Paula
Él me lleva lejos de la gala y el nerviosismo reemplaza mi frustración anterior. ¿Tenemos siquiera permitido venir aquí?
—¿A dónde vamos? —le pregunto en voz alta mientras me escolta hasta un pasillo, con su mano en la parte baja de mi espalda.
—Ya verás. —Es todo lo que dice mientras me mira de reojo.
En ese rápido vistazo, lo veo. Vi sus ojos parpadeando con entusiasmo indecente y el calor se propaga a través de mis órganos. El brillo salvaje en sus ojos no se me pasó de largo y mientras me empuja a través de unas puertas dobles de servicios, lo sigo por detrás. Después de unos pasos estoy repentinamente de pie en la Jardín Arena mirando hacia abajo a la jaula intimidante. Mi pecho se contrae y agarro la barandilla de metal negro por apoyo. No he estado en un estadio en unos meses y estar de vuelta me aterroriza y electrifica.
Pedro se aclara la garganta y llevo mi atención hacia él. Su mano está extendida y sus ojos reflejan claramente las emociones positivas que siente.
—¿Vamos a ir allá abajo? —pregunto, dando un paso.
Él no dice nada, solo asiente. La iluminación débil apenas se filtra fuera de las sillas de plástico y pensar que en dos semanas este lugar va a estar tan brillante como el día y lleno de miles y miles de personas gritando me desconcierta.
Pedro camina con resolución, tirando de mí a lo largo de su espalda mientras me guía a través de las filas de asientos y bajando las escaleras de hormigón.
Cuanto más me acerco a la jaula, más grande luce y mientras más grande luce, más capacidad de comprensión de lo que Pedro hace se instala. Estoy con un luchador...
¿Cómo demonios sucedió esto y qué demonios me pasa?
No me gusta pelear y nunca lo he hecho, así que ¿cómo diablos me enamoré de un luchador?
La alta jaula se cierne sobre mí, distrayéndome de mis pensamientos. Me quedo boquiabierta ante la estructura monstruosa. Nunca he estado tan cerca de una jaula antes, una jaula real, quiero decir. He visto a Pedro entrenando un montón de veces, pero no me intimidaba como éste lo hace.
Pedro se aleja de mí, subiendo los pequeños pasos antes de abrir la puerta de la jaula. Él me sonríe con esos hermosos malditos labios y dice:
—Después de ti.
Hace un gesto para que entrara a la jaula con un golpe suave de la mano.
—¿Yo? —Casi miro por encima de mi hombro—. ¿Tengo permitido entrar ahí?
—Podemos hacer lo que queramos. ¿Quién lo va a saber?
La forma en que lo dice con tal promesa, tiene haciendo mi estómago volteretas y voy hacia adelante. Cuando la punta de mi zapato golpea el paso inferior del ring, me detengo y lo miro a los ojos.
—¿Asustada? —me pregunta.
—¿Debería estarlo?
Sus iris brillan hacia mí y su boca se riza en una sonrisa arrogante.
—Por supuesto.
Mi cuerpo reacciona a lo dijo, no, no debería tener miedo. Es como si me tuviera bajo algún tipo de hechizo. Subo las escaleras y lentamente hacia adelante hasta que estoy de pie firmemente en el piso de vinilo. El suelo no rebota o se hunde por debajo de mi peso. ¿Qué tan fuerte se golpean estos chicos entre sí para hacer que rebote tanto? Hago un círculo completo, disfrutando de la vista desde este lugar.
¿Qué tan increíble sería ver el escenario lleno de gente desde donde estoy parada? Incluso ahora, cuando somos solo Pedro y yo, la adrenalina fluye por mis venas como fuego rápido, haciendo girar mi cabeza. Rodeo el ring lentamente,dejando que mis dedos se deslicen a través de las cuerdas de vinilo. Al otro lado,me quedo sin aliento. No porque este cansada, sino porque me siento abrumada por el tamaño de todo. Descanso contra la jaula, dejando que el frío metal enfríe mi piel ardiente. Arrastro mis ojos por todo el ring antes de establecerme en el rostro de Pedro.
—Veo por qué te gusta estar en este lado del alambre —me digo a mi misma en voz alta, sintiendo una descarga fluir a través de mí mientras él se empuja a sí mismo fuera de la puerta de la jaula—. Es increíble desde aquí.
La puerta se cierra detrás de él con un golpe de luz y veo como engancha un dedo alrededor de su corbata negra, aflojándolo. Trago saliva y sutilmente aprieto mis muslos juntos mientras una vibración familiarizada comienza, la vibración que solo Pedro puede despertar. Solo él puede provocar estos sentimientos con un acto dolorosamente normal. Expulso una respiración pesada lentamente mientras se pasea hacia mí. No hay duda de la forma en que camina, él me quiere y me quiere ahora.
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