domingo, 6 de abril de 2014

CAPITULO 11



Alejarme de él es difícil, pero me las arreglo muy bien. Me aseguro de mantener mi mirada baja mientras me subo al auto y tiro la bolsa de Vanesa en su regazo. Ella me mira cuando salgo en reversa del estacionamiento hacia la carretera. Pretendo no notar su mirada fija en mí, pero lo hago y me está volviendo loca. 

―¿Hola? La miro brevemente.

―¿Qué? 
―Um, un bombón te persigue desde el restaurante y no me dices nada. 
Me encojo de hombros. 
―No hay nada que decir. Él tenía tu bolso y yo lo recuperé. Él me siguió hasta el estacionamiento para disculparse por la actitud de su amigo.
Ella aprieta su mano sobre su pecho. 
―Qué amor. ¿Te estás viendo con él?

Me burlo y tal vez empujo un poco demasiado fuerte el acelerador. 
―¿Qué? No, nos conocimos brevemente en el gimnasio esta mañana y…
―¡Cállate! ―chilla―. ¿Él es lo que te hizo olvidar responderme el mensaje de texto? ¿Lo hicieron, tú sabes? 

―¿Tú sabes? ¿Qué edad tenemos, doce? Ella estalla en un ataque de risa y siento mis mejillas ardiendo. 
―No, no lo hice. No soy tú.

Vanesa no tiene el libro de registro de relaciones sexuales más corto o más limpio y ella lo sabe. Vanesa levanta las manos, en señal de derrota.

―Está bien, está bien, pero si lo haces, será mejor que me lo cuentes.Pongo los ojos en blanco.
 
―Lo que sea.

Después del restaurante Vanesa y yo nos quedamos en mi casa por el resto del día. No hicimos mucho. Me ayudó a limpiar y preparar la cena y luego nos fuimos a la tienda a comprar bocadillos para nuestra noche de películas. 

Cuando regresamos a casa, extrañamente no podía dejar de pensar en Ramiro. Desplazo su nombre en mi lista de contactos y lo miro fijamente.

―Tal vez debería llamarlo… ―le digo a Vanesa mientras pone el pollo en la parrilla portátil.

―¿Llamar a quién?

―A Ramiro.

Deja de hacer lo que está haciendo y me enfrenta. Sin previo aviso, su mano golpea firmemente mi mejilla, lanzando mi cabeza hacia un lado. Mi piel quema y la ira hormiguea a través de mi carne.
―¿Qué demonios, Vanesa?

Saca el teléfono de mis manos y lo arroja al salón. Rebota en un mullido almohadón azul y luego cae en mi alfombra peluda color turquesa. 
―No puedes llamarlo. Usará cualquier mierda astuta que pueda para hacer su camino de regreso a tu vida. Te engañó, un millón de veces. Te mereces a alguien mejor que él. 
―Lo sé, pero debería llamarlo y ver si está bien.
Negaba mientras se ataba los rizos en un moño en la parte superior de su cabeza. 
―Él está bien. No te convenzas de que está sentado en casa mirando el teléfono esperando a que llames, porque no lo está. Va a estar fuera en algún lugar ligando chicas y bebiendo hasta desmayarse. Al diablo con ese ruido.
Me aparto de ella para verter la salsa César a la mezcla de ensalada. Sé que no soy la que hizo algo malo, pero, ¿se supone que deje que seis años se vayan por el desagüe como si no significaran nada? ¿Es así como funciona?
Seis años de tu vida es mucho tiempo para darle a alguien. Al menos debería aclarar las cosas entre nosotros, así me sentiré mucho mejor sobre perder tanto tiempo. 
Vanesa termina de mezclar el pollo con la ensalada y deja que se enfríe.
―Tengo que hacer pis ―anuncia, dejando la cocina en busca del baño.
Tan pronto como escucho cerrarse la puerta del baño corro hacia mi teléfono y salgo. Llamo al número de Ramiro y por primera vez en la historia,responde inmediatamente.
―¿Estás follando con un tipo llamado Pedro Alfonso? ―No hay calidez en su voz y eso me sobresalta. 
―Hola a ti también… 
―Respóndeme.

―¿Quién te dijo eso? ¿Y cómo es que sabes quién es? Es nuevo en la ciudad.

―Un amigo te vio con él en el restaurante de carnes y todos los que siguen la MMA de aficionados saben quién es. No quiero que lo veas.

La demanda en su voz me molesta al instante. ¿Cómo se atreve a decirme qué hacer?

―Puedo ver a quien quiera. No estamos más juntos, ¿recuerdas? Rompí contigo.

No niego si estoy o no estoy viendo a Pedro. Ramiro piensa que soy aburrida y sencilla, así que quiero que vea que otros hombres, hombres sexy,me desean. Quiero que vea que lo arruinó.

―Paupy ―Ramiro respira en el teléfono―. Este tipo golpea personas para ganarse la vida. No quiero que estés cerca de él. ―Su tono tiene un borde más suave y casi me llega hasta que oigo una chica en el fondo diciéndole que vuelva a la ducha. No voy a mentir, eso dolió. ¿Por qué siquiera lo llamé en primer lugar? Me gusta el aire entre nosotros así como está, sucio, como él .  
―Voy a continuar viendo a Pedro si quiero. ―Estoy segura de que puede oír el temblor en mi voz, pero estoy agradecida de que no pueda ver mis manos temblorosas―. ¡No te pertenezco, a nadie! ―Cuelgo cuando la puerta del cuarto de baño se abre. 
Vanesa entrecierra sus ojos verdes hacia mí, cruzando los brazos sobre su pecho. 
―Por favor, dime que no acabas de llamar a Ramiro.
Empujo más allá de ella.

―Sí, y te alegrarás de saber que todavía está todo terminado entre nosotros. 
Lanzo mi teléfono en el sofá y me dejo caer en una silla en la mesa de la cocina. El aspecto del pollo grillado en la ensalada me hace la boca agua. A pesar de lo cabreada que estoy, una chica tiene que comer. 

Mi estómago gruñe y estoy más allá del punto de tener hambre. Me siento un poco mareada, pero todo huele tan bien. Ataco mi ensalada comiendo grandes bocados de pollo y lechuga, tragando con gratitud. 
―Entonces ―comienza Vanesa, recogiendo en su ensalada―. ¿Vas a decirme lo que pasó con Ramiro?
―Como que le dije que tenía un nuevo novio ―digo con la boca llena de comida. 
Sus ojos se abren.


―¿Qué dijo?

―Que no quiere que lo vea.

―¿Qué lo veas?

―Le dije que estoy saliendo con Pedro.

―¿Quién es Pedro? 
¿Qué? Estoy a punto de tirarle mi tenedor. 
―El tipo del restaurante de carnes.

Coloca una cuidada mano sobre su boca y se ríe a través de sus delgados dedos. 
―Jesús, Pau. ¿Por qué hiciste eso? 
Casi me hizo gracia.

―Porque Ramiro parece pensar que soy simple y nadie más me querría.Quiero que vea que soy deseable para los hombres, sobre todo para alguien como Pedro que, seamos sinceras, tiene una cara y un cuerpo esculpidos por
Dios mismo. Él puede tener cualquier chica que quiera. 
―No todas las chicas ―dice Vanesa, tratando de hacer una declaración.

Inclino mi cabeza y estrecho mis ojos hacia ella, desafiándola. Incluso Vanesa sabe que cualquier chico guapo que hace batir una pestaña hacia ella y ella irá con él, ni siquiera tiene que ser guapo la mitad del tiempo.
Mastica un pedazo de lechuga, riendo.

―Mentí totalmente. Le dejaría tomarme. Maldición, si hubiera sido él el que pedía una mamada en el baño, lo hubiera hecho y le hubiera pagado.

Escupo ensalada por toda la mesa, sin poder contener la risa. Vanesa se ríe también y pronto, la conversación entre Ramiro y yo sale de mi mente.

Todo lo que quiero hacer es pasar el rato con mi mejor amiga.

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