DE: RAMIRO 19:23
Hey, nena. No puedo llegar a la cena. Los chicos y yo saldremos. No me esperes. X
Genial, malditamente genial.
Lanzo mi teléfono de regreso en mi bolso de mano y echo un vistazo alrededor de la habitación, frustrada por la cancelación de Ramiro.
Lamentablemente, esta no es la primera vez que me planta. Es la tercera vez en este mes que Ramiro me ha dejado en el restaurante mexicano de salsa esperándolo porque prefiere “pasar el rato con los chicos” sobre su novia por seis años. Para empeorar las cosas, el camarero que ha estado viniendo a mi mesa durante la última hora preguntándome si quiero ordenar es el mismo maldito camarero que ha tratado de atenderme las dos últimas veces que he sido plantada. Echo un vistazo a la barra y me encuentro con la cara de niño y ojos azules del camarero. Él me mira con simpatía. Sorprendida, miro rápidamente hacia abajo en mi menú, dejando las largas hebras chocolate de mi peinado como una cortina entre nosotros. Sólo el sonido característico de alguien despejando su garganta hizo que me asomara alrededor de mi cabello.
―¿Está usted lista para ordenar? ―pregunta el joven camarero, pasándose los dedos por el frente de su largo flequillo rubio. ―Uh. ―Un rubor surge instantáneamente a mis mejillas y me estremezco al pensar en lo roja que debo verme―. No, lo siento… mi pareja no va a venir.
Me pongo de pie y enderezo mi corto vestido negro. Saco mi abrigo negro a juego de la parte posterior de la silla, colocándolo sobre mis hombros. Me extiendo a través de la mesa por mi bolso y camino rápidamente hacia la salida. Mis mejillas se ponen más calientes y juro que puedo sentir los apreciativos ojos de todos en mí.
Afuera el aire es sorprendentemente frío. Extraño,considerando que estamos bien entrados en la primavera. El aire frío hace a mi nariz correr inmediatamente y siento el calor de mi rubor desvanecerse de mis mejillas Mis zapatos de tacón alto resuenan e incluso golpean a lo largo del concreto mientras camino a través del estacionamiento.
Siempre he encontrado el tiempo tranquilo reconfortante, pero el frío de esta noche, incluso el tiempo no es suficiente para calmar la tormenta rabiando dentro de mí.
Mi sombra oscura se refleja en la pintura azul de mi sedán mientras desbloqueo el coche y me subo. Con un gruñido, lanzo mi bolso en el asiento del pasajero. Las lágrimas arden en mis conductos lagrimales, pero no me atrevo a dejarlas caer. No voy a llorar por él nunca más. Me inclino y cavo a toda prisa en el contenido de mi bolso hasta que localizo mi teléfono. Busco su nombre en mi lista de contactos y golpeó marcar. Resuena y soy saludada por su estúpido correo de voz.
―Hola, este es Ramiro. No estoy aquí ahora mismo, obviamente. Llámame más tarde.
No dejo un mensaje de voz, pero sí lo llamo de nuevo.
Y otra vez. Y otra vez. Cada vez que pasa al buzón de voz me pongo más y más furiosa, hasta que finalmente contesta.
―Shh. Shh. ―Escucho susurrar a alguien con una risita aguda. El ruido hace a mi estómago caer en mis intestinos―. Hola nena, ¿qué pasa?
Eligiendo ignorar el ruido femenino hasta más tarde, le digo lo que pasa.
―¿Qué pasa? ¡Estoy sentada en el estacionamiento de Salsa’s porque me plantaste de nuevo! ―Mi voz es fuerte, pero no me importa.
―¿Puedes dejar de gritar? En realidad no es un gran problema. Tú y yo pasamos el rato juntos todo el tiempo. ¿Qué clase de respuesta es esa?
―Espera. ¿Debido a que nos vemos con frecuencia eso te da el derecho de plantarme?
Puedo imaginarlo haciendo ese estúpido encogimiento de hombros que siempre hace.
―Algo así. Sabía que lo entenderías.
Él cuelga, dejándome mirando fijamente por el parabrisas delantero. La ira hierve al extremo en mi pecho y puedo sentir mis orificios nasales expandirse mientras mi pecho se eleva y cae rápidamente.
Con las manos temblorosas,golpeó remarcar.
―¿Hola? ―responde una ronca voz femenina, atrapándome con la guardia baja.
―¿Estás jodidamente bromeando? ―exijo, sintiéndome enferma instantáneamente―. ¿Quién habla?
―Marisa.
―Pon a Ramiro en el teléfono ―chasqueo.
En el fondo claramente escucho la música del club y las risas. Me alegro de que este fuera teniendo un buen rato mientras yo estoy sentada sola en un maldito estacionamiento.
―Mierda. Paula, no es lo que piensas. Ella tomó mi teléfono de la barra.
He alcanzado el punto de ebullición. He terminado. ―¿Crees que soy tonta? ―ladro en el teléfono. ¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que lo cree.
―No, en absoluto. ―Puedo escuchar el leve insulto en su voz. Típico―. Quiero decir, a veces haces cosas que me hacen preguntar…
―¡Sólo cállate! Ya no quiero hablar contigo por más tiempo y no quiero volver a verte nunca. ¡Puedes encontrar tus cosas en cajas y en la entrada de mi casa! ―Dios sabe cuántas veces he dicho eso.
―Paupy, vamos. No seas así ―suplica él a través del teléfono, llamándome por mi apodo―. Estás exagerando. Cuelgo. Cómo es eso para jodidamente exagerar. Apoyo mi cabeza en el volante mientras un par de lágrimas caen sobre mi muslo desnudo. Ramiro y yo hemos estado saliendo desde que teníamos diecisiete. Tenemos veintitrés ahora. Siendo realistas, deberíamos haber salido solo por dos años. Esa fue la primera vez que me engañó. Desde entonces he perdido la cuenta de cuántas veces me ha traicionado.
Lo sé. Soy una idiota por aceptarlo de vuelta y debería respetarme más, bla, bla, bla. Escúchame, estar con Ramiro es todo lo que conozco. Nunca he estado con nadie más. La idea de no tenerlo en mi vida me aterroriza, pero sé que él estando en mi vida va a seguir destruyéndome una y otra vez y no puedo hacerlo más. Si estar con Ramiro significa que me sentaré en los restaurantes sola por el resto de mi vida o preocupándome de que podría atrapar alguna condenada ETS de él… entonces no quiero ser parte de eso.
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