el suelo. Aprieto los ojos,cerrándolos brevemente. Aquí vamos. Entro en mi habitación y Pedro me sigue de cerca, cerrando la puerta detrás de él.
Camino directamente hacia mis cajones, saco un par de jeans y una camiseta mientras él empuja mis cajas a un lado y busca en el lío de telas, ropa interior y un sujetador. Espero pacientemente mientras empuja pasando todas mis hermosuras de encaje y finalmente, me lanza una prenda de algodón negro. Trato de no sonreír ante el hecho de que eligió el par menos revelador de la ropa interior que poseo.
Maldito Pedro.
Se inclina contra la pared, con la pierna doblada en la rodilla, observa cómo me abrocho el sujetador alrededor de mi estómago y me saco mi camisa por encima de la cabeza. Rápidamente subo el sujetador y deslizo mis brazos debajo de las correas, ajustándolo de tal manera que se sienta cómodo.
—¿Quieres que vaya contigo? —pregunta.
—No, Pedro, no es necesario que vengas conmigo. Damian se molestará si llegas tarde al entrenamiento.
Cruza los brazos.
—¿Y si Carlos quiere que vuelvas y trabajes para él?
Deslizo mis pantalones hacia abajo, ignorando la forma en que los ojos de Pedro me miran.
—Le voy a decir que no gracias, ya tengo un trabajo y me permite mirar todo el día a cierto hombre sexy y sudoroso con el que estoy particularmente encariñada.
Sus labios se contraen y se empuja fuera de la pared, dando unos pasos para acercarse a mí. Siento que mi interior ondula con cada paso y todo mi cuerpo se tensa. ¡Solo quiero que me toque, por el amor de Cristo! ¿¡Es mucho pedir!?
—Eso suena como un buen trabajo. —Sonríe, deslizando sus manos sobre mi nuca
—El mejor —le digo, presionando mis labios contra los suyos.
Gruñe, deslizando una mano por mi cuello, por debajo de mi ombligo y en mi ropa interior. Mi respiración sube cuando sus ásperos dedos presionan contra mi calor y al instante, mi ropa interior nueva está empapada. Él se retira, con sus ojos ardiendo en mí.
—¿Cuáles son las probabilidades de que tu madre entre mientras me encargo de ti?
Vaya, vaya, hay un Dios después de todo.
Hay un suave toque de nudillos en la puerta y Pedro exhala, quitando su mano y dando un paso atrás. Cálmense chicas, falsa alarma. No hay un Dios.
—Paula, también hice batidos —dice la voz de mamá a través de la madera.
¿Batidos? ¿Ahora? Me ahogo con una risa mientras me pongo una nueva camiseta por encima de la cabeza.
—¡Gracias, mamá!
Dios, ella puede ser tan inoportuna a veces. Empujo mis piernas en mis pantalones vaqueros, tiro de ellos hacia arriba y los abotono. Alcanzo un lazo para el cabello fuera de mi armario y recojo mi cabello en un moño desordenado mientras paso más allá de Pedro y salgo de la habitación. Pedro me sigue, demasiado cerca para que yo pueda pensar con claridad, cuando nos sentamos de nuevo en nuestros asientos, se inclina y me besa la mejilla. No quiero sonreír, pero no puedo evitarlo y termino con una sonrisa de oreja a oreja como el maldito gato de Cheshire. Mamá nos observa con curiosidad desde el otro lado de la mesa.
—¿Así que entiendo que ustedes dos todavía están bien?
Pedro se ríe, lanzando un brazo por encima de mi hombro.
—No se vea tan acongojada, Sra. Chaves. No voy a ninguna parte.
Mamá da sorbos a su café, estrechando sus ojos hacia él sobre el borde de la taza. Mamá actúa toda “malhumorada” y “difícil de complacer” cuando se trata de Pedro, pero en el fondo lo ama. Tiene que hacerlo... porque papá lo hacía.
—Está bien —suspiro, después de veinte minutos de comer en silencio—Tengo que ir a la oficina de Carlos y recoger algunas cosas. Cuando vuelva,podemos trabajar en el jardín, si quieres.
Mamá asiente con entusiasmo y una sonrisa curva sus labios.
—Eso sería maravilloso. Compré unas petunias rosadas y van a lucir hermosas en el jardín delantero.
Papá siempre quiso poner petunias rosadas en el jardín delantero, pero mamá odiaba la idea de que el color rosa chocara con los amarillos. Ahora que él se ha ido, ella quiere poner el color rosa en la parte delantera... tal vez es para honrar su memoria, o tal vez porque se siente culpable. De cualquier manera, me alegra que la idea de ponerlas en el jardín delantero la haga feliz. Empujo hacia fuera mi silla y Pedro sigue mi ejemplo.
—Te acompaño a tu auto —dice, no me ofrece.
—Claro.
Me deslizo en un par de sandalias junto a la puerta y saco las llaves de mi auto del gancho. Pedro tiene la puerta abierta para mí y salgo al patio. El aire de la mañana es refrescante y el bajo sol dorado calienta mi piel, mientras que la fría brisa lo roza.
—No tienes que ir, ya sabes. Yo podría ir por ti después del entrenamiento.
Me río una vez ante Pedro destruyendo su cerebro para sugerir algo que me detenga de ir allí.
—Sí, puedo ver eso terminando bien.
Sus dedos se enlazan con los míos y caminamos de la mano por el crujiente camino de guijarros. La tensión irradia fuera de él en ondas, puedo verlo en la forma en que camina y sentirlo en el agarre extra duro que tiene en mi mano.
—Mira, Pedro, sé cómo te sientes sobre Mason, pero necesitas relajarte. Estaré allí cinco minutos como mucho.
Sus ojos buscan en los míos y después de un largo par de segundos, inhala una respiración profunda, expulsándola por su nariz.
—Bien, pero llámame cuando hayas terminado. Tal vez podamos almorzar.
—¿Qué pasa con Damian y el entrenamiento?
Damian tiene a Pedro entrenando tres veces al día casi todos los días ahora. Eso deja poco tiempo para que pasemos juntos, eso es probablemente parte del enfermo plan de Damian, también.
Se encoge de hombros
—No te preocupes por eso, lo arreglaré.
Me estiro y planto un beso rápido en sus labios. Antes de que me aleje, sus dedos se clavan inesperadamente en la parte baja de mi espalda y me tira con fuerza contra él. Su boca cae a mi cuello y tira de la piel entre sus gruesos labios, chupando fuerte y obteniendo un gemido involuntario de mí. La piel comienza a picar, entonces me doy cuenta y me apartó bruscamente. Pedro me suelta con una sonrisa divertida en sus labios y doy un par de pasos hacia atrás.
—¿Me estás tomando el pelo? —jadeo, apretando mi cuello.
Se pasa la lengua por su labio inferior, como si yo fuera la cosa más deliciosa que ha probado nunca.
—¿Qué?
—¿Qué? —me burlo, haciéndolo sonreírme. Es una de esas sonrisas de “haré lo que jodidamente quiera y no podrás hacer nada al respecto”. Es el tipo de sonrisas que penetra la tela y lame justo donde tus muslos se encuentran, es por causa de esa sonrisa que no puedo estar enojada con él por querer dejar su marca allí donde Carlos la verá.
—Eres un animal —protesto, sin estar segura de cómo reaccionar frente a él y a su flagrante posesividad.
—Gracias.
Lo fulmino con la mirada, pero es una mirada confusa que lucha contra una sonrisa.
—No era un cumplido.
Levanta una ceja.
—No estoy de acuerdo.
Me doy la vuelta sobre mis talones, empujo a través de la puerta lateral y hacia la calzada. Pedro se inclina en contra de la pequeña puerta blanca y me mira mientras entro en mi auto, me abrocho en el cinturón de seguridad y lo enciendo.
Antes de poner marcha atrás e irme, bajo mi ventanilla.
—¿Vas al gimnasio ahora? —pregunto por curiosidad.
Si necesito algo de él más tarde, será más fácil para mí si sé dónde está.Sonríe, pasándose los dedos por el cabello.
—Lo haré dentro de un rato. Pensaba quedarme por aquí y molestar a tu mamá por un rato más.
Pongo los ojos en blanco y niego.
—Hasta luego.
Retrocedo por el camino de entrada y saludo con la mano una vez, antes de girar en la esquina y alejarme.
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