Me siento junto a la tumba fresca de mi padre, silenciosas lágrimas rodando por mis mejillas. El sol se pone sobre el puerto y el color rojo-naranja abriga el matiz completo en una luz rosa. He estado sentada aquí durante horas, temiendo al pensamiento de volver a casa. Agustin se fue esta mañana para regresar a Pakistán. Se comprometió a conseguir más tiempo por Skype, lo que hizo su salida más llevadera y mi mamá no va a estar en casa tampoco.
Ella decidió pasar un poco de tiempo a solas en una escondida cabaña por dos noches. Al parecer, ella y papá se quedaban allí todo el tiempo. No sé cómo voy a soportar estar en la casa sola. No he estado realmente sola con mis pensamientos todavía. Siempre había alguien flotando alrededor del lugar, pero por los próximos dos días estoy por mi cuenta.
Me levanto y me doy la vuelta de la tumba de papá. Quiero evitar estar en el cementerio sola en la noche, así que camino el kilómetro hacia mi auto y me alejo manejando.
Cuando llego a casa, no hay autos en el camino de
entrada y entro, estacionando, justo en frente del garaje.
Aspiro profundamente, preparándome mentalmente y salgo del auto. Me acerco a la pequeña puerta blanca y mis dedos se detienen en el pestillo. No puedo quedarme aquí sola. No esta noche. La puerta chilla cuando la dejo ir y me giro de vuelta a mi automóvil. Me quedaré en mi apartamento.
―No vas a dejarme aquí solo, ¿verdad?
La voz de Pedro me sobresalta, y me giro rápidamente hacia la casa. Un movimiento por el árbol me llama la atención, y ahí está, apoyado en el árbol de roble en el patio delantero.
Su cabello está en un salvaje desorden más de lo normal, dándole un atractivo sexual devastador mientras se asoma más o menos sobre su frente. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho y las mangas cortas de su camisa negra aferrándose firmemente a él, acentuando los fuertes, musculosos, antebrazos desnudos. Se ve positivamente delicioso y los pezones se endurecen contra mi sujetador de encaje cuando mi mirada se posa sobre su boca. Sus labios carnosos se curvaron en una pequeña sonrisa arrogante, como si supiera lo que estoy deseando. Miro sobre mis hombros. No puedo ver su auto en cualquier lugar.
―¿Cómo?
―Me estacione a la vuelta de la esquina.
Olvidando el pestillo, salto la puerta y corro hacia él. Él abre sus brazos y encajo perfectamente, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura y estampo mis labios contra los suyos.Pedro me aprieta contra él con una presión devastadora, pero no me atrevo a quejarme. No quiero que me suelte, nunca. Alejo mis labios, jadeando sin aliento.
―No tenía idea de que ibas a estar de vuelta hoy.
―Fue doloroso evitar deliberadamente tus llamadas, pero quería darte una sorpresa.
Me río. ―Misión cumplida. Estoy feliz, realmente feliz. Si alguien puede llevarse la angustia y las dudas, ese es Pedro. Siempre es Pedro. Me deslizo de él y tiro de su mano. Me sigue al porche y saco la llave del bolsillo trasero de mis vaqueros. Abro la puerta y lo llevo al interior.
Enciendo las luces del cuarto de estar y cierro la puerta detrás de él. ―¿Tu mamá está…?
―Ella no está en casa.―Corté ansiosamente. Tiro de él hasta el pasillo y lo llevo a mi antigua habitación. Enciendo la luz y Pedro casi se encoge. ―Es tan rosa. ―Lo sé. No sé en qué demonios estaba pensando. Pedro agarra mis caderas en un firme e inquebrantable agarre, capturándome con la guardia baja. Una emoción se dispara por mi espalda con su toque. Un segundo más tarde, me está empujando hacia atrás sobre la cama. Aterrizo en mis codos,deslizándome hacia arriba mientras se sube encima de mí. Su cuerpo pega el mío firmemente contra la cama.
Gimo cuando sus labios llenos chocan con los míos y su lengua sale rápidamente deslizándose contra mi labio inferior. Sus dedos se mueven constantemente por debajo de mi camisa, rozando la delicada piel de los costados.
Extrañamente, su dedo se desliza sobre un punto específico en mis costillas y me encojo. Apartándome de su boca me reí y él sonríe hacia mí.
―¿Cosquillas?
―Por supuesto que no. Acaricia el lugar con su dedo de nuevo y me retuerzo, mordiéndome el labio. Me las arreglo para detener el flujo de risa lo suficiente como para que él se rinda y plante un beso en la nariz.
―Te extrañé como loco, ¿sabes?
Me burlo, juguetonamente.
―Sí, claro, vi todas esas muchachas bonitas promotoras. Apuesto a que tuviste el momento de tu vida.
Él apoya la barbilla en mi pecho y me mira a través de esas espesas pestañas oscuras.
―Fue un infierno, en realidad. ¿Quieres saber cuántas chicas se presentaron en mi habitación prácticamente desnuda? ―Niego. Algunas personas no tienen vergüenza y me da rabia―. ¿Te importaría si te dijera que le di a cada una de ellas la espalda? ―Miro sus ojos y los remolinos de oro en sus iris destellan―. Fui un chico muy bueno, no me tente por nada durante un segundo.
Está sonriendo ampliamente, como si estuviera muy orgulloso de sí mismo. Estoy orgullosa de él. Ha recorrido un largo camino desde la persona que solía ser.
―Bueno, hubo una falta de hombres desnudos arrojándose hacia mí en tu ausencia, por desgracia, así que no tengo nada para ayudarte a aumentar tu confianza, no es que necesites a nadie para aumentar ese ya increíblemente alto ego tuyo.
Soltó la carcajada que tanto amo y eso me obliga a unirme a él.
―Eres muy hilarante. Debo de estar estrujándome sobre ti.
La palabra “estrujar” enciende algo en lo profundo de mi estómago y ahueco su cara entre mis manos, arrastrando su boca hacia la mía.
―Hablando de estrujar… ―Me reí entre dientes contra sus labios.
―Estoy un paso por delante de ti. ―responde él,deshaciendo el botón de mis pantalones vaqueros con facilidad. Mis caderas se flexionan contra él mientras su dedo se desliza debajo de mis pantalones y la tela de mi ropa interior. Me río una vez más antes de que su lengua se deslice en mi boca y me disuelvo en él. Sus dientes atrapan mi labio inferior, rudamente y yo jadeo.
―Te amo, nena. ―Susurra.
Le sonrío.
―También te amo.
me encanta la nove,seguí subiendo!!!
ResponderEliminarHermosos capítulos! q lindo q él le de la fuerza q necesita en estos momentos!
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