jueves, 8 de mayo de 2014

CAPITULO 117



Sé que Pedro estará terminando en el gimnasio en cualquier momento y quiero atraparlo con la guardia baja.  

Cuando veo el coche de Pedro en el estacionamiento, me estaciono a su lado y prácticamente salto por la puerta antes de que ponga mi coche en detenerse. El cinturón de seguridad me engancha a mi asiento y gruño.

Probablemente debería quitármelo. Desabrocho mi cinturón de seguridad y me las arreglo para salir del coche en el segundo intento. Empujo las puertas de cristal y entro en el área principal. Veo a Pedro sentado contra el ring de boxeo en frente de todo su equipo y la atención de todos está en mí. Mi entrada no fue exactamente sutil. Pedro está cubierto de un sudor glorioso y brilla por todas partes. Se pone de pie bruscamente, con clara preocupación en su rostro y da un paso adelante.Voy corriendo hacia él, mi aliento saliendo en respiraciones intensas y cortas.  

―Pau, está todo…

Yo salto y me estrello contra él, aplastando mi boca a la suya e ignorando nuestra audiencia. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y le aprieto contra mí con todo lo que tengo. Mis dedos recorren su cabello húmedo y ruedo mi lengua por su labio inferior mullido.

―Tal vez deberíamos irnos ―sugiere Luciano mientras me alejo.

Los ojos de Pedro buscan los míos, tratando de descifrar qué demonios está impulsando mis acciones.

―Voy a ir a Boston contigo ―le digo.

Él trata de reprimir su sonrisa, pero se extiende por su cara con toda su fuerza.

―¿Y Carlos?


Sus ojos marrones nunca se alejan de los míos. Me están penetrando,persuadiéndome a decir exactamente lo que quiere que diga. Y lo digo.

 ―A la mierda Carlos.

Su boca reclama la mía de nuevo y lo siento cargarme lejos de nuestra audiencia en silencio. 
―Si ustedes dos no están fuera en cuatro minutos. Voy a entrar ―nos anuncia Damian.

Nuestras bocas se mantuvieron unidas hasta que mi espalda es presionada contra el hormigón frío. Abro los ojos y me apartó. Estamos en el cuarto de duchas, en el cuarto de duchas de los hombres. Se ve exactamente como el aseo de las mujeres… qué elegante.

―Dime otra vez. ―Pedro gime, besando mi cuello y haciendo a mi cabeza flotar.

―Voy a ir a Boston contigo ―digo, haciendo hincapié en las palabras. 
Su lengua se desliza contra mi piel, encendiendo la sangre por debajo de ella. Le he extrañado tanto a pesar de que me dejó en casa antes de ir al gimnasio esta mañana. 

Gustosamente paso mis manos sobre su resbaladizo cuerpo húmedo, alrededor de su cuello, sobre sus hombros y brazos,provocando un gemido desde la base de su garganta. Pone un suave beso en la punta de mi nariz y apoya su frente contra la mía.

―¿Qué te hizo cambiar de opinión? ―Sutilmente me deleito con la sensación de su aliento caliente en mi cara. No quiero decirle a Pedro lo que dijo mi papá. Papá no es alguien que exprese pensamientos de ese tipo y quiero conservarlo en estado puro directamente de la fuente. Siento que si lo repito, va a perder su sentimiento.

―Sólo digamos, que un pajarito me ayudó a decidir lo que es importante.

Me deslizo por su cuerpo hasta que mis pies están firmemente en el suelo.  

―Me siento honrado de que tu papá piense tan bien de mí.
Pedro sabe que estaba en el hospital con mi padre esta mañana y supongo que sumo dos más dos. 
Me encojo de hombros, tratando de no reírme.  
―La belleza y el cerebro, eso es raro. Tal vez fue mamá. 
Se ríe una vez.  

―No, tu madre piensa que soy el gran lobo feroz. 
―No, no lo hace… ―Sí. No estoy convenciendo a nadie.

Para un ama de casa, mamá es muy agresiva.

―De cualquier manera, estoy feliz de que hayas decidido venir conmigo. Ahora puedo dejar de volverme loco con complots.

―¿Complots?

―Sí ―dice sonriendo, dejando caer sus shorts para bañarse en la habitación muy abierta. El calor se mezcla con la sangre debajo de mis mejillas―. He estado tratando de pensar en formas de conseguir que vengas a Boston. Algunos eran tontos, algunos eran extraños y algunos eran francamente ilegales.

Sus palabras provocan una risa de mí y observo cómo se acerca a la pared del fondo y enciende la ducha. El agua se derrama sobre su cuerpo y pronto vapor envuelve la habitación.

―¿No vas a acompañarme? ―pregunta con una sonrisa perversa.

Quiero. Quiero desnudarme y sentir sus manos por todo mi cuerpo,pero no hay forma con la duchando al aire libre. No cuando hay una habitación llena de chicos junto a nosotros. Niego. 

 
―Estoy bien sólo viendo.

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