Voy furiosa alrededor de mi pequeño apartamento, con una gran caja arropada debajo de mis brazos, recogiendo las cosas de Ramiro. Él no vive conmigo, pero seguro que tiene un montón de artículos alrededor de mi apartamento. Cada uno que recojo me hace sentir más enferma a medida que empiezo a asimilar la realidad. Cuando estoy segura de que he agarrado todo, corro escaleras abajo y coloco la caja en el camino de entrada. Nunca he ido tan lejos como para eliminar realmente sus cosas antes, pero esta vez estoy harta. Ya he tenido suficiente. Me doy la vuelta, pero un conjunto de faros acercándose en el camino de entrada hace que me regrese.
Es un taxi. Genial.
Ramiro salta del asiento trasero y saca un puñado de dinero en efectivo del bolsillo delantero de sus pantalones de mezclilla. Arroja el dinero en la ventanilla del conductor y trota hacia mí.
―Nena ―suplica, pasando sus dedos por su cabello rubio oscuro―. No hagas esto. Te amo.Me vuelvo sobre mis talones, sabiendo muy bien que si me lanza esos hoyuelos de niño voy a ceder. Su mano se envuelve alrededor de mi codo y un escalofrío de energía me atraviesa cuando me da la vuelta con una fuerza sorprendente. Bajo su agarre mi codo duele.
―Me estás haciendo daño ―gruño en voz baja para que los vecinos no puedan oír.
Él no suelta su agarre. Sus ojos miran dentro de los míos mientras se inclina cerca, para que pueda sentir y oler su caliente aliento alcohólico de lleno en la cara. No hay compasión en su rostro, sólo ira. Echo un vistazo a sus pequeños ojos azules, y luego bajo por su cara a sus labios delgados.
Lápiz labial rosado a lo largo de su línea de la mandíbula atrapa mi atención. Mi mirada sigue el conjunto de labios por su cuello, antes de desaparecer debajo del cuello azul de la camisa de polo verde.
―Eres asqueroso ―escupo.
Él me aprieta mi brazo más fuerte y me estremezco mientras mi músculo se comprime contundentemente bajo mi carne. ―¿Qué harías sin mí? ¿Dónde estarías sin mí?
Yo arranco mi brazo hacia atrás.
―Ya no te necesito más. Necesito a alguien que me aprecie.
Ramiro ríe a carcajadas, echando la cabeza hacia atrás y mostrando sus dientes.
Al parecer, dije la broma del año.
―No vas a encontrar a alguien que vaya a estar tan interesado en ti como yo. Eres simple, Paula, y aburrida. No tienes nada que ofrecer a nadie.
Soy lo mejor que alguna vez te ha sucedido.
Ouch, y pensar que esta persona amargada se supone que es mi otra mitad. Una extraña sensación de hormigueo se acumula en mi garganta como normalmente lo hace antes de que llore y presiono mi lengua en mi paladar para ayudar a aliviar la acumulación de lágrimas.
Y lo hace en un grado.
―Si soy tan poca cosa, ¿entonces por qué estás tan enojado? ―pregunto, mi voz temblando ligeramente. ―No estoy enojado. Estoy feliz. Rompe conmigo, no me importa.
Vendrás arrastrándote de vuelta y cuando lo hagas voy a cerrar de golpe mi puerta en tu cara.
Me aparto de él. Si no me voy ahora, voy a llorar y no quiero que me vea hacerlo. Me dirijo a las pequeñas escaleras blancas y justo antes de dar un paso en mi apartamento su voz dice en voz alta por última vez.
―¡No te necesito! ¡Maine esta atestado con mejores chicas y me levanté a dos de ellas esta noche!
Golpeo mi puerta y me deslizo hacia abajo a la madera dura. ¿Cómo puede alguien que solía ser tan dulce ser tan malditamente hiriente? Si me hubieran preguntado hace un par de años dónde quería estar en la vida hubiera dicho “en cualquier lugar, siempre y cuando tenga a Ramiro”. Si hacen la misma pregunta ahora, he de responder “cualquier parte donde no vea la estúpida cara de Ramiro o escuche su estúpida voz”.
Mi pecho palpita dolorosamente mientras lágrimas escapan de mis ojos. Las dejé caer con toda su fuerza, porque las había estado reteniendo desde el restaurante y ya no podía más. Me arrastro sobre mis manos y rodillas desde mi puerta principal, atravesando la sala de estar y dentro del dormitorio. Me las arreglo para meterme en mi cama y dejo que la fresca cubierta del edredón de satén acaricie mis mejillas ardientes. Después de unos minutos me doy cuenta que no estoy llorando porque rompí con Ramiro.
Estoy llorando porque sé que esto no es el final. Él va a volver. Continuará chantajeándome emocionalmente y desgastándome hasta que me fisure y lo acepte de nuevo en mi vida, pero eso no va a suceder esta vez. No lo recibiré de vuelta. Soy más fuerte ahora y me he estado preparando para nuestra inevitable ruptura durante mucho tiempo.Sólo porque elijo usar ropa más conservadora no me hace sencilla y sólo porque me gusta quedarme en casa casi todas las noches y leer y escribir no me hace aburrida. Le mostraré que no soy dependiente de él. Le mostraré que no puedo ser controlada.
Lo trataré como si lo hubiera superado, porque definitivamente estoy por encima de haber sido tratada como si fuera nada. Yo no soy nada. Soy yo y me encanta ser yo.
Que se joda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario