Pedro
DE: PAULA. HORA: 8:00 a.m.
Hecho. En mi camino a casa para ayudar a mamá. Te llamaré más tarde.
Te quiero. xx
—Maldito Carlos —gruño, deslizando mi teléfono en el bolsillo trasero de mis vaqueros.
Me apoyo en mi coche y mantengo mis ojos fijos en el hormigón oscurecido a mis pies cuando Luciano pasa a mi lado.
—¿Qué pasa? —pregunta, apoyado en el coche a mi lado.
—Carlos—le dijo, negándome a mirarlo a los ojos.
Aunque Paula nunca ha dicho que Carlos le ha molestado en su mensaje de texto, sé que lo hizo.
Carlos tenía la costumbre de atraer problemas. Jackson se pone rígido a mi lado.
—¿Qué hizo?
—No lo sé. —Me estremezco. Jesús-maldito-Cristo. Sueno como un idiota. Me pongo las llaves en mi bolsillo y me empujo fuera del coche. Debería ir a verla,mierda, voy a ir a verlo a él.
Luciano me agarra el brazo, su agarre es duro y fuerte.
—No seas un idiota. —Se ríe disimuladamente, leyendo mi mente—. Ni siquiera sabes si ha hecho algo.
—No tengo que, Carlos es un idiota.
Luciano me libera y sus ojos disminuyen cucando él se ríe.
—Mírate todo herido y protector. Nunca pensé que vería el día.
Pongo los ojos en blanco mientras cruza las piernas y chasquea sus cejas sugestivamente en mí.
—Parece que no miras más para alquilar, mi amigo, pero miras para comprar.
Cruzo los brazos sobre el pecho, olvidando que quiero entrar en mi coche y conducir a Carlos.
—¿Y qué si lo estoy?
No le he dicho a Luciano sobre mis planes pedir a Paula casarse conmigo... o que ya le he comprado un anillo. Se lo diré al final, cuando sepa cuándo voy a preguntarle. No puedo correr el riesgo de él contándole a Vanesa, ella no puede mantener la boca cerrada, incluso si le pagaras.
Luciano dirige sus palmas en mí.
—Sin faltar el respeto, hombre. Nunca pensé que vería el día.
—Sí, bueno, las cosas cambian.
—Por lo que parece.
No me molesto señalando que él y Vanesa también parecen estar volviéndose muy serio. Mi suposición es que él no le ha mostrado como es él realmente o ella es tan retorcida como lo es él. No culpo a Luciano por ser como es. Después de los años de la niñez y adolescencia que ha tenido, me sorprende que haya estado con Vanesa durante tanto tiempo. Su primera relación real era malditamente poco saludable. Pobre chico solo tenía dieciséis años y la mujer veintitrés. Ella estaba en alguna mierda oscura sexualmente y él se lo comió todo, pensando que era como funcionaban las cosas. Si le dijo a Vanesa toda la mierda que ha pasado, no puedo ver la relación que dure más de tres meses. He luchado contra la tentación de preguntarle si le ha mostrado a Vanesa cualquiera de sus... juguetes, pero entrometerse en la vida sexual de Luciano es algo que prefiero evitar.
—Déjalo ir, hermano —dice Luciano, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos. Toma mi reflexión de su pasado sobre los pensamientos de Paula y de Carlos—. Llámala, hazla sentirse mejor y olvida el resto.
Frunzo el ceño. ¿Estoy realmente recibiendo consejos de relación de Luciano? ¿El mismo tipo que ha tenido tantas relaciones serias como yo? ¿Cómo diablos paso eso?
Supongo que no es demasiado traído por los pelos. Me ha estado entrenando en las mujeres desde el instituto y ahora que lo pienso… quizás eso es una mala idea teniendo en cuenta sus relaciones de todo consistirá en una sola noche y abuso consensual, sexual.
La idea de atar Paula y dárselo me éxito, pero nunca lo haría con la mitad de mierda que usa Luciano.
—Llámala y luego vístete. El entrenamiento comienza en diez.
Me da una palmada en la espalda, da un paseo lejos de mí y recupero mi teléfono de mi bolsillo, marco el número de Paula inmediatamente.
Suena durante un tiempo antes de que ella responda.
—Hey.
Su voz es feliz y alta, pero oigo el modo que esto cae sobre la última sílaba.
—Hey tú también. —Me aclaro la garganta, tratando de encontrar la pregunta correcta sin que parezca que estoy pidiendo información de ella—¿Cómo te fue? —Pillado.
Ella suspira, haciendo una pausa durante unos segundos.
—Empezó bien... pero conoces a Carlos y como se siente acerca de ti.
El pensamiento me hace sonreír.
—Lo hago. ¿Estás bien?
—Sorprendentemente, sí. —Ella se ríe nerviosamente—. Hacia adelante y hacia arriba, ¿no?
—Así es. —Meto mi mano libre en el bolsillo delantero de mis jeans.
—Acabo de llegar a casa y mamá está vestida y lista para el jardín, así que tengo que ir, ¿pero voy a verte más tarde? ¿Vamos a ir a almorzar?
Sonrío, feliz de que ella no me va a mandar a pasear a causa de Carlos.
—Por supuesto.
—Bueno, hasta luego.
Ella cuelga, dejándome sonriendo a mi propio reflejo en las ventanas del gimnasio. No puedo esperar para el almuerzo. No puedo esperar a ver su piel lechosa y regordeta, labios rosados. Verla es lo que espero más de mi día. La mayoría de las personas esperan a sus programas de televisión favoritos o de sus comidas favoritas, no yo. Espero con interés a la misma hora todas las mañanas cuando me paso a través de las puertas del gimnasio y sé que la veré. Espero poder ver a su hermoso rostro y amplia sonrisa cuando me ve, explorando el espacio por ella. La amo, y es la sensación más dulce del mundo. Deslizo mi teléfono en mi bolsillo, abro la puerta de nuevo a mi coche, y saco mi bolsa de deporte. El entrenamiento va a prolongarse porque estoy desesperado por la hora del almuerzo para rodar alrededor. Quiero verla... Tengo que verla.
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