El camarero trae nuestros desayunos y nos mira de manera extraña porque son las 12.30 de la tarde. Vanesa y Luciano ordenaron un plato de huevos Benedict cada uno y yo pedí muesli, yogur y un combinado de arándanos. El desayuno siempre me ha parecido ser algo afrutado. El enorme plato de bistec, ensalada y huevos duros de Pedro está puesto sobre la mesa y yo alzo mi nariz hacia éste. Cómo alguien puede comer carne antes de la 1 p.m. es incomprensible para mí.
―Tu piel se ve increíble, Paula. Estás deslumbrante. ¿Estás usando esas cremas que te di?
Rápidamente reúno arándanos y muesli dentro de mi boca para ganar algo de tiempo. No le he contado a Vanesa que Pedro y yo hemos tenido relaciones. Un poco de jugo de arándanos cae en mi jersey de color caramelo.
¡Maldita sea! Observo a Pedro quién me mira debajo de sus cejas, sonriendo con esa maldita sonrisa, por supuesto que se atribuiría gustosamente el mérito por mi rubor. Contengo mi propia risa nerviosa y trago mi comida.
―No, no estoy utilizando aquellas cremas. Me siento bien.
Sus ojos verdes se mueven rápidamente entre Pedro y yo y luego se ensanchan. ¡Mierda! Ha sumado dos y dos y va a patear mi trasero.
Incluso Pedro no está intentando ocultarlo. Él se sienta delante de mí con la camisa qué me quito y ésta está arrugada aunque no le importa en lo más mínimo. Puedo sentir el calor subiendo por mis mejillas y bajo mi mirada a mi desayuno. Realmente no quiero hablar sobre mi vida sexual durante el desayuno, o almuerzo, técnicamente.
―Hey, Paula. ―La voz de Ramiro hace que me gire en mi silla.
Oh, cielos.
Protejo mis ojos del sol.
―¿Ramiro?
Me pongo nerviosa cuando mi mirada cae en su pecho y veo que llevamos puesto el mismo color de jersey. ¿Qué importa?
―¿Puedo hablar contigo un momento? ―pregunta,echando un vistazo a mi jersey y sonriendo con satisfacción.
―Estamos desayunando ―protesta Vanesa mientras tira de mi muñeca.
―Puedo ver eso ―contesta impávido―. Solo serán unos segundos, lo prometo
Miro hacia atrás a la mesa. Los ojos de Pedro se estrechan en Ramiro, Vanesa está lanzándome una mirada asesina y Luciano está comiendo felizmente su comida, ignorando todo lo que ocurre a su alrededor. Echo mi silla hacia atrás y el brazo de Ramiro se envuelve alrededor de mí cuando me aleja de la mesa.
Cuando está seguro que estamos fuera de alcance de cualquier oyente,habla.
―Hablé con tu padre. ¿De verdad, vas a ir a Concord?
Asiento.
―Sí, nos marcharemos hoy.
―Paupy, no creo…
―Por favor dime que no me localizaste para pedirme que no me vaya del pueblo con Pedro. Solo son dos noches.
Elevo sus palmas hacia mí en rendición.
―No te localicé, te encontré por casualidad. Lo juro. De todas maneras,esto no es por lo que quiero hablar contigo.
Cruzo mis brazos encima de mi pecho.
―¿Entonces, qué quieres?
No hay comentarios:
Publicar un comentario