Ella responde al instante.
DE: VANESA HORA: 9:40 A.M.
¡Mierda, sí! ¡Cuenta conmigo!
Te quiero, Pau.
XO
En el gimnasio, me quedé en la oficina de mi padre hasta que volvió.
No vino mucha gente hoy así que nada estaba fuera de lugar. Pedro se fue después de la ducha y me las arreglé para pagarle siete dólares a un niño para que limpiara las máquinas con un antiséptico bueno para el medio ambiente, mientras su madre corría en la cinta.
―Gracias de nuevo, Paupy ―dice papá cuando abro la puerta para salir de su oficina.
―En cualquier momento, pa. Sabes que estoy aquí siempre que me necesites.
Voy a salir de la puerta, pero su voz me detiene.
―¿Has pensado en la cena del domingo?
Mierda. Es incómodo cuando alguien te lleva a un gesto vacío. Quiero ir a cenar a casa de mis padres, lo hago, pero no quiero tratar con ellos uniéndose contra mí para que vuelva a casa sólo para llenar su nido vacío.
―Te prometo que no te voy a molestar sobre mudarte―dice,metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones de chándal―Aunque no puedo hablar en nombre de tu madre. Ya sabes cómo es.
Suspiro.
―Bueno, iré a cenar, pero dile a mamá que no tiene que dejarlo todo y una pequeña cena estará bien. Además, si puedes decirle que mantenga las películas infantiles en su caja será más probable aparezca.
Papá sonríe.
―Veré lo que puedo hacer. Te quiero.
Se vuelve para mirar por la ventana.
―Yo también te quiero ―digo mientras cierro la puerta detrás de mí.
No me gusta ir a las discotecas. La última vez que fui a una discoteca, era el cumpleaños (real) de Vanesa, hace seis meses y porque no suelo ir a bailar, mi gama de vestidos cortos y atractivos, es limitada. Tengo que elegir entre uno negro de cuello sin mangas y un vestido de coctel color coral sin hombros.
Personalmente, preferiría no ponerme ninguno.
Tiro ambos vestidos en el suelo y me dejo caer de nuevo en la cama con un fuerte suspiro. El sol se puso hace una hora y Vanesa tiene la intención de estar aquí dentro de tres horas.
Me pregunto si me odiará si cancelo. Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos. Me pongo una bata encima de mi ropa interior de encaje negro y me dirijo a la puerta.
Cuando la abro,veo a Vanesa con la cara libre de maquillaje. Eso es una primera vez para ella.
No necesita maquillaje, tiene uno de esos rostros de belleza natural. ¿Saben?,los que tienen pestañas espesas, pómulos altos, labios gruesos y una perfecta tez para arrancar.
―Llegas temprano. Muy temprano.
Se encoge de hombros.
―Estoy muy emocionada por esta noche. Deja de mirarme. Estoy horrible.
Me ahogo con una carcajada mientras se empuja más allá de mí. Vanesa tira de una pequeña maleta púrpura detrás de ella.
―¿Tu papá finalmente te dio una patada en el culo a la acera?―pregunto, cerrando la puerta.
―No, esto es para esta noche. ―Vanesa hace rodar la maleta en mi habitación y la sigo muy de cerca. Ella toma un vistazo de los vestidos en el suelo y me sonríe―. Gracias a Dios que no estarás usando ninguno de esos.
Fingiéndome insultada, exijo:
―¿Qué hay de malo con ellos?
―Son del año pasado. Eso es lo que hay de malo.
Abre la cremallera de su maleta y saca un corto vestido rojo y ajustado,sin duda. Lo veo y lo único que viene a mi mente es: PUTA.
―No voy a usar eso.
Ella pone mala cara.
―¿Por qué no?
―Porque es demasiado escandaloso… Quiero divertirme y hablar con chicos, no terminar en una zanja al final de la noche.
Pone los ojos en blanco.
―Dios, suenas como tu madre. ―Abro la boca para protestar, pero levanta la mano―. Tienes que relajarte. Este es manso en comparación con lo que otras chicas visten, confía en mí.
Selena sostiene el vestido delante de ella y en un examen más minucioso puede que haya exagerado. No es tan malo.
Es decir, el pequeño recorte en medio de los pechos no expone demasiado, supongo. Y asumo que Vanesa no me está dando opción. Tomo el vestido y dejo caer mi bata.
―¡Mírate, bombón! ―Rió Vanesa―. Ir al gimnasio está realmente dando sus frutos. ¡Estás tan en forma y has logrado mantener animados esos grandes pechos ole' tuyos! Tal vez debería empezar a ir al gimnasio.
Da un paso hacia adelante, con las manos extendidas para tocarme y yo la aparto de un golpe, incapaz de evitar la risa en mis labios.
―Eres una lesbiana, basta.
Me deslizo en el vestido y hago que Vanesa suba la cremallera. Cuando está puesto y hago un pequeño giro, su boca se abre y coloca las manos sobre su pecho.
―¡Te ves increíble! ―chilla―. Sabía que este vestido se vería bien en ti.
Me acerco a mi espejo y estoy absolutamente anonadada por lo bien que se ve en mí. El rojo es sin duda mi color.
―Ahora siéntate ―demanda Vanesa y doy unos pasos hacia atrás para sentarme en el borde de mi cama. Saca una gran caja de metal de la maleta y la abre. Estoy sorprendida por la cantidad de maquillaje que tiene.
Inmediatamente se pone a trabajar con sus bases, polvos, cosas rosadas y cosas negras. Estoy segura de que tienen nombres formales, pero se pierden en mí. No tengo ni idea.
Cuando Vanesa termina la creación de su obra maestra se aleja de mí,dándome la vista de mí misma en el espejo. No me reconozco.
Mi piel cremosa es perfecta y mis ojos verdes están resaltados por un color negro al que Vanesa se refiere como “ónix reluciente”. Mis labios están brillantes y mi largo cabello chocolate cae en cascada en línea recta por mi espalda.
―Vaya. ―Es todo lo que puedo decir.
―Lo sé. Soy buena.
Encuentro un par de tacones de aguja blancos en mi armario y me deslizo en ellos. No soy de halagarme, pero joder que me veo sexy. De hecho, me siento tan bien conmigo misma que podría incluso considerar la idea de traer un extraño a mi casa conmigo.
O no.
Lo más probable es que no.
Vanesa pasa casi dos horas preparándose y si me veía como una supermodelo cuando terminó conmigo, ella parecía una súper-supermodelo.
Su vestido violeta oscuro sin tirantes tiene un corte en forma de corazón y termina a mitad del muslo. Sus largos rizos rubios caen rectos contra su espalda y sostiene su cabello a ambos lados mientras se coloca dos aros de oro.
―Programé un taxi para que venga por nosotras a las nueve.
Miro el reloj.
―Eso es ahora.
Efectivamente un bocinazo suena en el exterior y Vanesa me lleva por el codo. Ansiosamente me arrastra desde la casa antes de tener la oportunidad de cambiar de opinión acerca de esta noche.
Estamos en el taxi y cuanto más me alejo de casa, más fuerte crece la inquietante sensación en mi estómago. Ahora que estoy fuera y de camino a un club, me hubiera gustado no haberle enviado el mensaje a Vanesa y sugerirlo.
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