Cuando mi padre se va, Pedro le ordena a su gente salir y pronto sólo somos él y yo.
Cuando la puerta se cierra Pedro viene enfurecido hacia mí, cada paso que da se vuelve más decidido, más frustrado.
Estoy dolorosamente consciente que la gente está mirando a través del cristal transparente y me siento como un animal en un zoológico.
―¿Podemos tener más privacidad? ―pregunto antes de que me alcance y su gran cuerpo se mueve hacia la pared para encender el botón. La lámina de vidrio se oscurece y podemos ver a las personas en el gimnasio,pero nadie puede ver hacia adentro.
Nadie puede vernos.
Trago saliva al darme cuenta. Él me observa desde la pared y no puedo hacer otra cosa que mirarlo de vuelta. Damian dijo que Pedro está de mal humor hoy, y no está mintiendo.
Mis manos están sudando en mis guantes y no puedo limpiarlas en mis pantalones.
―Te ves sexy con un par de guantes. ―Su voz es insoportablemente íntima, pero sus ojos son inquietantemente oscuros.
No respondo. No tengo ni idea de qué decir a eso. Su pecho todavía se está moviendo rápidamente y estoy un poco preocupada. ¿Qué tan duro están entrenándolo?
―¿Estás bien? ―me pregunta.
Asiento.
―¿Algo malo… te pasó?
¿Malo? ¿Se refiere a algo sexual porque estaba drogada?
Niego.
―No, Vanesa me llevó directamente a casa y me desmayé.
Sus cejas se levantan y caen ligeramente con alivio. ¿Por qué le importa?
―Si hubieras venido a cenar conmigo nunca hubiera pasado.
―Eso es verdad, pero no lo hice.
Sus gruesos brazos se balancean ligeramente cuando camina hacia mí.
Mi corazón se detiene en frío, y siento la humedad pegajosa que comienza a extenderse por mis palmas mientras mantengo mis ojos pegados a su figura
acercándose.
Cada paso decidido y frustrado lo trae más cerca de mí hasta que nos presionamos alineados uno contra el otro.
Tengo que obligarme a respirar lentamente, mientras sus manos ásperas se deslizan en la nuca a cada lado de mi cuello.
Él presiona su frente con la mía y su cabeza está húmeda con sudor,pero no me importa.
Él exhala por la nariz, controlando su respiración rápida y luego me deja ir. Mi cabeza gira un poco y tengo que cambiar mi postura para que vuelva a enfocarse.
―Uno de mis amigos, en el restaurante, vio a Vanesa arrastrarte desde el club. Dijo que estaba en muy mal estado. ―Él tira de la cinta,desenvolviéndola de su mano―. Estaba preocupado.
Me siento conmocionada de que su amigo nos viera a Vanesa y a mí en el club. Parece que todos tienen un ojo en alguien en esta ciudad.
Lo que me confunde más es el hecho de que Pedro está preocupado por mí. Parece excesivamente nada característico para un hombre que parece evitar sus sentimientos y sólo quiere sexo de mí lo que, por cierto, traté de darle. ¿Soy la única que no puede darle sentido a toda esta situación?
Me pregunto si la razón por la que ha estado de tan mal humor hoy es por mi culpa.
―¿Por qué? ―pregunto sin rodeos. Sin payasadas.
―Porque eres una buena chica.
Ruedo los ojos. Ahí está esa maldita palabra de nuevo.
La voz de Pedro se oscurece con mi rodada de ojos ―¿Sabes lo que le pasa a ingenuas, chicas buenas que se desmayan en los clubes?
―Tal vez tienes una idea equivocada sobre mí… tal vez no soy tan buena como quieres que sea.
Arroja sus muñequeras el suelo, con los ojos ardiendo.
―No quiero que seas buena. Quiero que seas mala, así puedo hacer todas las cosas que he querido hacerte desde que te vi y no me sienta jodidamente culpable por ello.
―Era mala, ¿recuerdas? Aun así me rechazaste.
Agarra mi cintura, tirando de mí en él. Aprieto los guantes contra este pecho y trato de retroceder, pero su agarre es firme. Mi cara está en calma,pero por dentro mi cuerpo es un caos.
―No, estabas tratando de ser mala, pero no lo eres. ―Su mano se desplaza hacia arriba, a mi lado y me acaricia la mejilla.
Un atisbo de tristeza llena sus ojos y frunzo el ceño.
―Estaba decidido a tenerte, pero luego me encontré contigo en el restaurante de carnes y no pude hacerlo. Estabas sentada allí toda nerviosa e incómoda con tu lindo libro y… ―Exhala, quitando su mano de mi mejilla y pasándose las manos por su cara―. Además, todavía no estoy al cien por cien seguro de que incluso me querías esa noche o si estabas tratando de vengarte de tu ex.
Sus palabras tranquilas y vulnerables roban el aire de mis pulmones.
Sí, estaba tratando de demostrar algo esa noche, pero no a Ramiro, sino a mí.
Quería ver si era capaz de ser divertida y espontánea. Casi lo logré hasta que Pedro decidió desarrollar valores morales.
―Sí te deseaba ―mi voz es apenas audible, casi sin aliento, pero él lo oye alto y claro.
