Jose se desliza de nuevo en su asiento junto a mí y yo empujo mi teléfono en mi bolso. No tengo tiempo de responderle a Pedro. Una mesa para dos queda libre frente a nosotros y soy consciente de que es la única disponible en todo el restaurante. Miro la línea de espera… sólo familias
grandes esperan. En silencio, rezo para que llegue una pareja y tome la mesa antes de que Pedro aparezca. Él probablemente se sentará justo frente a mí y hará esto tan tortuoso como pueda. El camarero trae nuestra comida y me ocupo de comer mi ensalada. Mientras llevo lechuga y pollo a mi boca, no puedo dejar de notar los ojos de Jose clavados en mí. Trato de ignorar la forma en que me mira de cerca mientras como las piezas de un delicioso pollo a la parrilla o duros tostones. Lo miro y sus ojos están siguiendo el tenedor cuando lo llevo a la boca y se queda mirando mis labios cuando se cierran alrededor de la comida. El pollo, el tomate y la lechuga forman una barricada en mi garganta, luchando su camino hacia abajo mientras me obligo a entablar una conversación con Jose. Voy a hacer cualquier cosa para conseguir que deje de mirarme fijamente.
―Háblame de ti.
El Sr. Escalofriante me dice todo sobre su vida. Tiene un niño llamado Jonathan y no puede verlo porque la “perra puta” de su ex no se lo permite.
Aparte de eso, no le estoy prestando mucha atención a lo que está diciendo… Estoy demasiado concentrada en la puerta principal. Cada vez que alguien entra mi corazón se salta un latido. Estoy inquieta porque no sé qué va a pasar…
No es hasta que terminemos la cena y circula el postre que veo el gran marco de Pedro entrar en el restaurante. Sus ojos me encuentran inmediatamente y el alivio se apodera de sus características. Parece que ha llegado del gimnasio. Lleva una sudadera con capucha blanca y pantalones
deportivos negros. Incluso poco arreglado provoca un travieso calor dentro de mí. Me aclaro la garganta. Todavía estoy enojada con él.
Pedro ve a Jose y sus ojos se oscurecen cuando Jose roza su mano sobre mi hombro antes de descansar en la parte posterior de mi silla. Jose huele a alcohol. Él se ha tomado innumerables cervezas y está hipando por todo el lugar. Genial. Va a tratar de besarme. Dejo caer mi mirada a la mesa.
Jose está mascullando acerca de algún evento de motocross y cuando levanto la mirada Pedro se está sentado a la mesa frente a nosotros. Su espalda está hacia mí, pero sé que está escuchando.
―¿Quieres venir?
Giro la cabeza hacia Jose.
―¿Hm?
―¿A motocross mañana por la noche?
Me pongo colorada. Esto es incómodo.
―No… No me gustan las motocross.
―¿Podemos hacer otra cosa si quieres? ―Su silla raspa el suelo mientras se arrastra más cerca de mí. No puedo respirar mientras frota mi espalda y su otra mano acaricia mi rodilla. Se balancea ligeramente en su silla y ya he tenido suficiente.
―Me voy a ir ―murmuro, deslizando mi silla hacia atrás.
―Bueno ―exhala imitándome y poniéndose de pie―. Por lo menos deja que te acompañe a tu auto.
Pedro gira su cabeza y puedo ver todo el lado de su cara. Su mandíbula se flexiona bajo su piel y sé que quiere que le diga que no.
―No, está bien. Quédate y termina tu cerveza.
―Oh, por favor ―dice riendo―. Insisto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario