martes, 4 de noviembre de 2014
CAPITULO 252
PEDRO
Dejé el agua caliente chorrear a través de mis dedos antes de salpicar en el baño. Las burbujas tocan mi antebrazo, amenazando con caer sobre el borde de la bañera de porcelana. Paula necesita un baño, un baño relajante y agradable. Si tratar con Dom no era suficiente, cuando llegamos a casa ella tuvo la suerte de ver a Luciano recibir una mamada contra el banco de la cocina. Me reí cuando me di cuenta que él no logró llegar al sofá o una cama, eso tiene que ser algún tipo de récord para él. Mientras me pareció divertido, Paula estaba mortificada. Con una mirada en mi dirección, ella subió hecha una furia las escaleras y cerró de golpe la puerta del dormitorio.
―¡Dijiste que vivías solo, imbécil! ―gritó la chica, limpiándose la boca e irguiéndose en toda su estatura. Era alta, delgada (fácilmente un nueve) y avergonzada como el infierno.Luciano abrió la boca para explicar, pero ella se fue antes que tuviera la oportunidad de hacerlo. Aparté la vista mientras Luciano se arreglaba y se coloca todas las piezas de carne de nuevo detrás de la tela. Cuando lo miré de nuevo, asintió, leyendo mi expresión. No era una expresión de enojo. Era una neutral, suplicante incluso. Ya sea que le gustara o no, lo que hizo fue una falta de respeto a Paula, y aunque él era mi mejor amigo, mi lealtad estaba con mi esposa. Tenía que hacer lo correcto con ella. Soy el hombre de la casa, el marido, joder, soy el rey, y tenía que hacer a mi reina feliz.
―Lo entiendo. ―Exhaló, leyendo mi mente―. Me quedaré con Damian.
Lo que me lleva a ahora.
Luciano ha llevado su negocio a otra parte, pero Paula sigue furiosa y dando vueltas por la habitación, tratando de decidir si debía llamar a Vanesa o no.
Naturalmente, le aconsejé que no. A ella no le gusta, ni un poquito.
Cierro el baño y me relajo en la butaca. Arrastré una butaca en el baño de la zona de lectura del dormitorio. Realmente me duele el culo al sentarme en los azulejos y los baños de Paula pueden durar entre quince minutos y tres horas.
Me gusta observarla mientras se baña. No me preguntes por qué, solo lo hace.
Al sonido del baño cerrándose, Paula camina dentro. Su cabello está despeinado, su labio inferior está hinchado y rojo de morderlo demasiado.
―Debería decírselo.
Niego y los hombros de Paula se cuadran. Está lista para refutar cualquier cosa que diga en defensa de Luciano, pero, sinceramente, no podría dar una mierda sobre Luciano o Vanesa en estos momentos. Su relación es exactamente eso, suya. No quiero ser parte de ella.
Me relajo en la butaca y doy golpecitos en mi rodilla.
―Olvídate de ellos. Déjame echarle un vistazo a tu mano.
―¿Olvidarlos? Vanesa es mi…
Estrecho mis ojos y ella frunce los labios. Con un pequeño asentimiento, se adelanta y cae sobre mi regazo. Arranco el vendaje improvisado y lo descarto mientras tomo su mano suave y pequeña en la mía. Ya me doy cuenta de lo hinchada que está. No es tan malo, pero un infierno más grande que su otra mano.
Suspira mientras paso mis dedos sobre el dorso de su mano.
―¿Te duele? ―pregunto, apoyando mi mejilla contra su hombro. Dobla su muñeca y esta vez, no hace una mueca de dolor o se aleja.
―No tanto como antes ―murmura.
―Creo que se trata de un esguince, pero Damian le echará un vistazo por la mañana solo para estar seguros. ―Le doy un golpecito de lado y ella se aleja de mí. Sonriendo, digo―: Ropa fuera. Tu baño está esperándote.
Con una sonrisa ansiosa, Paula se desliza de mi regazo y tira del nudo detrás de su cuello que sostiene su blusa. Los lazos caen junto con la blusa, dejando al descubierto sus pechos perfectos.
―¿Miras demasiado? ―Ella se ríe, dándome la espalda.
Arrastro mi mirada por su columna y sobre sus caderas mientras curva sus dedos debajo del dobladillo de sus pantalones cortos. Los empuja hacia abajo por sus piernas, tomando su ropa interior con ellos. Su cuerpo entero está expuesto para mí y admiro su nueva suavidad. Su estómago es más suave, al igual que sus muslos y su trasero. Su cuerpo curvilíneo solo aumenta mi atracción. Ha ganado peso porque hago todas sus comidas completamente saludables y he prohibido esas barritas de mierda en la cocina. Siempre he sido un fan de las figuras suaves y femeninas y ahora tengo una para mí solo. Ella sonríe dulcemente mientras se da la vuelta y se dirige al baño. Al pasar a mi silla, capturó su cintura y tiro de ella hacia mí.
Con un grito, cae en mi regazo. Inmediatamente me doy cuenta de cómo su piel suave se siente como la seda contra la mía.
―Tu baño está esperándote ―se burla de mí con su mejor imitación de Pedro.
Sonrío contra su piel mientras mordisqueo su hombro, moviendo mis labios a lo largo de la parte superior de su espalda y en la base de su cuello.
―De repente me siento con ganas de ensuciarme un poco en primer lugar.
Ella se estremece en mi regazo, enviando una oleada intensa de excitación a través de mi cuerpo. Por propia voluntad, mis dedos bailan a lo largo de su muslo, siguiendo adelante, hasta que las puntas de mis dedos tocan la parte superior de su núcleo desnudo. Ella inhala fuertemente y atrapó la vista de ella en el reflejo de la puerta de la ducha.
Sus grandes ojos verdes se ensanchan y coge mi mano,
inmovilizándola contra su carne.
―No creo que este sea un buen lugar para hacer eso. ―Su voz es entrecortada, necesitada, y me pregunto si ella puede escucharla.
―No vas a privarme de observar, ¿verdad?
Atrapa su labio entre sus dientes, claramente incómoda con la idea. Lamo su hombro, manteniendo mis ojos en los de ella y viendo cómo se estrechan en ranuras lujuriosas. Esa es toda la persuasión que se necesita para que la mano de ella se distancie, lo que me permite moverme y tocarla de nuevo libremente.
Cambio mi posición, separando sus piernas con mis rodillas.
Todo su cuerpo se tensa, mientras su respiración se profundiza. Ella aleja la mirada del reflejo, pero yo no puedo. Estoy atrapado, completamente hipnotizado por la escena, por ella.
Mi polla está dura, a punto de estallar a través de mi cremallera y tomar lo que quiere, lo que quiero. Pero esto no es acerca de mí... Lo que voy a hacer con ella no es sobre mí y lo que quiero. Se trata de ella, sobre relajarla y hacer que descanse después de una noche estresante. Incluso con las piernas separadas, sus labios permanecen juntos.
Todo es estrecho y en su lugar, una simple raja en una porción de otra manera suave y desnuda de carne. Paso los dedos sobre su clítoris, moviendo mis yemas ásperas alrededor de su dulce manojo de nervios. A los pocos minutos, sus labios se separan mientras expulsa respiraciones embriagadoras y sus caderas se balancean al mismo ritmo que mis dedos. Tiene los ojos cerrados, la cabeza contra mi hombro e inclinada lejos del reflejo.
―Me estás mirando fijamente, ¿no es así? ―murmura con voz temblorosa.
―No puedo quitar mis ojos de ti, incluso si lo intentara. ―Le beso el cuello, en el sitio justo en su oído―. Tú eres la jodida perfección, Pau.
―¿Sí?
―Demonios sí. ―Me río en voz baja―. Quiero estar en ti tan desesperadamente. ―Atrapo su oreja entre mis dientes, haciéndola jadear―. Quiero follar tu pequeño cuerpo perfecto y quiero verlo todo. ―Ella sonríe, atrapando su labio inferior―. Quiero ver tus tetas rebotar y tus piernas temblar mientras estoy enterrado profundamente dentro de ti.
Los ojos de Paula se abren de golpe, de inmediato enfocándose en los míos a través del reflejo. Lo veo entonces, todos los rastros de su malestar anterior desaparecidos. Todo lo que veo ahora es oscuridad, la oscuridad que se apodera de ella cuando no quiere nada más que complacerme.
―Hazlo. ―Respira, temblando—. Quiero verlo, también.
Salgo de la butaca, llevando a Paula conmigo. La fuerzo hacia adelante hasta que ella está inmovilizada contra la puerta de la ducha. Su aliento empaña el vidrio mientras jadeos pesados y rápidos salen de sus labios. Arquea la espalda bajo el peso de mi cuerpo mientras me presiono más fuerte contra ella.
―Date prisa —gime.
―Siempre impaciente ―bromeo, plantando un beso en su hombro.
―Sabes que lo soy cuando se trata de ti, Paula.
Bajo mis manos al botón de mis jeans y lo suelto. Empujo rápidamente mis jeans por mis piernas, sin retirar mi cuerpo de ella, y agarro sus caderas. Me las arreglo para salir de mis jeans y tirar de ella de nuevo a la butaca sin tropezar.
En un movimiento fluido, la tengo sentada en mi regazo de nuevo y la he vuelto a ver en el reflejo del cristal. Mis ojos atrapan los de ella, y esta vez, aleja la mirada.
Sus ojos están brillando, suplicándome que la toque, así que paso mis dedos sobre su vientre firme y poco a poco los serpenteo entre sus piernas. Gruño mientras su humedad recubre mis dedos.
―Estas tan jodidamente mojada.
Ella asiente, dejando escapar un gemido desesperado.
Agarro su pecho perfecto con mi mano libre, pellizcando su pezón mientras muerdo su cuello.
Paula se arquea hacia mí, finalmente dejando caer la mirada del reflejo mientras su cabeza cae hacia atrás sobre mi hombro. Sus movimientos son de entrega completa y felizmente lo acepto. Lo absorbo todo como si este fuera nuestro último momento y el mañana no existiera.
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