lunes, 14 de abril de 2014

CAPITULO 37



Pedro me ayuda a subir al auto y maneja fuera del restaurante. Sigo repitiendo lo que casi ocurrió una y otra vez en mi cabeza. ¿Hice algo mal?¿Le di una señal equivocada en alguna parte? Una lágrima rueda por mi mejilla y rápidamente la limpio. No quiero llorar delante de Pedro.  
―No es tu culpa, Paula ―afirma, como si hubiera leído mi mente.
―Lo es. Vanesa me dijo que podía ser toquetón cuando bebía… Y sin embargo fui.
Frunció el ceño, sus manos agarraron el volante con más fuerza.
―¿Por qué?
―Porque le dije a Vanesa que lo haría y pensé que sería capaz de evitarlo.
Incluso me doy cuenta de lo completamente idiota que suena. Pedro y yo no hablamos durante el resto del viaje y cuando nos detenemos frente a mi casa, me ayuda a bajar del auto. A veces, para un hombre con problemas de actitud, es un amor. Me acompaña a las escaleras y yo abro la cerradura.
Antes de abrir la puerta, me doy vuelta para mirarlo y él me mira a través de sus pestañas desde un escalón inferior. Desde este ángulo parece tan vulnerable, tan inocente.
―¿Puedes quedarte conmigo? ―Las palabras salen de mi boca antes de que tenga la oportunidad de pensar en ellas. Se endurece notablemente y su mirada cae de mi cara a la escalera.
―No creo que…
―Por favor... no quiero estar sola. Puedes irte cuando esté dormida, si quieres….
Me analiza por un rato antes de asentir y subir el resto de la escalera.
Cuando entramos en mi casa, Pedro se quita sus zapatos y yo paso la sala de estar con poca luz hacia mi dormitorio. Enciendo el interruptor y miro a Pedro. Parece incómodo y no tengo ni idea de cómo hacerlo más fácil para él.
Dudo que alguna vez haya mantenido compañía femenina de forma no sexual hasta que se duerma y el pensamiento me hace sonreír un poco.
Agarro un par de boxers y una camiseta sin mangas del final de mi cama y me los pongo en el baño. Me lavo los dientes para eliminar el sabor de la cerveza de segunda mano y cuando vuelvo a mi habitación veo que Pedro se ha sacado su sudadera, pero se ha dejado puesta la camiseta blanca. Todavía está parado en el mismo lugar, incómodo y reprimo una sonrisa mientras apago la luz del techo. Cruzo la habitación para encender la lámpara y luego me meto en la cama. Para mi sorpresa, los brazos de Pedro me agarran de forma que mi cara está en su pecho y su nariz está enterrada en mi cabello.
Él es tan caliente, quiero acurrucarme más cerca y envolver mis piernas a su alrededor. Toma todas mis fuerzas no recorrer su cuerpo con la mano libre que se apoya en mi pierna.
―Lo siento mucho, Paula ―dice. Sus labios se mueven contra la parte superior de mi cabeza.
―¿Por qué?
―Por no esforzarme más en aclarar las cosas entre nosotros después de la cena. Si lo hubiera hecho, tal vez esto podría haberse evitado.
―Lo que pasó con Jose no es tu culpa… ―Me detengo a contemplar mis próximas palabras―. No debería haber estado de acuerdo en ir y definitivamente no debería haber aparecido a pesar de que sabía que iba a ponerse toquetón. Todo esto grita yo, no tú.
Mis dedos se crispan cuando levanto la mano de mi pierna y la muevo hacia su cuerpo. Quiero frotar su pecho y sentir el calor de su piel bajo mi mano, pero la apoyo en su cadera en su lugar y Pedro se tensa debajo de mi contacto.
―Puedes relajarte. ―Me río―. No voy a arrojarme encima de ti otra vez.
En mi cabeza siento que sus labios sonríen.
―No eres tú quien me preocupa.
Él tira de mí apretándome más y me siento segura. Sólo espero poder pagarle a Pedro por esta noche, en algún momento. 
―Siento haber huido de la cena la semana pasada ―murmuro.
―Está bien, no te culpo. Puedo ser un poco idiota.
―¿Realmente no te gusta hablar de ti mismo?
―No.
El silencio llena la habitación y, normalmente, me gustaría presionar,pero no quiero arruinar esto. Mi ritmo cardíaco se acelera en el silencio y la adrenalina de esta noche comienza a desaparecer. Hay un estrechamiento en mi garganta y parece que no me lo puedo quitar. Pedro toma una profunda inhalación por la nariz.
―No tengo la vida más interesante. ―Exhala―. Pero hay una cosa que puso mi mundo completamente al revés… mi padre murió de cáncer hace dos años, justo antes de mi pelea por el campeonato de aficionados en el torneo MMAC. Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura y mi pecho se comprime.
Esto es de lo que mi padre hablaba el primer día que vi a Pedro en el gimnasio. ¿El drama familiar era la muerte de su papá?
―Dejé de hacer MMA para cuidar de mi madre y mi hermana.
La idea de que Pedro tuviera una hermana pequeña calienta mi corazón.
Sólo puedo imaginar lo protector que es con ella.
―¿Y ahora has decidido volver a intentarlo?
―Sí, es lo que él hubiera querido. Todo lo que sé acerca de MMA, lo aprendí de él.
―Bueno, estoy segura de que está muy orgulloso de ti.
Se encoge de hombros.
―Tal vez… era un hombre difícil de complacer.
―Suena familiar. ―Me río.
Él me aprieta el brazo entre el dedo índice y el pulgar haciéndome reír a carcajadas.
―No soy tan malo.
―Lo sé.  

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