domingo, 11 de mayo de 2014

CAPITULO 126



―Entre.

Mis mejillas arden rojo. Si la gente está aquí… entonces me habrán escuchado.

Pedro, cuando estés listo ―resuena la voz de Damian a través del cuarto de baño, sonando tenso y cansado.

―Estaré bajando en un minuto.

Damian cierra la puerta y entierro mi cara entre las manos, más avergonzada de lo que nunca he estado en mi vida entera.  

―No puedo salir ahí.

Aleja mis manos de mi cara y dejo caer mi mirada al suelo.

―¿Disfrutaste?

Sus manos ahuecan mi cara, inclinando mi rostro hacia el suyo.
  
―¿Disfrutaste? ―pregunta de nuevo, haciendo hincapié en la pregunta.

―Sí.

Sonríe, juguetonamente.  

―Entonces eso es todo lo que importa. 

Puedo sentir alegría irradiando de él en olas mientras mis mejillas se vuelven más oscuras.


Nos envolvemos en toallas rápidamente y entramos en la habitación para vestirnos. Pedro me lanza un par de pantalones de cordón.

―Tengo ropa. ―Me río, cerrando el sujetador en su lugar. 
―Confía en mí ―dice, subiendo su propio par de pantalones de cordón gris, ocultando su deliciosa desnudez―. Son muy cómodos. 
Me pongo una camiseta blanca y me deslizo en los pantalones de Pedro.  

Tengo que atarlos bien apretados para que ajusten, pero no está equivocado.

La tela en el interior está más allá de suave, casi esponjosa.
―¡Vaya, son cómodos!

Él sonríe y mi corazón se derrite. Es tan guapo y me impacta cada vez que veo su cara. ¿Cómo me volví tan afortunada? 

El meñique de Pedro se engancha alrededor del mío y me lleva por las escaleras. Hay una asistente de limpieza, aspirando lo último del vidrio en la parte inferior de la escalera.

Ella nos hace un gesto molesto con la cabeza y saca su aspiradora por la puerta, dejándonos a Pedro y a mí solos con su equipo.

―Veo que seguiste adelante y redecoraste la habitación ―declara Damian, apoyado contra la barandilla en la parte inferior de las escaleras.

―Puedo haber perdido el control ―responde Pedro como si no fuera gran cosa.

―En más de un sentido, por lo que veo.

Pedro me jala detrás de él a lo largo de los sofás blancos. Me lleva a su regazo, envolviendo sus dos brazos alrededor de mi cintura. Si yo no estaba lo suficientemente avergonzada, de hecho, me siento ahora como si fuera a vomitar.

Pedro planta besos suaves en la parte posterior de mi hombro. No hay duda de que está tratando de aliviar mis nervios. 
Por desgracia, los ojos de todos están sobre nosotros… no hay alivio de mis nervios. 
―Cuatro ―anuncia Luciano, sosteniendo la mitad de una botella de bourbon en el aire. ¿Pedro se bebió todo eso?―. Lo del bourbon hace un total de cuatro veces esta noche en que no pudiste controlarte. Cuatro. ―Luciano está enojado. 

Sus ojos verdes están fijos en Pedro y no me gusta estar en medio de ellos. Realmente no puedo soportar otra pelea esta noche. 
―¿Qué carajo, Pedro? ―exige Damian. 

―No actúen como malditos santos. Yo no tenía que salir esta noche,pero ustedes me nombraron conductor designado, ¿recuerdas?  
Luciano exhala. 
―Y si tú no le hubieras pagado a esa desnudista, para que le diera a Paula un baile erótico, Dom no se habría puesto todo caliente y posesivo. No me arrepiento de golpear a ese hijo de puta en la cara y lo haría de nuevo justo ahora. 
Silencio. Nadie dijo una palabra ante la declaración de Pedro.  

―De todos modos ―continúa―. ¿Cómo se resolvió todo? ¿Estoy fuera del torneo o no?  
Puedo escuchar la amarga decepción en su voz y bajo la mirada hacia las manos de Pedro en mi cintura. 
 
―No.

Mi cabeza se levanta de golpe hacia Damian y Pedro me aprieta como reacción a sus palabras.

―Dom se niega a afirmar que esto sucedió, a pesar de que su equipo está tratando desesperadamente de que lo reconsidere, pero él no va a cambiar de opinión. Realmente debe odiarte.
Pedro se encoge de hombros. 
 
