Vanesa responde a su puerta rápidamente y hace un puchero cuando ve mi cara.
―Oh, solo eres tú. ¿Cómo se lo tomó?
No hace ningún movimiento para abrir la puerta y dejarme entrar en la habitación. Eso está bien por mí, no es como si realmente quisiera entrar allí, de todas formas. Vanesa arranca una fresa molida del contenedor que está sujetando y lo mete en su boca. Está en el borde enfadada, también.
Estoy asumiendo que las cosas no van demasiado bien con Luciano después de todo el incidente de Aria.
―No se lo dije ―admití en una exhalación.
―Oh, incómodo. Espero que no estés aquí para declarar tu amor por mí.―Sonríe con suficiencia―. Solo fue un beso.
Estrecho mis ojos hacia ella. Es demasiado pronto para las bromas “sobrenos besamos” pero golpea un incómodo silencio, creo.
―Primero, si alguien está enamorado de alguien, eres tú. Yo soy un muybuen besador. ―Gira sus ojos―. Y segundo, lo siento, pero prefiero a las morenas. ¿Dónde está Luciano? ―No dejo ningún pequeño espacio más para charlas. Solo quiero saber dónde está Luciano para poder decirle que Dom es mi última pelea.
Se encoge de hombros, explotando otra fresa en su boca.
―Bueno, me gritó un poco y no quería discutir lo que ocurrió, así que se fue a un sitio llamado Lucky’s.
Me giro y me dirijo al ascensor. Este me llevará directo al piso inferior.
Debería haber sabido que Luciano desaparecería en Lucky’s. Ahora que él y Vanesa están en un camino rocoso, allí es donde pasa todo su tiempo fuera del entrenamiento.
Es clásico para las tonterías del Luciano torturado.
Encuentro extraño que vaya allí. Sé de hecho que Lucky’s no tiene peleas de día. Sus peleas comienzan después de las once de la noche, así que Luciano o está allí para comenzar una pelea o bebiendo hasta que no quede nada.
―¿Pedro? ¿Adónde vas? ―llama detrás de mí―. ¿Es Luciano?
La ignoro, pero solo porque sé que si se lo digo, insistirá en venir conmigo, y si estoy siendo honesto, preferiría no pasar ningún tiempo más con Vanesa.
Cuando reflexione sobre este día en un futuro, cuando le cuente a Paula esto, no quiero que el nombre de Vanesa salga más veces de las que debería. No quiero que Paula crea por un segundo que Vanesa significa algo para mí.
Vanesa es la amiga de Paula, y la mayoría del tiempo me disgusta. Me ayudó hoy y eso es todo. No quiero nada más que ver con ella.
* * *
Bar Lucky’s. No he estado aquí en años. Descanso mi brazo contra el marco de la ventana y sondeo la cutre taberna. Se ve igual. Tiene el mismo viejo fracaso, la piedra exterior y los canelones verdes. Tiene la misma vieja imagen en las ventanas y bajos marcos de las puertas, y definitivamente falta el prestigio con estilo que tiene el resto de Las Vegas, pero no hay muchos bares en esta parte de la ciudad. La única diferencia entre ahora y entonces es la espesa manta de tierra que lo rodea. En la superficie, parece como si entraras a un bar clásico, pero por debajo de las tablas del suelo, hay un nuevo mundo completo. Las superficies estaban más limpias, las mujeres más calientes, y el alcohol más caro. En medio de la nueva envejecida calcomanía y accesorios, situado en el centro de la habitación, estaba una jaula alta y de acero. La jaula no era como el resto de la sala pulida y limpia. Estaba raída y salpicada con sangre. Solía adorarlo. Este lugar me infundía la pasión de la lucha. Aquí es dónde mi amor por Las Vegas comenzó... de vuelta entonces, aunque, solo veía esta alegría por la noche. En medio del día, todo eso no atraía, bueno, me atraía.
―Aquí voy ―respiro, saliendo del coche. El aire caliente de Las Vegas llena mis pulmones e intento no respirar demasiado. En este lado de la ciudad, hay demasiado aire lleno de pis que puedes ingerir antes de vomitar en la acera.
Cuando me acerco a los escalones del establecimiento, oigo gritos que vienen desde el callejón adjunto al bar y no necesito mirar para saber quién es.
Hay solo un hombre enfadado caminando alrededor de Las Vegas en este momento, el resto aún está durmiendo.
Rompo en una rápida carrera y bastante seguro, veo a Luciano, borracho y sin camisa, intentando enfrentarse a dos guardias de seguridad de Lucky’s.
―Luciano, estás borracho. Ve a casa ―ordena el más alto, dándole la espalda.
―¡Luchen conmigo, cobardes! ―demanda él, escupiendo en la grava gris a su lado.
