Me deslizo en un par de jeans ajustados negros, tiro de una camiseta blanca y un suéter crema encima de eso. Me enfundo un par de tacones blancos pequeños y cuando estoy a punto de pasar mi cepillo por el cabello,hay un golpe en la puerta. Vanesa saca la cabeza en el cuarto de baño. Su cabello está atado en una bola desordenada en la parte de arriba de su cabeza y la mitad de su rostro está cubierto de maquillaje. Me encojo de hombros mientras camino junto a ella y abro la puerta. Mis ojos se encuentran con un cronómetro familiar. Es el entrenador de Pedro, Damian.
Lleva puesta una camiseta de color negro con la palabra "coach" cosido en el pecho y sus pantalones son de un extraño color caqui.
―¿Hola? ―pregunto cautelosamente.
―Srta. Chaves, aquí están sus entradas para esta noche. El lugar está en el reverso.
―¿El entrenador hace diligencias personales? ―le pregunto, aceptando las entradas.
Él se burla y sus manos encuentran sus caderas.
―Síp. Será mejor que él consiga un asistente personal cuando llegue a profesionales porque no firmé por esto. ―Hay una sonrisa en sus labios mientras habla―. Te veré en la pelea. ―Se gira y se dirige a las escaleras. En la parte posterior de la camisa está el apellido de Pedro en grandes letras blancas y sonrío. ¿Cómo conseguí estar tan involucrada en su mundo?
Apenas la semana pasada hubiera afirmado que éramos enemigos.
―¿Quién era? ―grita Vanesa desde la habitación. Cierro la puerta y voy dentro. Muestro rápidamente los dos boletos y ella hace un ruido agudo en su garganta―. Sabía que ser amiga tuya me compensaría un día. ―Me guiña un ojo y yo le saco la lengua.
Pongo las entradas de forma segura en mi mesita de noche y vuelvo al cuarto de baño. Me quedo mirando mi apariencia. Mi cabello es liso y cuelga por mis pechos. Parece tan… simple y sin vida. Necesito volumen esta noche. Agarro mi rizador de un cajón y me ondulo el cabello. No lo hice demasiado loco, lo suficiente para darle un poco de cuerpo y un pequeño giro. Aseguro las partes delanteras de mi cabello hacia atrás y aplique el mínimo maquillaje. Doy un paso atrás para admirar mi trabajo. Me veo sencilla. Me veo bien y eso es exactamente lo que buscaba.
Vanesa se lleva un poco más de lo que esperaba en prepararse. Tenemos que salir dos horas antes de la pelea para evitar el tráfico y las masas de gente. En vez de ello, nos vamos una hora antes de la pelea. Por suerte, no hay pesaje para la clasificación amateur de esta noche de lo contrario sin duda nos la hubiéramos perdido. Conduzco sobre el límite de velocidad para llegar al centro de exposiciones lo más rápido posible. A mi lado,Vanesa cierra de golpe pequeñas botellas de vino. Afirma estar muy nerviosa,pero veo la gran sonrisa en su cara y apenas puede mantener sus piernas quietas. Está más emocionada y está confundiendo la adrenalina corriendo por sus venas como nerviosismo. Yo estoy nerviosa. Me siento enferma y el volante está húmedo por el sudor que se filtra de mis palmas. Cada intersección que paso contemplo hacer una vuelta en U y dirigirme de regreso a casa. Conduzco debajo del centro de exposiciones y encuentro un lugar de estacionamiento justo mientras alguien más está dando marcha atrás. ¡Me encanta cuando eso sucede!
Entro en el lugar y apago el coche. Me tomo un poco de tiempo para sacar las llaves del contacto.
―Paula, las peleas no son un problema tan grande. Es como el sexo, es entre dos adultos que consienten. ¡Es bestial y es divertido! Relájate un poco.
¿Las peleas no son un gran problema? ¿Soy el único bicho raro que las encuentra terribles? Vanesa cae sobre sí misma mientras se arrastra desde mi coche, exhibiéndome su ropa interior blanca.
―¿Cómo puedes estar ya achispada? ―Me río de ella―. Sólo tomaste dos wine coolers .
―No he comido hoy. ―Endereza su corto vestido blanco y chasquea sus rubios rizos por encima del hombro―. Hagamos esto.
Inhalo una gran bocanada de aire y lo dejó escapar.
―Hagamos esto.
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