―¿Qué hay del Polaris? Van a tener una prueba en vídeo. 
―Puede ser un lugar con clase, pero aun así es un lugar de striptease manejado por proxenetas que van a mantener su boca cerrada por dinero.

―Las cintas han desaparecido.

―¿Eso es todo? ―pregunto, con impaciencia―. ¿Todo ha terminado?

―No. ―Los ojos marrones de Damian bajan a sus manos y luego regresan a mi cara―. Ya no puedo dejarte venir más entre bastidores. Es demasiado arriesgado con Dom acechando.

―De ninguna manera ―suelta Pedro―. La quiero en mi habitación.

Damian viene hacia adelante, irguiéndose hasta su altura máxima. Él está de pie firme y no va a ceder.  

―Lo que pasó esta noche no va a suceder de nuevo. ¿Entiendes lo cerca que estuviste de perderlo todo? Y por alguna pequeña tontería. ―Él sacude la cabeza―. ¿Qué diría tu padre? ¿Hum? Por eso es que estás haciendo esto,¿no es así? ¿Por tu padre?

Pedro intenta quitarme de encima, pero me aferro a sus manos lo más fuerte que puedo. Vuelvo mi cabeza tanto como puedo para conseguir mirar su rostro.

 ―Está bien ―le digo―. Me puedo sentar en la multitud por los dos siguientes encuentros. No es un gran problema.
―Por los próximos dos encuentros, hasta que Dom ya no está en el juego ―le asegura Luciano a Pedro.  

Pedro resopla.  

―Está bien. ¿Eso es todo? 
―Sí. Ahora déjame ver esa maldita ceja. ―Me quito de encima de Pedro mientras Damian se acerca.

Hace un gesto para que un miembro del equipo le entregue una pequeña caja. Damian saca cremas y pequeños pedazos de materiales y comienza a trabajar en la ceja de Pedro. Todo el tiempo Damian está maldiciendo y quejándose acerca de su posición, voy a buscar a Luciano quien se está sirviendo un gran vaso de bourbon en la cocina. Tomo una bandeja de cubitos de hielo del congelador y se la entrego.

―Gracias.  
―¿Por qué está Damian tan enojado? Es un pequeño corte… 
―Es en la ceja. ―Toma un gran sorbo de bourbon, derramando un poco en su camisa roja―. Josh Donskov utilizará eso contra Pedro. La ceja es un lugar de mierda para ser herido. Una vez golpeada, con el codo, mierda,
incluso una bofetada podría reabrirla. Si sangra mucho y gotea hacia el ojo,van a parar la lucha.  
―¿Cómo podemos evitar que eso suceda?

 Él se ríe. 
 
―No podemos hacer nada más que untarla con vaselina y esperar que los puños de Josh se deslicen lejos de esta. El resto depende de Pedro, que tendrá que vigilar esa ceja con su vida.

El pánico se levanta en la boca de mi estómago cuando me doy cuenta de la gravedad de la situación, de la cortada. Mierda.

―Vaya, parece que vas a vomitar. ―Él desliza su vaso hacia mí y yo lo recojo, tomando un gran sorbo. Lo trago, apretando los dientes contra la quemadura―. Relájate. Él es un gran chico. Sabe lo que está haciendo.  
Eso es reconfortante… más o menos.

―Lo siento si te hice sentir incómoda con la desnudista. Lo hice sólo como una diversión inofensiva, lo juro. 
Sus ojos verdes se encienden disculpándose.  
―Está bien. No quería molestarme, pero nunca he estado en un club de striptease antes y mucho menos besado a una chica. Eso es más del estilo de Vanesa.

Sus cejas color bronce alcanzan el nacimiento de su cabello. Mierda. 
Espero no haber acabado de alejarlo de ella.

―¿En serio?

Mi respiración se entrecorta ante él, tratando de retirar lo que he dicho y una enorme e inmensa sonrisa se desliza en su rostro. 
 
―Eso es bueno saberlo. Gracias. 
Luciano mira por encima de mi hombro y me vuelvo para ver la mitad del cuerpo desnudo de Pedro apoyado contra el marco de la puerta. Damian mete su cabeza en la cocina.  
―Vamos, Luciano. Hora de ir a la cama, tenemos un gran día mañana,tú también,Pedro. Les diría a ustedes dos que no tuvieran sexo, pero todo el mundo sabe que recientemente ustedes han hecho caso omiso de esa regla.
―Damian estrecha los ojos hacia mí antes de sonreír ampliamente―. Buenas noches, Paula.

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