El segundo guardia apenas se encoge. Se ha relajado, sin ser amenazado lo más mínimo por el espectáculo de agresión de Luciano. En lugar de actuar sobre la demanda del borracho de Luciano, el guardia le lanza su camisa.
―Vuelve cuando estés sobrio, hombre.
Desaparecen de vuelta en el interior, dejando a Luciano fuera por sí mismo.
Gruñe ferozmente antes de inclinar su mano hacia atrás, girando y dejándola volar en la pared de hormigón.
―¡Mierda! ―Sacude la mano y flexiona los dedos―. ¡Joder! ¡Jódete!
La sangre fluye desde sus nudillos, goteando en las piedras sin color.
Camino hacia delante y mis zapatos arañan la grava.
Acunando su mano en su pecho y manchándola con sangre, gira de golpe su cabeza en mi dirección.
―¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Bueno... creo que alguien no está de humor para verme. Su agresivo tono no me afecta. Lo dejo girar justo por mis cuadrados hombros.
―He venido para hablar. ―Meto mis manos en los bolsillos de mis vaqueros.
Luciano bufa y sin notarlo comienza a pasear.
―Eres un condenado afortunado. No estoy de humor para hablar.
―Nunca lo estás.
El silencio cae cuando él abraza su mano en su camiseta negra.
―¿Déjame adivinar, estás aquí porque Paula no te perdona y quieres que lo mejore?
Aprieto mi mandíbula y luego la relajo.
―No necesito que hagas nada. Puedo manejar a Paula. Estoy aquí porque...
―Porque Vanesa está molesta porque le grité y te llamó para salvar el día.
―No, estoy aquí...
―Porque tú...
―¿Te callarás y me dejarás terminar? ―digo bruscamente.
―¡No, cállate tú! ―Sacude su cabeza, dando un hostil paso hacia delante―. He terminado de oír tu charla. ¡He terminado de ser tu segundo!
Se marcha hacia delante hasta que está justo en mi cara.
Quiero golpearle.
Quiero darle un puñetazo de verdad en los ojos y patear su cerebro. Huele a whisky y cigarrillos, no en su aliento, sino en su piel.
―¿Por qué vendrías a buscarme? ¿Para hablar hoy? ¿Para hablar sobre lo que hiciste?
Frunzo el ceño.
―¿Qué hice? ―Tengo que pensar fuerte, entonces me golpea. Ohh, está hablando sobre Vanesa―. Eso no significó nada, Luciano. Fue todo parte de un plan... una actuación.
―¿Y la segunda vez? ¿Cuándo la agarraste como si fuera tuya?
Pongo mis manos en mis caderas, dándome cuenta de qué va todo este acto infantil. A él no le gusta la manera en la que pongo mis manos en “su” mujer. En mi defensa, ella no es suya.
―Creo que estás exagerando esto.
Minuciosamente, él sacude su cabeza.
―¿Exagerando esto? Eso es extremadamente gracioso, viniendo de ti, idiota.Justo la otra mañana me haces cambiar los asientos cuando Paula descansó sus piernas sobre mí.
―¿Y? Al menos todos saben que es mía. Al menos dejo claro que me pertenece. Tú no puedes reclamar algo que realmente no quieres en el minuto que alguien más lo toca. ¿Qué tienes, siete años?
Retrocede, su cara tensa en un frunce violento.
―¿Sabes lo que quiero? Quiero golpearte.
Sonrío. Esa es la diferencia entre Luciano y yo. Amenaza, yo sigo. Si hubiera sido quien besara a Paula, lo habría destruido en el Aria.
―Hazlo, si eso hace que te sientas mejor, pero no tengas la esperanza de poder aventajarme.
En una pesada exhalación, Luciano pasa su camisa sobre su cara, reuniendo el sudor del borracho.
―¿Por qué me encontraste? ―Su tono es tranquilo y regular. Saboreo el momento porque al segundo hablarle de Paula, perderá la cabeza―. Tengo la sensación de que esto no va a salir bien.
Me encojo de hombros.
―Sabes que te dejo manejar tu propia mierda. Es demasiado complicado para mí.
Se burla, dando otro paso atrás, pero nunca bajando sus flojos e intensos ojos de los míos.
―Paula está embarazada. ―Como esperaba, el aire se vuelve tenso otra vez―. Voy a ser padre, Luciano.
El brillo del sol ilumina su piel, haciéndola parecer extra pálida, incluso verde entre sus miles de tatuajes.
―¿Ese es el por qué estás aquí? ¿Para dejar tus “buenas” noticias mientras estoy ahogado en mis propios malditos problemas?
Condenado infierno. Levanto mi mano y pellizco el puente de mi nariz. No hay razonamiento con un Luciano borracho. Sin importar lo que le diga, lo lanzará hacia mí, arrastrándome en su mierda y haciendo que todo sea culpa mía.
―¿Por qué mi felicidad te enoja tanto? ―pregunto. A la mierda eso de no ir al grano.
―¿Por qué? ―repite él, gritando―. Vamos, Pedro, tú mismo lo dijiste. Tienes todo lo que quería y reclamas que nunca quisiste. Quería la carrera de luchador, la buena esposa, la casa grande... una familia... quería una familia.
Tropieza cuando da otro paso atrás y me muevo hacia delante, pero él lanza sus manos hacia mí, advirtiéndome. Cuando se endereza, comienza a pasear, una y otra vez.
―Aún puedes tener esas cosas.
―¡No soy como tú! ―dice bruscamente. Asimilo su apretujada cara y sus ojos oscuros―. No puedo luchar en público. Cuando peleo, eso me recuerda a Amelia y no puedo hacerme pedazos delante de miles de personas. Estoy seguro como la mierda que no puedo tener una relación como tú porque estoy jodido.
¡Estoy jodido de la cabeza a los pies y no hay redención para mí! ―Observo cuando acecha hacia Lucky’s y se desploma contra su sucia pared, derrotado―. Estaré estancado aquí. ―Gesticula hacia el bar―. Luchando en establecimientos ilegales y conectado con chicas al azar. Voy a morir solo. Nadie puede amarme como Paula te ama, no merezco ese tipo de amor.
Cambio mi peso a mi pierna izquierda.
―Vanesa te am...
―Vanesa ama lo que le hago. ―Rastrilla sus dientes sobre su labio inferior repetidamente antes de hablar otra vez―. Quiere retarme... pero incluso yo sé que si estás profundamente enamorado de alguien, los amas por todo lo que son, no lo que podría ser.
Arreglo fácil.
―Así que deja a Vanesa y encuentra a alguien más.
Los hombros de Luciano se detienen y él se hunde, poniendo una curva antinatural en su columna.
―No puedo dejarla...
―¿Fuera de la obligación moral?
―¡Fuera del deseo! ―Endereza su espalda y cuadra sus hombros―. Fuera de la posesión y la lujuria. Estoy pegado a ella, como la correa de una granada a su cadera. No puedo hacer que la deje, incluso si lo intento.
―Porque la amas.
Sacude su cabeza y es como un juguete, todas sus líneas caen, suavizando sus gestos.
―Porque amo lo que me hace... porque amo la pasión que saca de mí. Otros ven el fuego en mis ojos y lo temen, pero ella no, no. ―Sus labios se crispan y deja caer su mirada a sus pies―. Ve el fuego y quiere jugar con él.
Suena como amor. Está enamorado. El idiota está enamorado, pero se niega a verlo.
―Quizás es hora de dejar de enfocarte en lo que mereces y más en lo que tienes ―digo... y no estoy seguro de si es por él o por mí.
No sé cuánto tiempo estoy de pies allí observándolo en silencio, pero después de los primeros diez minutos está claro que nuestra conversación ha terminado. En cualquier caso, me quedo un poco más para mostrarle que estoy aquí para él. Es lo menos que puedo hacer considerando que soy la razón por la que él está girando sin control. Cuando el sol se hace demasiado caluroso para manejarlo, me alejo.
―¿Vas a dejar la pelea, verdad? ―dice Luciano, forzándome a parar y a girarme. Eso no suena como una pregunta... más del tipo de afirmación de “sé que lo harás”.
Asiento, alejándome del sol.
―Sí, lo estoy.
Le hice promesas a Paula que tengo que mantener, que quiero mantener.
Me hice promesas a mí mismo, también. Voy a ser el padre que mi padre nunca fue. Mi casa va a ser feliz y cálida, no fría y estéril.
Luciano mantiene sus ojos en sus zapatos.
―Felicidades, hombre ―murmura él.
Dejo que uno de los lados de mis labios se levante en una semi sonrisa y me giro. Eso es lo mejor que voy a sacar de él y lo tomaré.
Rápidamente, hago mi camino a mi coche y entro. Después de girar mi llave en la ignición, paro. Si Dom va a ser mi última pelea, tengo que ganarla. No lo dejaré en una pérdida... mi orgullo no me dejará. Si voy a ganar, necesito mantener la cabeza clara... lo cual significa que tengo que esperar a decirle a Paula lo que ocurrió en el casino Aria hoy. Recorro mis dedos a través de mi cabello. No quiero que la culpa pese sobre mí si se va. Sé que no está bien y sé que lo va a estropear. No me gusta esconderle las cosas, pero una vez esto termine pasaré el resto de mi vida haciendo las paces con ella, tratándola como la reina que prometí a su padre y a su hermano.
Lo juro.
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