La mano de Pedro acaricia el hueso de mi cadera y cierro los ojos. Sí te deseo. Las palabras caen silenciosamente en el fondo de mi mente. Una sensación de calor me inunda, casi llenándome completamente mientras la necesidad palpita entre mis piernas.
Dejo caer mi cabeza. ¿Qué demonios estoy haciendo? Debería estar escudándome de este hermoso hombre, porque si lo dejo entrar, me lastimará… pero, ¿por qué esto se siente tan bien, tan reconfortante?
Su mano callosa rastrilla a través de mi cuello y luego a lo largo de mi mandíbula. Dejó escapar una exhalación lenta mientras levanta mi cabeza hacia arriba y abro los ojos.
―¿Por qué me haces esto? ―exijo.
―¿Qué?
―¿Tocarme y actuar como si no te importara?
El frunce el ceño y su lengua se desliza abruptamente por su labio inferior. Me doy cuenta de que no tiene idea de por qué está siempre en mis talones. Mi mirada parpadea por su cara, esperando que me conteste, pero nunca lo hace.
―Esto es un extraño giro de acontecimientos. ―La voz de mi padre resuena a través de la habitación y de inmediato salto lejos de Pedro.
Cualquier sentimiento de deseo se disipa cuando su súbita entrada sacude un poco de sentido de nuevo en mí. Estoy molesta conmigo. ¿Por qué soy tan malditamente débil?
Puedo sentir a Pedro observándome, sin sentirse avergonzado de que mi padre está aquí.
―¿Mi hija con un luchador? ¿Quién lo hubiera imaginado? ―Papá está sonriendo, por supuesto. Un combatiente prometedor es,probablemente, el único hombre al que daría el visto bueno.
―No estoy con él ―declaro con orgullo―. Sólo que él no sabe cómo mantener las manos quietas.
La misma sonrisa arrogante de la que fui testigo cuando vi por primera vez a Pedro se extiende sobre sus labios y siento que mis mejillas se calientan.
―La cena es a las 7:00, te recogeré ―es su única réplica.
Abro la boca para declinar, pero papá interviene para mí.
―Eso suena genial. Déjenme saber cómo va. ―Vuelve su atención a Pedro―. Damian está pateándome el culo. Tenemos que volver a entrenar.
Pedro asiente y pisoteo desde la sala de entrenamiento, enojada.
Cuando toda su gente está de vuelta en la habitación y la puerta está cerrada, Vanesa se lanza a mí, balbuceando como una idiota.
―¡Oh, Dios mío! ―chilla en mi hombro. Se tira hacia atrás y me mira con impaciencia―. ¡Él es un maldito animal!
―Ni que lo digas. ―Parece que no puedo alisar la arruga en mi frente y Vanesa se da cuenta de mi frustración.
―¿Qué pasa? ¿Estás enojada porque accidentalmente le dije a tu papá sobre el roinol?
―Es parte de ello.
―Oh, lo siento, cielos. Relájate un poco. Es despistado. No tenía la menor idea de lo que estaba hablando.
―Por suerte… ―Si mi padre supiera lo que era un roinol, me arrastraría de nuevo a la casa y nunca me dejara salir.
―Pedro es tan… ―Su rápido cambio de tema no pasa desapercibido―Dios, ¿Lo has visto?
―Sí, lo vi Vane, no estoy ciega.
Me mira furiosa y cruza los brazos sobre su pecho. ―Lo siento, ¿Pedro te atasco un palo por el culo por lo que estás siendo una perra en estos momentos?
Golpeo mis puños en el saco de boxeo, sin seguir ningún ritmo simplemente golpeando con pura frustración.
―Lo siento. ―Me las arreglo para respirar después de un combo―. Es Pedro. Él me pone de nervios.
―¿Qué hizo?
―Cree que me va a llevar a cenar. No quiero ir.
Vanesa me mira con ojos amplios y la boca abierta como si fuera la mayor idiota que alguna vez haya conocido.
―Um, está bien… ―Se cuela entre el saco de boxeo y yo, apretando su pecho, para que no la golpee en las bubis―. ¿Estás tonta? ¡¿Hola?! Ese tipo es sexo con piernas. ¡Tienes que ir, si no por ti misma, entonces por mí!
Me paso el guante sobre mi frente para limpiar un poco de sudor, sólo que el material lo extiende en lugar de absorberlo.
―Es como una gran paleta de azúcar y nosotras, las chicas somos las hormigas sólo muriendo por una probada. Un día, la paleta viene a nuestro hormiguero viéndose toda azucarada e irresistible e invita a una pequeña hormiga a venir a chuparla y obtener tanta azúcar como quiera, pero la hormiga no acepta y la estamos mirando como, que demonios y…
―Está bien. ―Me río, cortando su historia―. Creo que lo entiendo.
―Bueno. Así que, ¿qué vas a hacer?
Arrastro el guante sobre mi frente otra vez y jadeo ligeramente.
―Bueno, no voy a plantar al hombre. Sé lo que se siente.
Ella chilla, llamando la atención sobre nosotras.
―¡Vas a conseguir un poco de azúcar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario