domingo, 8 de junio de 2014

CAPITULO 217





Mis dedos se apretaron alrededor del cuello de la copa de vino mientras Matt se aleja antes de perderse con las otras personas. Ni un segundo después,dejo mi copa de vino en una mesa cercana llena de todo tipo de basura decorativa.

Tengo que encontrar a Paula y afortunadamente para mí, es la única usando un vivido color violeta. Camino con las manos metidas en los bolsillos para no agitarme.


Me estoy sintiendo un poco ansioso y no sé si es por las palabras de Matt o porque planeo proponerle matrimonio a Paula esta noche. No sé cuántas veces planeé preguntarle... Perdí la cuenta. 


Después de estar buscándola por media ahora, me rindo y me apoyo contra una mesa amplia al lado de una pareja discutiendo. Me desconecto, desinteresado de sus problemas. Dejo que mis ojos escaneen la habitación, miro la amplia y larga escalera y a lo largo de las paredes, pero todavía no puedo verla.


Cuando estoy por rendirme y empezar a socializar, un gran grupo de hombres en trajes negros salen del camino y mis ojos se sientes atraídos por una tela color violeta como una polilla a la luz. Los dejo vagar subiendo por sus piernas, sobre las curvas de su cuerpo, y sobre un lado de su cara ¿Cómo alguien luce perfecta de todos los ángulos? Por supuesto si solo pudiera manejar algo tan exorbitante. La veo a ella y a los dos hombres con los que habla. 

Me descubre viéndola con su vista periférica y gira ligeramente la cabeza para mirarme. Un rubor nervioso aparece en sus mejillas y parece casi asustada. 

Mierda. ¿Soy así de malo? ¿Soy algo más que un idiota celoso? Las respuestas a esas preguntas, las conozco, pero seguro como el infierno que no voy a admitirlas. 

Camino hacia ella, orgulloso de la forma en la que me mantengo frío, en mi acercamiento, me detengo al lado de Paula, abruptamente engancha su codo alrededor de mi brazo. La yema de sus dedos contra mi brazo en un gesto calmante... ¿No estoy haciendo suficientemente bien el trabajo de mantenerme calmado? 

—Este es mi novio Pedro —dice, presentándome con ellos.

Novio. Novio no es suficiente para mí. Parece infantil, de secundaria. Quiero que se refieran a mí como su prometido, mejor aún, quiero ser llamado su esposo, así los otros sabrán que me ha dado todo a mí y no hay chance en el infierno para que ellos se acerquen.


Me miran con atención y uno, el que está usando un traje color canela y tiene cabello rubio y ojos azules para combinar, parece intimidado, pero el otro, el que tiene rasgos afilados y la cabeza rapada, parece casi territorial. 


Me mira de arriba a abajo como si pudiera vencerme, sin sudar. No pelearía con ninguno de los dos.


Ambos parecían apenas de veintiuno.


—¿Por cuánto tiempo han estado saliendo?


Su grueso acento tejano viene fuerte y claro... e irrita la mierda fuera de mí.

—¿Qué te importa eso? —demando, cada vez más cerca.


Paula súbitamente codea mis costillas, pero apenas lo siento. 

—Un par de meses —le dice.


—Eso no es mucho tiempo —afirma, sus ojos quemando sugestivamente hacia ella.


—Tienes razón, no es mucho tiempo. Indudablemente más corto de lo que pasaras en el hospital si sigues con tu mierda poco sutil.


No sé por qué me irrita tanto. Puede ser la forma en la que está su cabello o la forma en la que sus labios se tuercen cuando habla, o quizás (solo para añadir locura), es la forma en la que le está hablando a mi chica en frente de mí. Su amigo rubio, el más inteligente, le murmura a su amigo que se calme, pero lo ignora. El idiota.


—¿Crees que puedes ponerme en el hospital?


Sonrió porque sé que puedo ponerlo en el hospital.


—Jesucristo —le dice Pau, tirando de mí brazo—. No lo desafíes.

 
No me muevo, a pesar de que debería. Solo no he terminado aquí. Puedo ver en su cara cuanto quiere a Paula, cuan desesperadamente quiere impresionarla y yo quiero eso afuera de él. Sin quitar mis ojos, agarro la cintura de Paula y la empujo contra mí.


—¿Quieres pelear contra mí por mi chica? —pregunto, entrecerrando mis ojos hacia él. No dice nada, solo me mira mientras yo continuo—. Veras, a Paula le gustan los hombres, no los chicos. —Envuelvo mi mano alrededor se su cadera,sintiendo las sutiles curvas de su cuerpo—. Tus manos son pequeñas e inexpertas.Siento lastima por cada chica que alguna vez ha estado contigo y extrañamente te ha dado la confianza de siquiera parpadear hacia una mujer como esta. Mismanos, sin embargo… —Siento mis labios curvarse diabólicamente. Sé que no debería decir esto—. Son experimentadas. Ellas la han hecho venirse más veces que las que cuestionan tu orientación sexual, la cual, a juzgar por tu vestimenta, asumo que son muchas. Vete y regresa cuando sepas tratar a Paula como una mujer verdadera.


—O mejor aún —gruñe Paula, alejándose de mí—. No regreses.


Se aleja y no la sigo de inmediato. Quiero, pero quiero ver a estos idiotas irse primero. Con la mirada más sucia que jamás recibí en mi vida, los dos imbéciles se giran y desaparecen. 

Bien.



—Como siempre, haces amigos donde quiera que vayas —exhala Damian detrás de mí. 


Se está volviendo bastante bueno en mirarme desde el fondo sin mi conocimiento y le doy una sonrisa satisfecha sobre mi hombro. 


—Mejor voy y la alcanzo antes de que se vaya. 


Mi sonrisa cae. Mierda. Ahora tengo que encontrar a Paula y disculparme por ser un idiota. Es como un círculo vicioso, pero no puedo evitarlo, ¿cuántas veces usare esa excusa? Sin embargo, es verdad. Veo a alguien que la quiere y siento la necesidad de aplastar su alma. La idea de una imagen mental de Paula en sus cerebros me enoja. No puedo explicarlo... y sé que es loco, y puramente egoísta que actúe de ese modo, pero nunca me sentí del modo que me hace sentir.


Nunca tuve el estómago revuelto, el pecho flotando de amor antes y ahora que la tengo, no puedo dejarla ir. No lo haré. 

La veo empujando su camino a través de la multitud de gente y voy detrás, atrapándola en poco tiempo. Extiendo la mano hacia ella, agarrando su pequeña y frágil muñeca forzándola a detenerse y darse vuelta. Sus mejillas tienen un color rosa, si es con vergüenza o enojo no tengo idea. 

—Te dije que dejaras de usarme contra la gente después de lo que hiciste con Carlos —susurra duramente, evitando la atención. 


—Lo sé. 

—¿Entonces por qué lo hiciste? 

No creo que ella o alguien más alguna vez entiendan que no tengo razones para nada de lo que hago. Lo hago. Eso es todo. 


—Porque el tipo era un imbécil. 

Pedro...

 
—Déjame mostrarte algo. 

Frunce el ceño.  

—¿Qué? ¿Ahora? 


Asiento mientras que la excitación comienza una pileta dentro de mí. 


Aprieto los dientes contra una sonrisa que está en mis labios. Ahora es el momento perfecto para dar rienda suelta a lo que quiero hacerle. 


—¿Esto va a compensar lo que acabas de hacer? 


—Lo prometo.


Estudia mi cara por unos pocos segundos y me pregunto si puede leer mis pensamientos. La estoy llevando al Jardín Arena donde pelearé con Junior Moset y la voy a dejar en la jaula... y luego voy a pedirle que sea mi esposa

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