sábado, 12 de abril de 2014

CAPITULO 31


Ha pasado una semana desde la noche con Pedro en 
Salsa´s. No he ido al gimnasio y papá ha estado reventando mi teléfono comprobándome al menos, dos veces al día. Me dice que Pedro ha estado distante y más agresivo
que de costumbre. Por supuesto que me culpa, pero no hago caso de ello y sigo haciéndome la tonta. No debería importarme y estoy segura de que no me importa. Ramiro no me ha contactado en más de una semana tampoco y
eso me ayudó a mantener mi mente clara. El único contacto que he tenido del sexo opuesto, además del trabajo y las cosas de todos los días fue la tarjeta que Pedro había atascado en la puerta cuando yo estaba en el trabajo
hace dos días. Decía:

Lo siento, llámame. Pedro 

Y tenía su número tendido claramente a lo largo de la parte inferior.
Guardé su número en mi teléfono, pero sin embargo, aún no le he dado un vistazo. Realmente no quiero escuchar lo que tiene que decir. No estoy de humor para su “Me importa, pero no me importa”, con el “Te deseo, pero no puedo dejarme tenerte”, tipo de discursos.
No he visto a Vanesa desde que salió de mi casa cuando regresamos del gimnasio la semana pasada. Dice que ha estado muy ocupada con el trabajo y su papá está enojado con ella porque se presentó a trabajar borracha.
Típico de Vanesa.
Saludo con la mano a Carlos, quien ahora me está hablando de vuelta como si no lo hubiera rechazado, y me voy del trabajo. Tengo que caminar más de un kilómetro para llegar a mi auto y para cuando llego, mis pechos están sudorosos y mis piernas duelen. He estado exagerando en lo que
respecta a correr en la última semana. Es mi única liberación.
Conduzco a casa, me ducho y me pongo el pijama. Nada suena mejor que una cena caliente y televisión para mí en este momento. La comida congelada está cubierta de una fina capa de hielo del congelador. Ha pasado un tiempo desde que he comido una cena para microondas. Cuando cierro la puerta del congelador, una foto colorida me llama la atención. Mi rostro más joven se retuerce en un frustrado ceño mientras los labios color cereza de mamá están firmemente apretados contra mi mejilla. Mi hermano está de pie detrás de nosotras, aplastándose a sí mismo en la foto. Su cabello color marrón claro está hacia arriba y sus oscuros ojos verdes están iluminados por el flash. Me encanta esta foto. Me recuerda un tiempo en que todo lo que teníamos era el uno al otro… pero entonces Agustin y yo crecimos y quisimos algo para nosotros mismos. Nunca entendí por qué mis padres estaban tan desesperados por tenerme de vuelta bajo su ala y todavía no lo hago, pero
esta foto me ayuda a lidiar con ello.Agustin y yo somos su vida.
Meto la cena en el microondas y tecleo dos minutos. Mientras espero,mis ojos caen de nuevo en la foto. Debería llamar a mamá. Tomo mi teléfono y me dejo caer en el sofá. Ha pasado tiempo y la extraño. Mientras suena, me siento incómoda y no puedo encontrar una posición a gusto. Tomo uno de los cojines cuadrados de mi sofá y lo coloco en mi regazo.
―Hola, residencia Chaves ―responde mamá.
―Hola, mamá…
―¡Paula, cariño! ―arrulla―. ¿Cómo estás?
―Bien. ―Me pongo a tirar un pedazo suelto de cuerda que cuelga de una esquina de mi almohada―. ¿Cómo van las cosas?
―Bien. Tu padre me ha dicho que no has estado apareciendo en el gimnasio… Si pasa algo malo, sabes que siempre hay un lugar aquí.
―Lo sé, mamá. Ten la seguridad de que nada está mal, sólo he estado ocupada. ¿Has oído de Agustin ―pregunto, cambiando de tema.
―Oh, sí. Está en Pakistán descansando ahora. Debería estar en casa en cinco meses antes de tener que volver a mudarse otra vez. Cariño, ¿vas a venir a cenar el domingo? Exhalo. Me había olvidado de eso.
―Sí, voy a estar allí.
―Bien, bien. Haré pastel de carne y verduras asadas.
―Yum.
Mamá se ríe con emoción a través del teléfono, haciéndome sonreír.
―Me tengo que ir. Tengo un montón de Gossip Girl para ponerme al día.
―Está bien cariño. Nos vemos el domingo. Te quiero.
―Yo también te quiero.
Cuelgo y sonrío. Esa llamada debería mantenerla feliz por un rato. El microondas suena y saco el arroz con pollo frito. Tiro del plástico y tan pronto como se abre un poco, el vapor se vierte quemando las yemas de mis dedos.
―¡Ay! ―chillo, chasqueando lejos los dedos y metiéndomelos en la boca para aliviar la quemadura. Dejo el plato en el mostrador para que se enfríe y me inclino sobre el lavabo para colocar mis dedos bajo el agua fría.
Estoy distraída cuando mi teléfono se sacude sobre el banco emitiendo un ruido vibrante y molesto. Me inclino para echar un vistazo a la pantalla. El nombre de Vanesa en grandes letras gruesas parpadea en la pantalla.
¿Debería contestar? No voy a salir esta noche, no importa lo mucho que ruegue.
―La respuesta es no ―digo de inmediato, contestando el teléfono con la mano seca y colocándolo contra mi oído.
―Jesús, Pau, ten un poco de fe, ni siquiera sabes por qué estoy llamando.
El agua fría del grifo calma mis dedos mientras los sumerjo más a fondo bajo el agua corriente.
―¿Es para ir a bailar?
―No, en realidad.
Me hundo de alivio, cortando el agua.
―Suéltalo.
―¿En una escala de uno a diez cuán ermitaña y solitaria estás?
―Uno. Soy una ermitaña feliz ―contesto, tirando del paño de cocina sobre la estufa para secar mi mano.
―No mientas. Has sido una amargada desde tu cita con Pedro.
―No fue una cita. ―Empujo rápidamente―. Fue una cena. Y no es que realmente comiera.
―Lo que sea. Mira, necesito un favor… Perdí una apuesta con una amiga y ella me armó una cita a ciegas con un hombre sólo que no puedo llegar.
―De ninguna manera. No lo voy a hacer.
―Paula, por favor, te lo estoy rogando. Es sólo una cena. ―No respondo y ella exhala profundamente―. Te pagaré cien dólares.
El dinero hace que lo considere.
―¿Dónde y cuándo? ―le pregunto con curiosidad.
Puedo verla saltando arriba y abajo en este momento.
―Phillip´s Gourmet, mañana por la noche.
Me quejo.
―¿A qué hora?
―Seis y media… ¿vas a hacerlo?
Suspiro, tamborileando mis dedos en un ritmo parejo sobre la mesa.
―Sí, lo haré por ti y es mejor que me pagues.
―Lo haré. Muchas gracias, esto va a salvar por completo mi culo.
―Espero que no vaya a esperar nada de mí porque no planeo quedarme con él mucho tiempo.
―Estará bien. Él puede ser un poco toquetón si bebe demasiado, pero es inofensivo así que no enloquezcas si trata de besarte.
―Espera, ¿qué?
―Gracias de nuevo, Pau. Te quiero.
―¿Vanesa? ¡Mierda!
Deslizo mi teléfono a través de la banca. ¿Por qué me meto en estas cosas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario