sábado, 12 de abril de 2014

CAPITULO 30



Salgo hecha una furia del restaurante al estacionamiento. Caminaré a casa. No está tan lejos. Mis tacones traquetean contra la acera de concreto debajo de mí. No he llorado todavía, estoy muy enojada, pero sé que lo haré más adelante y no va a ser porque Pedro me dijo que es incapaz de relacionarse o porque le gusta tirarse a chicas al azar.

Será porque soy estúpida y débil. Voy a llorar porque dejé que Pedro me enojara, un desconocido que no sabe nada acerca de mí me ha molestado y me odio por ello. Por el rabillo de mi ojo, veo un auto blanco disminuir la velocidad a un ritmo de paseo.
 ―Paula, entra en el auto ―dice él.
 Su voz envía pavor a través de mi estómago. Lo desestimo y aumento mi ritmo.
 El auto se jalonea a una parada y él salta fuera. Gruesos y fuertes brazos se apoderan de mi cintura y me lanza por encima del hombro.
 ―Jesucristo, Pedro. Déjame en el suelo ―grito.
Él abre la puerta del pasajero y me sienta en el asiento. Se extiende y tira del cinturón de seguridad por encima de mí, encerrándome apretadamente. La puerta se cierra de golpe y salto un poco. Se sube de su lado y dice:
―Te he hecho enojar, por lo menos deja que te lleve a casa.
Bajo mi ventana para que entre aire fresco en mi cara y no miro a Pedro en ningún momento. Abro la puerta y salgo antes de que el auto se detenga por completo. Pedro me llama, pero lo ignoro. Sólo puedo distinguir el sonido
de su teléfono sonando y a él gruñendo más frustrado con cada segundo que pasa. Estoy casi en la cima de la escalera cuando él contesta su teléfono.
 ―¿Qué? ―reniega. Su voz es tan fría como el hielo y tropiezo para conseguir mi llave en la puerta―. ¿Otra vez? ¿Está jodidamente bromeando? Bien.
Doy un paso dentro y cierro la puerta de golpe mientras su auto acelera lejos de mi apartamento. Lanzo mi bolso de mano a través del cuarto,gruñendo con furia. Ahí va el gimnasio, en el que me gusta hacer ejercicio.
Nunca voy a volver allí de nuevo. No puedo soportar verlo. Me enojaría demasiado. Suspiro. Va a matar a papá cuando descubra que voy a un gimnasio nuevo.
Tal vez voy a probar el nuevo veinticuatro horas que acaba de abrir en la calle principal. A la mierda. Voy a correr  una manzana o dos en su lugar.
Me dejo caer en el sofá y protejo mi cara con una almohada. Me quedo allí por un rato pensando en todas las cosas que me dijo. Me paso una buena parte de la noche tratando de descifrarlo, pero no puedo.
Él es ilegible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario