lunes, 21 de abril de 2014

CAPITULO 60



Se desliza fuera de la cama y se desabrocha sus jeans. Tira de sus boxers y se agrupan en torno a sus pies. El deseo hace un charco entre mis muslos una vez más cuando mi vista cae sobre su gran pene erecto. Me nota mirándolo sin vergüenza y se queda parado delante de mí un poco más permitiéndome admirar su increíblemente hermoso cuerpo.


―Ahora es tu turno.

Hace un gesto para que vaya a él y como una cobra hipnotizada por una flauta, me arrastro hacia él. Mis pies descalzos golpean la alfombra y Pedro me tira hacia él. Sus manos se deslizan a mi nuca y presiona sus labios suavemente en los míos. Me derrito contra él, pasando mis manos por todas partes y disfrutando del calor de su piel debajo de ellas. Se aleja, dejándome sin aliento y me da la vuelta. Sus dedos bajan la cremallera del vestido y cae a mis pies. Se las arregla para desenganchar mi sujetador en tiempo récord y me gira de nuevo, por lo que estamos cara a cara. Me estremezco ante la sensación del aire libre rozando mi pecho, siento que mis pezones se aprietan inmediatamente cuando la piel de gallina rompe en cada centímetro de mi carne. 
Los ojos de Pedro revolotean hasta mis pechos, y sus labios se retuercen al ver mis picos duros.
―¿Tienes protección? ―pregunta, presionando su boca en mi cuello.

Me deslizo lejos de él y tomo un condón del cajón de mi mesita de noche. Lo agarra de mí mientras sus ojos se pierden en mi pecho de nuevo.
Me acuesta en la cama y con las dos manos saca mis bragas. Mi reacción inicial es apretar y cerrar las piernas, pero él atasca su mano entre mis rodillas.
 
―Ábrelas. 
 
No las abro por completo, pero lo suficiente para que él vea exactamente lo que tengo. Inhala profundamente.

―Ese tiene que ser el coño más bonito que he visto en mi vida.

Cierro mis piernas. Mis nervios se están construyendo más alto,dejando una sensación de malestar en la boca de mi estómago. Oigo romper el envoltorio y unos segundos más tarde, se está inclinando sobre mí,separando mis muslos con su rodilla. Su longitud presiona contra mi entrada y me estremezco cuando las manos de Pedro corren sobre mí,pellizcando y apretando mi carne. Unos minutos más, estoy gimiendo y balanceando mis caderas contra su longitud. Sus ojos permanecen en mi cara mientras se alcanza y se frota sobre mí, probando mi humedad. Una sensación de quemazón irradia en mi entrada, me estira hasta mis límites. Mi aliento se detiene y su boca me reclama cuando la quemazón se vuelve cada vez más agradable. Empuja duro y profundo, un hormigueo de placer me atraviesa. Gimo en su boca y muerde mi labio inferior antes de dejar caer su boca en mi pecho, capturando mi pezón entre los dientes.
―Mierda… ―Se queja, mordiendo y haciéndome jadear―. Eres tan…

Gruñe, dejando la frase sin terminar. Oírlo hablar durante el sexo es la cosa más excitante que he oído nunca. Tiene una de esas voces que hacen que cada cabello se erice con atención. Empuja más fuerte y más rápido,grito cada vez que la punta de su pene llega a su punto máximo.  
―Esto es justo lo que querías, ¿no?

Me quejo y asiento mientras su pene hinchado golpea algo muy dentro de mí, haciendo que mi estómago gire en la más deliciosa de las maneras. Él medio gime, medio se ríe de mi admisión y sus gruesos brazos se envuelven a mi alrededor. Tira de ambos poniéndonos en una posición sentada y estoy encima de él mientras su lengua traza una línea caliente de saliva a lo largo de mi clavícula. Sus caderas se mecen hacia adelante y hacia atrás mientras sus manos acunan mi trasero, obligándome a molerme en una rápida velocidad contra él. Lo agarro más fuerte mientras toma mi pezón en su boca de nuevo. La necesidad de tomar el control de este hombre grande y hermoso me envuelve, lo empujo hacia atrás, por lo que está tumbado debajo de mí. La mirada de pura lujuria y pasión en su rostro por mí casi me manda por el borde, pero me niego a dejarme ir hasta que diga mi nombre.
Pongo mis manos firmemente sobre su pecho y levanto las caderas, luego me hundo de nuevo sobre él con un fuerte grito. Se siente tan condenadamente bien.
Lo puedo ver en el rostro de Pedro. No va a ser capaz de mantenerlo por mucho tiempo y me duelen los músculos de hacer los mismos movimientos una y otra vez, pero sólo alimenta el orgasmo a la espera de salir de mí.

―Me voy a correr, cariño ―gruñe cuando me hace rodar fuera de él,rápidamente, presionando mi espalda firmemente contra el colchón. Su mano se desliza por mi muslo y lo engancha sobre su hombro. Sus bíceps se aprietan mientras se sostiene fuera de mí y su mirada pasa de mi rostro a mis pechos que rebotan mientras mi cuerpo se sacude bajo los poderosos movimientos de balanceo de sus caderas. El orgasmo que pacientemente esperaba en el centro de mi ser se construye cada vez más alto y ya no puedo contenerlo. Cuando se acerca más al borde, mi cuerpo se tensa y mis músculos comienzan a temblar.

―Joder, Paula ―gime en mi oído, y eso es todo lo que necesito.
Mis dedos se clavan en la piel de sus hombros y arqueo la espalda contra él, presionando mis pezones duros contra su pecho mientras poderosas explosiones de satisfacción se derraman en mí. Al instante siguiendo mi orgasmo, Pedro encuentra su propia liberación y gime cuando deja caer su cabeza sobre mi pecho, sus caderas se mueven en un empuje desigual. Cuando los temblores se ralentizan y puedo volver a respirar,envuelve sus brazos alrededor de mis hombros y rueda, tirando de mí sobre él. No hablamos por un rato. En cambio, escuchamos los jadeos del otro volviéndose parejos y tranquilos.

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