Abro la puerta con cautela, sin saber en lo que me estoy metiendo.
Conociendo a Luciano, empezaría en la piscina y terminaría en algún lugar entre la cocina y la puerta principal, haciendo Dios sabe qué. Me deslizo dentro y cierro la puerta detrás de mí. La casa está en silencio. No hay gemidos, ni gritos, está en silencio, como si todo el mundo estuviera en la cama. Con un suspiro de alivio, tiro mis zapatos y me pellizco el puente de la nariz, con la esperanza de quitar algo de mi cansancio hasta que me meto en la cama.
—Hola hombre, estás de vuelta.
Me detengo en seco, giro lentamente la cabeza hacia mi sala de estar. Luciano está sentado en el sofá sin camisa, pero con los pantalones puestos gracias a Dios, y una cerveza fría en la mano. Exploro la sala de estar, en busca de Vanesa. Espero unos segundos antes de responder, esperando que salga de alguna parte. No lo hace.
—Está durmiendo —dice Luciano, sorbiendo su cerveza.
Me doy cuenta de la forma en que Luciano aprieta la mandíbula, lo que nunca es una buena señal. No me había ido más de una hora, pero supongo que es un montón de tiempo para que follen y peleen.
Me paseo a la sala de estar y me dejo caer en el sillón, cruzando las piernas en los tobillos. Nunca le pregunto a Luciano lo que pasó. Por lo general, espero hasta que encuentra las palabras adecuadas.
—Creo que la cagué...
No digo nada, todavía no.
—Ella llamó de nuevo.
Mi pecho se aprieta y me siento delante de mi silla.
—¿Amelia?
Asiente, dando otro gran sorbo a su cerveza.
—No me había llamado en meses, no desde que me mudé a Portland... no estaba esperando que me llamara nunca más.
—¿Qué quería?
—No lo sé. Le dije a Vanesa que comprobara mi teléfono, pensando que eras tú, y me preguntó quién era Amelia.
Niega.
—No podía decírselo, Pedro. No quiero que sepa quién es Amelia... lo que hizo, lo que yo hice.
Asiento. Amelia fue el primer amor de Luciano. La mujer que, literalmente,lo masticó y lo escupió de vuelta. Era una verdadera pieza de trabajo, una puta controladora y sádica que amaba nada más que follar las mentes de la gente.
Sentimientos, amor y sexo... eran su gran juego.
—Siempre con tus juegos —me burlé, cruzando los brazos.
—Deberías haber visto la cara de Vanesa... —Luciano se pasó una mano por el cabello.
—¿Se fue a la cama inmediatamente después de eso?
—Sí...
Fruncí el ceño.
—¿Y no has subido todavía?
Niega, sus ojos se agitan a su móvil. Hijo de puta. Está esperando que Amelia le devuelva la llamada. ¡Joder no! Nunca hablará con él de nuevo, no si tengo algo que ver con eso. Me lanzo fuera de mi sillón, agarro el teléfono de Luciano y lo tiro, enviándolo a chocar contra mi pared y a caer en pedazos en la alfombra.
—Vete a la mierda, lucho. ¿Qué haces sentado aquí y esperando a que te devuelva la llamada? ¿No te acuerdas en qué estado estabas la última vez que dejaste que hundiera sus garras en ti?
Yo sí. Lo recuerdo claramente. Estaba jodido en todo, en drogas, alcohol y con un viaje al hospital mental en el borde, así de jodido estaba. De ninguna manera iba a dejar que pasara por esa mierda de nuevo.
Luciano apenas movió un párpado mientras lo levantaba.
—Baja la maldita cerveza y lleva tu trasero arriba antes de hacer más daño.
Luciano no podría admitirlo, nunca (y no puedo creer que yo lo admita),pero Vanesa es buena para él. Se parecen mucho de una manera y ciertamente puede tomar mucha de su mierda. Pensé que Luciano había superado a Amelia, a
la mujer basura mayor que arruinó sus años de adolescencia.
Obviamente no.
No puedo decir lo que pasó entre ellos precisamente, porque no lo sé. Luciano se niega a decirle a alguien la historia completa.
—No quiero ir allí.
—¿Por qué?
—Porque no puedo mirarla a la cara, no puedo explicarle lo que pasó.
—Entonces no lo hagas, pero no te sientes aquí dejándola sola toda la noche arriba con sus propios pensamientos. Ya sabes cómo son las chicas, con sobre pensar demasiado las cosas.
Deja caer su cabeza.
—Mírame —le exijo, mi voz sale mucho más agresiva de lo que realmente siento. Duda, antes de arrastrar su verde mirada a la mía—. La primera vez que conociste a Vanesa te dije que te alejaras porque no quería que tus jodidos
problemas arruinaran mis posibilidades con Paula y de alguna manera, me da la sensación de que si no vas arriba en este momento harás precisamente eso. Puede que tengas diversión y Vanesa podría no significar mucho para ti, pero Paula significa el mundo para mí y no voy a dejar que lo arruines.
Aprieta los dientes antes de mover la fila superior de su labio inferior.
—Te equivocas.
—¿Qué?
—Vanesa significa mucho para mí...
Siento que mi cara se endereza por la sorpresa. No hay mucho más que me pueda sorprender, lo he visto todo... pero esto no lo vi venir.
—Entonces pruébalo.
Con un profundo suspiro, Luciano se pone en pie y se bebe de nuevo el resto de su cerveza. Me da la botella vacía a mí y la tomo.
—Me debes un teléfono.
—Con mucho gusto.
No me muevo hasta que desaparece por la cocina. Cuando se va, me paseo del salón a la cocina. Dejo caer la botella de cerveza vacía en la papelera y doy un golpecito a luces antes de deambular por las escaleras en la oscuridad. Cuando llego a la cima, escucho murmullos de conversación procedentes de su habitación.
Espero que se lo diga y espero que ella lo tome bien sea cual sea “eso”, y si no se lo dice, espero que un día me revele su historia, si no es a mí, por lo menos a una persona a quien ama.
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